Nicolas Cage, el actor, meme favorito de internet, da un paso más en su conversión en caricatura de sí mismo en su nueva película, 'Prisioneros en Ghostland'

Como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas / Vamos mi niño a perder la cabeza», que decía la canción -ya saben, Amaral, 2002-, y como si hubiera llegado a sus oídos, el sobrino de Francis Ford Coppola, que prácticamente le dio la alternativa con La ley de la calle (1983), lleva cuatro décadas metido hasta el cuello en el papel de máximo histrión de Hollywood.

Era pues cuestión de tiempo que el camino de Nicolas Cage, que se cambió el apellido en honor a uno de sus superhéroes favoritos (Luke Cage), se cruzara con el de Sion Sono, el cineasta más enloquecido de Japón, que ya es decir, y eso es exactamente lo que sucede en Prisioneros de Ghostland, que llega a los cines el próximo 28 de enero, si no se dan cambios intempestivos.

Sono, que adquirió renombre internacional en 2001 con Suicide Club -célebre por una sangrienta escena en el que un centenar de colegialas se tiran al unísono a la vía del metro-, ha perpetrado una fábula post-apocalíptica con cowboys y samuráis que reposa sobre una inmejorable premisa: Cage es el héroe enfundado en un traje de cuero que lleva incorporados explosivos ahí donde justamente tiene alojados los testículos. Si no salva a la chica en menos de cinco días, la carga explotará. La clásica, pero literal, explosión de testosterona.

uede que la película, visualmente epatante y lisérgicamente entretenida, no esté a la altura de las circunstancias, sobre todo después de una obra maestra de similares características como Mandy (Panos Cosmatos, 2017), aunque el actor saldó la experiencia encontrando en el set a la que no tardó en convertirse en su quinta esposa, Riko Shigata, apenas 38 años más joven que él. Se casaron en Las Vegas, por supuesto, el pasado 28 de febrero, en honor al aniversario del padre de Cage, August Coppola, profesor de literatura fallecido en 2009.

En junio, Cage perdió a su madre, la bailarina y coreógrafa Joyce Vogeland, cuya existencia quedó marcada por la esquizofrenia. En sus delirios decía que Nic era hijo de Robert Mitchum, cosa que sería plausible sino fuera porque Cage es clavado a su padre, incluido ese pelo que parece el mayor fracaso de un implantador turco, cosa que provoca inmediata adhesión en los hombres y compasión en las mujeres. Quizás la clave de su éxito.

Teorías capilares al margen, Cage cae bien por esa mezcla infalible entre hombre de acción dispuesto a todo (La Roca, Con Air, Next...), sensibilidad exacerbada coronada por el Oscar de Leaving Las Vegas (1995) y esa expresividad híper disparatada por la que se le compara con un dibujo animado viviente al menos desde Arizona Baby (1987), de los hermanos Coen.

Pero lo más importante es que ha sabido sobrevivir a los tópicos: si nos hartamos de repetir que Cage es un género en sí mismo, pues se interpreta a sí mismo en The Unbearable Weight of Massive Talent, película más o menos inminente en la que lidia con narcos mexicanos.

Nicolas Cage será un fenómeno, carne de meme, coleccionista de reptiles, deportivos, matrimonios fugaces y escándalos de toda índole -incluidos los financieros-, pero es un gran actor. Acaba de ser aclamado por su papel en Pig, donde encarna a un zarrapastroso buscador de trufas enamorado de su cerda, y también ha rodado la adaptación de Butcher's Crossing, el western nevado de John Williams, donde por lo contrario será un cazador de búfalos.

Entre otros proyectos en marcha, tiene asimismo previsto dar vida al mismísimo Drácula. No cabe duda de que este va a ser un buen año para Nicolas Cage, para sus memes y para sus agradecidos fans.