La fabulosa vida de poder y privilegios que disfrutó Strauss-Kahn hasta el 14 de mayo del año pasado parece haber quedado muy lejos.
Desde su liberación, el exministro de Economía y Finanzas no volvió a poner un pie en Estados Unidos, donde alguna vez gozó de un lujoso estilo de vida como jefe del FMI. Y si bien los cargos penales fueron desestimados, abogados de la tenaz dama que lo acusó de intento de violación están llevando a cabo una demanda civil en su contra.
Su equipo de abogados no pudo impedir que un juez rechazara este mes su pretensión de inmunidad diplomática y ordenara seguir adelante con el proceso.
Strauss-Kahn se vio además envuelto a su regreso a Francia en un sórdido caso de prostitución que arruinó de forma irreparable su imagen.
El ex hombre fuerte del FMI negó cualquier involucramiento en redes de ese tipo y afirmó ser víctima de un complot político orquestado por el presidente saliente de Francia Nicolas Sarkozy, pero esta estrategia no le ha dado muchos resultados.
Hasta ahora, el escándalo no había afectado a su mujer, la periodista de televisión y rica heredera Anne Sinclair, que había lealmente acompañado a su marido y asumido los millonarios gastos a los que debió hacer frente para pagar abogados, seguridad, investigadores y mantener su lujoso tren de vida.
Pero ahora, la estrella de la mujer comienza a decaer. En la primera vuelta de las elecciones francesas Sinclair fue contratada como consultora por el canal BFM-TV, pero no así en la segunda.
“Era mejor para todos que no estuviera presente”, comentó el patrón del canal, Guillaume Dubois.
Quien se ha vuelto invisible en estos últimos meses ha sido Nafissatou Diallo, la mucama guineana cuya acusación desencadenó el “drama Strauss-Kahn” y que el año pasado concedió una serie de entrevistas para impulsar su caso.
Ahora sus abogados mantienen su paradero en secreto, sabedores de que están jugando una partida de largo plazo, luego que el juez del caso dijera que el proceso puede llegar a iniciarse recién en 15 meses, un lapso interminablemente incómodo para Strauss-Kahn.
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