PIEZOBIO

Por: José Ignacio Velasco Montes
Marbella - 2018.

Las moléculas de agua se deslizan por las grietas rocosas del techo de la gran cueva, acumulándose poco a poco hasta formar una gota. Ésta va creciendo y engordando lentamente hasta desprenderse y precipitarse a la oscuridad subyacente e iniciar una caída progresivamente acelerada...

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La vida y la luz surgen bruscamente en La Colonia. Todos se lanzan frenéticamente a la actividad que desde hace un tiempo inmemorial les tiene ocupados. El enorme receptáculo, copia gigante del minúsculo que actualmente les mantiene activos por unos instantes, está relativamente próximo a ser operativo. Pronto, en su abstracto concepto del tiempo, dentro de miles de ciclos, estará terminado y la vida tal vez podrá ser continua en vez de una aburrida y molesta intermitencia.
Al unísono, conscientes de la brevedad del tiempo disponible, hacen girar la enorme rueda sobre la que se agrupa la colonia, y una considerable superficie de las múltiples y largas bandas penetran en el gigantesco receptáculo cerámico.
Un nuevo golpe sobre la vejiga repleta de gas, les hace dar un nuevo impulso que queda abortado nada más iniciarse. El silencio, la inmovilidad y la oscuridad se apoderan de nuevo de la colonia.

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En el techo de la vasta caverna, colgada del apezonado saliente, en su ciclo inmutable de filtración, las moléculas de agua se unen con desesperante lentitud para formar de nuevo una gota que, tras horas de angustiosa gestación, se desprenderá cayendo en la oscuridad.

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Un nuevo impulso vital recorre la colonia. El chasquido acuático parece que hace despertar a los micelios y resuena un nuevo tañido del tambor vesicular. Millones de seres completan el movimiento de giro iniciado en el ciclo anterior. La enorme rueda hace penetrar, un poco más, las largas láminas, de alternantes bandas brillantes y mates, dentro del cilindro de barro conformado largo tiempo atrás.
De nuevo el sonido del golpe sobre la tersa superficie del tambor, les obliga a ejercer su fuerza sobre la rueda y el avance de las láminas queda, una vez más, cortado por la llegada de la tétrica y oscura nada que deja la colonia en parálisis total.
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La gota de agua, repleta y exuberante, se desprende del pico de roca del interior de la cueva y se precipita hacia la oscuridad. Cae con una progresiva aceleración que le hace golpear con fuerza, algún tiempo después, sobre el bloque de piedra transparente que yace en el fondo de la cueva. La gota salpica en todas direcciones en medio de una intensa y verdosa luminosidad que se mantiene flotando por microsegundos en el gélido fondo de la cueva. Durante tan breve instante, el verdoso hongo que crece en torno a la hexagonal cristalización de cuarzo, muestra una insólita actividad luminosa, cual Luciérnaga, antes de quedar paralizada al tiempo que desaparece su fosforescencia.

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El receptáculo queda, al fin, lleno de las largas bandas brillantes y mates que tanto esfuerzo les ha costado introducir en su interior. Las bocas de barro y la gran abertura lateral van quedando selladas con el esfuerzo de todos a lo largo de centenares de ciclos. Los largos filamentos conductores, trenzados con paciencia infinita, van siendo tendidos y conectados por sus dos extremos. Ciclo a ciclo, durante el infinitesimal intervalo que les concede la naturaleza, la colonia completa un trabajo iniciado por miles de generaciones anteriores a la actual.
La conciencia colectiva de la colonia sabe que el momento ansiado se aproxima, y que ese instante, en el que la vida dejará de ser intermitente, para tener una agradable continuidad, les compensará del esfuerzo realizado.

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La gota, preñada de moléculas de agua y sales, se alarga cual serpiente transparente antes de desprenderse de la tensión superficial que trata de amarrarla al pezón, de piedra. Finalmente se precipita hacia el gélido y oscuro suelo de la caverna. Cuando alcanza el fondo y golpea con fuerza sobre el cuarzo. La vida discurre en la colonia en largos períodos de actividad, progresivamente más extensos conforme la carga de la vasija va siendo mayor y más perfecta manteniendo corriente eléctrica por un mínimo más de tiempo.
Fuera de la caverna, en el exterior, llueve. Miríadas de billones de moléculas de agua se dirigen hacia el apezonado saliente del techo de la cueva y el ritmo de la caída de las gotas se hace cada vez más rápido.

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La colonia vive feliz dedicada a la fabricación de una nueva vasija de barro donde confeccionar un nuevo acumulador, un segundo condensador-acumulador de electricidad piezoeléctrica que mantenga con luz a la creciente colonia de micro hongos que guardan así los gritos que lanza el cuarzo al ser golpeado por la gota de agua creando vida y luz de esa forma por la presión sobre el conjunto por la electricidad. La actividad es continua y sólo se ve alterada por el eco intermitente, latido del corazón de la piedra, por el choque del agua sobre el cuarzo y su grito eléctrico de respuesta.

F I N.