PUEBLO DE MUJERES

(fragmento Capítulo 1)

            En un risueño pero polvoriento pueblecito, vive Marina, quien apenas si entendía lo que tanto a últimas fechas había venido ocurriendo, no sólo en el hogar, sino en el resto del pueblo. No sólo con sus hijos, pues también eso mismo pasaba con otros maridos e hijos de muchas de las vecinas que conocía.  

            A últimas fechas se había desatado lo que decían por ahí, una fiebre de dólares. Misma que invadiera en general las mentes de los machos del pueblo, por desgracia entre ellos estaban  sus hijos, quienes cuando menos pensó, se fueron a los USA.

            Nada menos salieron los cuatro hijos varones, con el argumento, de ser ahí donde se gana el dinero por montones. Estaban cansados de ser pobres… y si no repudiaban a la madre, vaya si  champaban a diario la pobreza ancestral en que habían vivido.

            Según ellos, no querían vivir como el padre, que jamás se decidió a enfrentar el futuro, como ellos habían decidido hacerlo…  De la madre poco hablaban, por ser vieja, aunque fuera la mamá, poco caso hacían a sus sugerencias.

            Así su propósito estaba tomado. Se irían porque se irían, y lo que pensase o dijese Marina, poco les importaba… ¿Acaso ella iba darles cuanto pudieran ganar allá en los USA, donde tantos y tantos han pasado a vivir mejor, dejando atrás el ser pránganas como ellos lo estaban siendo…?

            Aunque también, en honor a la verdad, debe decirse, no solo fueron ellos quienes quedaron inoculados por tal fiebre, pues era evidente dicha enfermedad golpeó a más de alguno de otros amigos, sin faltar alguna hembra, que pensaba hacerla por allá donde todo es Jauja… Lo bueno, éstas por lo general no son tan dadas en eso de lanzarse  para aventurar así como así, yéndose a la buena de Dios a ver qué encuentran.

            No es que sean más tímidas, sólo son más realistas y prudentes.

            Ellas tienen otra óptica. Saben van allá si no tienen marido, a buscar un hombre rico, que las saque de pobretonas, aunque antes tengan qué sacrificarse trabajando largas jornadas agobiantes.

            Cuando se deciden, más bien lo hacen a la segura, si están casadas, partirán soportando penalidades, yendo donde ya el marido haya logrado instalar un rinconcito dónde poder llegar. En tanto llega el ansiado llamado, la pasarán dedicadas a esperar se los digan, aunque esto dilate meses o años, sucediendo en ocasiones nunca llegue…

            Marina lo sabe, por eso no dice nada, si bien admite, sus hijos son quienes están en ese caso. Ah, pero antes de partir, se desembarazaron de cuanto ya tenían, con tal perseguir el sueño americano… Nada menos con ella dejaron encargadas sus mujeres…, como si la madre se las hubiera enjaretado…

            Ante lo insólito, de momento nada supo qué debiera hacer, así que no lo admitió, sólo lo soportó, igual a otras mujeres que de sus hijos recibieron las nueras para ver por ellas,  en tanto se pudieran ir a buscar sus maridos, una vez estuvieran instalados en el otro lado de la frontera.  

            Marina es una mujer de pueblo. Como todas en general, sabe no tiene voz ni voto, nada puede argüir, sobre todo sabiendo le pueden dar un descolón, que dañe aún más, la difícil  relación que ha debido sortear con los hijos varones.

            Como buena madre no niega, cuando partieron sus muchachos, sintió se le desgarraba el alma.  Más todavía, al considerar los peligros que correrían para atravesar un desierto,  que se sabe…,  vaya si ha cobrado demasiadas vidas.

            Una parte donde según le contaron, hace un calor infernal durante el día, y un frío polar ya por las noches… ¿Y debían atravesarlo caminando…?

            Algunos que ya hicieron tal viaje, le dijeron se dilata bastante, tres días al menos, antes de llegar a un sitio  dónde poder recuperar un poco del agua que se lleva con uno.

            ¿Y si se perdían y no encontraban esa parte…? ¡Ay Dios…, entonces morirían…!

            Sólo de pensarlo, Marina siente que todo le da vueltas en su corazón aprehensivo.

            Sin embargo algo le consuela, saber se fueron alentados por Dionisio, un muchacho que al parecer ha ido y venido varias veces.  Se ha convertido en lo que se llama un pollero.

            Siempre de llegar por acá, es evidente el hombre hace ostentación de riqueza. Vaya si a todos admira, ver cómo gasta a diestra y siniestra, actuando como todo un señor potentado. ¡Claro, puede hacerlo,  gana demasiado…!

            En cada venida, aunque esta dilata años en llegar para visitar a su hermana, se pasa quince o más días por acá, despilfarrando montones de dinero. En esas jornadas, invita a muchos, quienes como sus muchachos, se quedan encandilados al ver cómo gasta los mentados dólares, que según eso, los gana a manos llenas.

            Él era quien decía arreglaba todo, desde contratar el pago de otros polleros locales, gente que conoce las brechas para no perderse en el desierto, hasta entregar las raciones que servirán para llevar suficiente líquido y no deshidratarse.

            La decisión de sus muchachos, lo sabe, ha sido muy precipitada. A ella le tomó desprevenida, sobre todo porque ha procurado que nada les falte. Aunque sea pasando pobrezas…, pero a ver, esa es la vida que les tocó vivir… Ella lo admite, ellos reniegan de ella, por eso quieren irse a como dé lugar…

            Vaya si recuerda, al saber ya tenían tomada una decisión, cuánto se los había encargado a Dionisio, que minimizaba los riesgos…

            Como era bien conocido por ser oriundo de este mismo pueblo, al menos se consoló, esperando si se iban con él, no tuvieran mayor dificultad en llegar al destino, donde según parecía, al menos eso afirmaba, ya hasta trabajo les tenía conseguido.

            Marina, como buena mujer que pecaba de iletrada, desconocía cómo fuera todo aquello. Ni siquiera imaginaba cómo le haría ese muchacho para ir y venir sin problemas, mostrando ante todos una riqueza que ninguno en el pueblo poseía, al gastar sin fijar en los costos, dejando en la casucha, habilitada como cantina, hasta propinas, que luego supo, así se le dice al dinero que le dan a la dama que atiende sirviendo las cervezas.

            Pero sobre todo, gastaba horrores en el bar bien montado en el pueblo vecino, donde según sabía, bailaban las chicas consideradas malas por la gente buena del poblado de acá, dando con generosidad, cantidades que suponía, para él fueran nada, mientras si ella las hubiera tenido, con eso fácilmente sabía, hubiera cubierto los gastos por lo menos de unos meses, viviendo sin mayor problema.

            En ese caso, estaría comiendo hasta saciar,  al menos dos veces al día…

            Vaya si cuando ya supo bien a bien de qué se trataba, con mucha dedicación al tal Dionisio se los encargó, poniendo en sus palabras toda la aprehensión que sufre una madre,  cuando siente se le desgarra el corazón.  

            ¿Cómo no…? Si fue ella quien los había parido…

            Muy cierto, aunque en poco le hacían caso, por ser hombres,  siempre les animó para echarle ganas, pero por no saber, nunca les instruyó en hacer algo. Tal vez por eso lo hicieron, abandonando el pueblo para irse a la buena de Dios, a ver qué hallaran en el otro lado.  ¿De verdad habrá tanto dinero por allá…?  

            Siempre al alentarlos, se había referido le echaran ganas, ¡Pero aquí…! Que era donde Dios les había permitido venir al mundo.  

            Por eso tal vez, sabiendo qué pensaba su madre, aquellos muchachos prácticamente no avisaron con tiempo, más bien un día cualquiera, simplemente llegaron con ella y a bocajarro dieron la infausta noticia para ella, aunque ellos llegaran felices y contentos.  ¡Se iban a los USA…! ¡Ya sabría de ellos…!

            Luego  se fueron, si hasta eso contando con su bendición, pues como bien dijo, se las había dado al no quedarle de otra, sino pedir al cielo no se los fuera regresar muertos, como había visto, habían regresado varios que salieron antes, los cuales en cuanto se supo ya estaban difuntitos, causaron a las familias mil problemas y complicaciones, pues para traerlos en calidad de bulto para enterrarlos en el cementerio del pueblo, las familias debieron endrogarse a decir basta, con tal de recuperar al menos su cadáver.

            Esos llegaron de regreso, siendo un cuerpo rígido, y su deceso destrozó las familias, que sufrieron a decir basta,   al ser entregado a ellos como parientes.

            Si por allá fallecieran, aquí se les daba cristiana sepultura, a costa endrogarse a decir basta… ¡Por supuesto las familias...!  Aunque por desgracia, eso también lo sabía, hubo más de alguno quienes ya no volvieron. Sabría Dios dónde habrían quedado o tal vez los habrían enterrado de seguro por allá, de donde se dicen tantas cosas, cuanto ella ya ni las quiere pensar, pues ha escuchado, que a los muertos que no los reclaman, los parten  en cachitos, dizque para estudiarlos…

            ¡Ella no quiere eso para sus muchachitos…!

            Menos quiere pasar las penas que había visto pasaron otras conocidas…

            Y toda la parentela…, una pesadilla la que sufrieron esas familias.          

            A ver…, sin haberlo buscado, ahora se encontraba en el mismo caso…, con el alma destrozada,  por culpa haberse ilusionado, pensando quienes debieron seguir con ella hasta el día cuando acabara sus días…, estarían siempre con ella…  

            ¡No quería ser la próxima en sufrir lo mismo…!

            Pero tuvo que aceptar un hecho prácticamente consumado, pues ni tiempo le dieron para reaccionar y hacer ver los peligros a los que imaginaba se irían exponer...

            De todos modos, lo sabía,  ya estaban decididos a partir. Eran machitos y a esos, una de mujer, si no los entiende, mejor les lleva la corriente. En todo pueblo, se sabe, el hecho de nacer vieja, la hace ser una persona que no piensa y si lo hace, nadie de los machos le hará caso, ¿Acaso ella no lo era…? ¿Entonces porqué no admitirlo…?

            Por eso a diario reza con todo fervor, encomendando a San Pablito Bendito, ése que dicen fue un apóstol, se los cuide, como a él, lo cuidó Diosito, cuando andaba del tingo al tango, hasta un día cuando se cayó  del caballo. Tal como se los había dicho el padrecito cuando vino a dar una misa, pagada por el mismo Dionisio, dizque para los que se iban, se despidieran del Santito del pueblo, y partieran contando con la bendición del Señor de los cielos.

            Ah, porque esa ocasión no se fueron sólo sus hijos, también hubo otros más, quienes salieron formando un grupito, el cual al parecer,  ya en el camino se juntarían con otros más de los llamados migrantes, que según Dionisio ya los esperaban, pero se habían adelantado en el camino y ellos los alcanzarían. 

            De quienes recuerda se fueron junto con sus hijos, estaba Vicente, el hijo de tía Carmela.   Un muchachito que se hizo fama de listo, por aquello de manejar muy bien las riendas del caballo.

            Vaya si lo hacía bien, participando en las fiestas, haciendo caracolear de maravilla el cuaco de don Jacinto. Ese señor que ni era de acá, pero como ya tenía años de haber comprado una propiedad, todo mundo lo conocía de vecino.  

            Éste muy ufano, sabiendo como todos sabían, el animal era de su propiedad, dejaba al muchacho lo montara, pues finalmente, el reconocimiento era para él, aunque compartiera la fama,  con quien la hacía de jinete.

            Si alguien repelaba, alegando todo el mérito era de quien montaba, para pronto afirmaba… ¿Qué podía hacer ese joven, si no tuviera para montar, un caballo tan bueno como el suyo…? 

            Pues ese también se apuntó para irse, y además cargó con el hermanito Ezequiel, un jovencito que apenas contaba con 16 años, pero a esas alturas, andaba ya buscando manera de salirse de este pueblo. Según ellos dos, regresarían con hartos dólares, para comprar no uno, sino muchos caballos que fueran propios, para no tener qué pedir frías, al único que por aquí, tenía un caballo de raza.     

            Igual mencionaron a otro que también partiría. Fue el joven Arturo, el nieto de doña Severa. Ese muchacho que siempre estaba pensando en llegar a su casa lo más tarde posible. Era un flojonazo…, la pasaba todo el día durmiendo, para salirse a la calle por la tarde,  para retornar de madrugada. A la madre le sacaba canas verdes, pero ni siquiera inmutaba, cuando ella regañaba…

            Nadie sabía qué haría, pero ahora también se había enganchado.   

            Y Manuel, quien hasta pariente suyo resultaba, por ser hijo de la prima Gertrudis, aquella que perdió al marido cuando igual se largó para los USA, sólo ése ya jamás volvió, ni tampoco  lo trajeron, pues como bien dijo la mujer, aunque le dijesen si ya lo hubieran encontrado,  nada haría. Ya quisiera tener dinero para mantener a sus hijos pequeños, no para andar pagando un dineral, a fin le trajeran un muertito. Total si lo destazaban, con su pan se lo comiera, añadiendo la perdonara Diosito por estar blasfemando, pero la verdad escueta fue…  ¿Eso quiso… qué no…?

            Entonces se aguantara, pues ni había mandado los dólares prometidos, ni retornó al pueblo, olvidando por acá dejara a la buena de Dios a su mujer y sus hijos pequeñitos.   

            Por esa razón tal vez, fue que el hijo alegó se quería ir a toda costa, dizque para ver dónde hubiera quedado enterrado el que fue su padre. Iría a conocer su tumba y podría rezarle al menos un Padre Nuestro…, y luego de rezar por su ánima, poder decirle unas cuantas frescas, pues por aquello de largarse, vaya vida que pasaron de pequeños…

            Y como estos que menciona, hubo otros doce más que se habían enganchado para ir a volverse ricos por allá, donde circulan los billetes verdes por montones y ellos pensaban recogerlos…  

            Marina se mesa los cabellos al tiempo de exclamar…

            - ¡Qué de historias se pueden contar, de cómo aunque algunos traen sus dólares,  pero la mayoría, sufren percances...! No quisiera que sus hijos pasaran por eso.

            También reconoce, eso es cierto, muchos de los que se fueron,  mandaban las que llamaban remesas. Era cuando llegaban unos papeles que según decían, adentro tenían dinero. No sabe cómo funcione todo eso, pero para ejemplo está Micaela, que ahora hasta tiene una muchacha de sirvienta que le limpia la casa.

            Igual recuerda a Pachita, la que tiene mal una pierna. El marido se le fue,  pero le manda sus dolaritos y hasta está yendo ya con los doctores,  a ver si la curan de su cojera.

            Así que termina su reflexión concluyendo…  ¡Ya no sé si hago bien o mal…!

            Ni modo, que se vayan…, no voy a ser yo, quien les corte las alas… ¿Quieren eso…?       ¡Los encomiendo al Señor y sea Él quien me los cuide…!

             Hasta ese día, en su pobre casa, no faltaron frijolitos.  

            En tanto al irse sus hijos, sabe ha quedado muy grande la casa que heredara por parte del Tata, la cual ahora resultaría demasiado para ella cuando estuviera sola… Pero equivocó, pues sus hijos dejaron ahí con ella las mujeres que se habían conseguido.

            Con eso se agrandó,  porque aumentaba la familia…

            Bueno…,  si era honesta, podía asegurar ni hubiera quedado tan sola.

            De todos los suyos, lo que se dice los nacidos de su vientre, quedaban solamente las dos hijas, las pequeñas gemelitas, quienes por ser muy chicas, aún estaban viviendo con ella en la casa. Esas al menos le acompañarían haciendo menos penosa su soledad.

            No es tonta, sabe cómo ellas a pesar estar chiquitas, también piensan solamente en irse por allá, donde ahora se fueron los hermanos grandes.

            Aunque a la fecha estén muy pequeñas, bien intuye lo que piensan, más con tanta plática como escuchan y se han ido dando en éste pueblo, donde los hijos de quienes ya se fueron, fantasean platicando maravillas,  que supuestamente  algún día,  igual habrán de conseguir.      Con tales charlas, que se repiten hasta en la escuela, sus  hijas pequeñas, han ido adquiriendo la misma disponibilidad, para según ellas en cuanto crezcan, querer salir igual de este pueblo.  

            Así lo dicen…, lo mismo que las compañeritas, para angustia de las madres que no viajarán, como lo es, ella misma. Las sabe ya inoculadas.

            Sólo esperarán crecer, pues eso de estar chico, sabe se cura con el tiempo. 

            Además no ignora han escuchado muchos cuentos y narraciones de parte aquellos compañeritos que no se fueron con los papás, sino quedaron en sus jacales con alguien, casi siempre  la abuela, y siguen llevando una vida ordinaria, la misma como se ha llevado en los pueblos desde siempre, pero siempre pensando en cambiarla, al fin y al cabo afirman,  es un sueño que puede conseguirse cuando uno crece.

            Esos chicos hablan de lo mismo hasta en sus juegos, a las claras se ve están ilusionados esperando llegue el día, cuando también se larguen de este pueblo que califican de ser tan miserable, sin entender fue donde los dejaron, esperando un día todo cambie, con los dólares que ganen.

             Luego estarán yéndose a la buena de Dios, allá donde suponen volverán encontrarse con los suyos, que ya se habrán instalado en el otro lado.

            Ah…, porque si hasta eso, también hay muchos que se fueron y su aventura resultó muy  buena.  Ahí está Roberto el que antes de irse tenía el horno de pan. A ver, ése se fue y pronto siguieron el mismo camino, tanto  su mujer como sus hijos.

            Según se había sabido, hasta una casa compraron y les estaba yendo re´te bien.  

            Lo mismo pasó con Gualberto, quien aquí trabajaba de jornalero, ganando apenas para mantener a su esposa y sus ocho hijos.

            Ese se fue, pronto comenzó a mandar dolaritos. 

            A la fecha, nadie sabe cómo vivirán, pero las veces que han vuelto, llegan viajando en un carrote de esos grandototes,  que por aquí no se ven.  Se hospedan con la tía Jacinta que está por acá, a la cual según la gente afirma, dejan un buen puño de billetes.

            Dicen éste hombre inventó un sistema para sembrar al mismo tiempo en varios surcos. Su invento se lo compraron los gringos… Quién sabe cuánto le habrán dado…

            Lo bueno de él, es que ahora vive con su mujer y sus hijos y por lo que se ve, les ha ido de maravilla… Con decir, por acá ya hasta compró el ranchito de Renato, el cual están arreglando, para cuando se vengan a vivir al pueblo.

            Y ella, va quedar con las gemelitas… Las debe sacar adelante, cueste lo que cueste…  Se pone a pensar…

            ¿Qué irá ser de sus hijas pequeñitas cuando estén más mayorcitas…? ¿Qué suerte les tocará…? Porque eso del futuro siempre preocupa a las madres. No sabe porqué se siente identificada con ellas. Las ve y se angustia de pensar les pueda ir mal…, porque cuando nacieron, el papá ya estaba muerto.

            A ella le fue bien en lo que cabe. Tuvo un marido que siempre estuvo ahí con ella. Cierto, se emborrachaba cada vez de poder, pero por lo menos estaba con ella.

            No niega, era un poquitín groserito, sobre todo cuando eran los tiempos de la pizca. Entonces se ponía celoso de ver a los gañanes que la miraban con lubricidad…,  y la andaba cuidando para descubrir si anduviera viéndose con alguno de los fuereños.

            Pero ella sabía que lo hacía, porque si hasta eso la quería bien. Aunque fue una vida no tan buena, como cuando se le pasaba la mano y le daba dos o tres trancazos traducidos en bofetadas, dizque para que no anduviera de cuzca

            Vaya si tenía la mano pesada.

            Dolían a decir basta, dejando un zumbido en la cabeza que duraba a veces hasta ocho días. Pero cuando se reconciliaban, entonces el hombre era de lo más tierno. Por eso lo perdonaba de inmediato, sabiendo cuán inestable era.

            Así fue siempre la vida con su marido… Como bien sabía, era su destino pues desde siempre supo, la mujer nace para soportar los desplantes de su hombre.

            Para eso la eligió y a ella tocaba aguantarse… ¿Qué no…?

            Sabe, a las gemelitas les tocará también soportar los desplantes de un hombre. 

            Con él, como les puede ir bien, también les puede ir mal. 

            Si se casan y se las llevan, pues qué bueno, pero si no…, quedarán como está viendo ahora están estas nueras, que están ahí con ella, dejadas a ver hasta cuándo sus hijos se acuerdan que si las anduvieron consiguiendo para hacerlas sus mujeres, era para estar con ellas,  no para largarse, dejándolas  abandonadas.            

            ¡Por desgracia, éstos cabezones no entienden razones…!

            Las niñas la pasan viendo todo, hasta se atreven a criticarlos…Vaya si le apuran esas niñas. Con tales ejemplos, ya entiende qué de ideas no se les estarán metiendo en la cabeza, por saberlas tan despiertas.

            Sabe ahí están físicamente, pero sus pensamientos, lo intuye, ya volaban imaginando sabría Dios qué tantas cosas recibirían, con solo tomar rumbo hacia una Tierra Prometida,  que no tenía nada que ella pudiera envidiar.

            Molesta se dice… ¿Prometida…? Para responder… ¡Mis narices…!

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Comentario por juan ignacio arias anaya el agosto 21, 2017 a las 5:14pm

Trina Mercedes Lee de Hidalgo 

Persiguiendo el sueño americano, perdiendo la vida en el desierto 

GRACIAS 

Saludos 

Ignacio 

Comentario por Trina Mercedes Lee de Hidalgo el agosto 21, 2017 a las 4:24pm

Una historia reflexiva sobre lo que ocurre diariamente convirtiéndose en un éxodo sorprendente a todo riesgo en busca del paraiso que se les niega en sus propios paises, como está ocurriendo en Venezuela. Un gusto leerte.

Comentario por juan ignacio arias anaya el agosto 20, 2017 a las 8:19am

Beto Brom

Es un hecho que los migrantes van persiguiendo un sueño que muchas veces termina en muerte

Por eso las madres angustian y los pueblos se convierten en poblaciones habitados por mujeres

Saludos

Ignacio

Comentario por juan ignacio arias anaya el agosto 20, 2017 a las 8:18am

Rosemarie Parra

GRACIAS POR TU PRESENCIA Y COMENTARIO

saludos

Ignacio

Comentario por Rosemarie Parra el agosto 19, 2017 a las 7:25pm

Comentario por juan ignacio arias anaya el agosto 19, 2017 a las 5:53pm

JOS´E IGNACIO VELASCO MONTES 

TE AGRADEZCO TU COMENTARIO QUE ME LLENA DE ELOGIOS 

Sólo quise describir lo que en realidad ocurre en un pueblo donde las faldas abundan y los pantalones escasean 

Saludos 

Ignacio 

Comentario por José Ignacio Velasco Montes el agosto 19, 2017 a las 2:29pm

Y la novelas, 1/2 inicial llegó y fue leída viviendo la angustia del viaje que se prepara  con antecedentes, presentes y sin saber cuáles será los consecuentes.

Muy bien. Los pensamientos de una madre son tal como los describes, El futuro es inimaginable y el de las dos pequeñas depende de la suerte al elegir pareja. Es decir, todo como la vida misma, sobre todo la vida de los escasos de plata.

Dios dirá en la 2ª parte.

Muy bien escrita y a pesar de algunas palabras típicas de tu zona pero que he entendido
: sobresaliente de momento, espero darte y matrícula de honor cuando este en USA por tu escrito..

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