Regalo de navidad

Por Arelí Chavra y Jesús Chávez Marín

Cuando Esteban Medina cumplió cuarenta, uno de sus antiguos
profesores, el cual ya estaba completamente jubilado de
todos los sistemas y era misántropo militante, le aconsejó:
—Pues no sé si felicitarlo o compadecerlo, Esteban. La verdad, cuarenta años ya son muchos. Por lo pronto váyase preparando para el abandono.
—¿Por qué, maestro? –al señor le gustaban estas dos palabras, el tono de interrogación y la mirada atenta de su
interlocutor, el que fuera. La exigía casi a gritos. Además citaba como suya la clásica frase de dominio popular: “El conocimiento surge de la duda, la enseñanza inicia con las preguntas”.
—Mire usted: cuando uno está joven, todos lo estiman, medio mundo lo quiere cerca, mucha gente lo ama. A los jóvenes les perdonamos todo, hasta que sean casi estúpidos, no le hace, como lo es la mayoría de la gente. Siempre caen en
gracia porque a los veinte todos estamos buenos; los jóvenes son hermosos, huelen bien; los movimientos de su cuerpo están llenos de gracia, aunque sean torpes y desgarbados.
—Bueno, maestro, pero hay gente vieja que luce elegante y hay señoras de sesenta que se ven espectaculares a pesar de la edad. ‘’Ai tiene usted a Sofía Loren, a Liza Minelly, a Sasha Montenegro.
—Ay Esteban… usted siempre con sus frivolidades. ¿Cuándo se le quitará lo pendejo? Bueno, más bien ya no se le quitó, ahora es un cuarentón definitivo. Óigame esto ya muy en serio, se lo digo por su bien. Prepárese para que ya no lo
quieran. Para que a sus amigos empiece a caerles gordo; para que su mujer a veces ya no quiera ni verlo y menos acostarse  con usted; para que a sus dos hijos, que ahora son adolescenes, les parezca usted el peor de los perdedores y muy apenas le
dirijan la palabra, y eso de mala gana.
—Pero el amor existe y trasciende, maestro. Usted seguramente ya leyó la nueva novela de García Márquez, la que le regalé en su cumpleaños. Habla del amor romántico de dos viejos que se la pasan enamoradísimos en un barco de
ida y vuelta.
—Pero esas son puras novelerías, Medina. Patrañas. No sea ingenuo, el sexo después de los cuarenta ya solo es obscenidad, puras cochinadas de maniáticos viejos que se quedaron prendidos de una ilusión que nunca, óigamelo bien, nunca fue cierta. De seguro usted va que vuela para ser uno de ellos, ya lo veo. Es como Madame Bovary. Lee puras novelas románticas y se las toma como si fueran la vida.
—Pero maestro, a usted no le fue nada mal. Siempre ha sido guapo, incluso hasta hoy tiene la galanura de un hombre de su edad.
—Déjese de tonterías y escúcheme bien, le conviene;
prepárese para estar solo, cada vez más.
Esta navidad, Esteban ha tenido que darle un poco la razón a su necio maestro: “Recibo muy escasos abrazos y ningún regalo”. Bueno, el que se dio a sí mismo: un bello atril de cedro que había apartado desde septiembre en una tienda de
artesanías del centro, ¡precioso!