En 2010 Renée Zellweger (Houston, 1969) decidió hacer una pausa en su carrera y alejarse de los platós. Había conseguido un Oscar en 2004 por su papel en Cold Mountain, había demostrado sus dotes para el musical en Chicago (2002) y, sobre todo, se había convertido en un icono global con las dos adaptaciones cinematográficas de la serie Bridget Jones, el personaje creado por la escritora británica Helen Fielding

Cuando volvió a pisar una alfombra roja, cuatro años después, su rostro había cambiado tanto que prácticamente nadie se fijó en lo que estaba haciendo o que le llevaba a volver a actuar.

De nuevo, la discusión sobre la imagen de la mujer eclipsaba otros debates. Pero Zellweger parece tomárselo con filosofía, quizá por el roce con Bridget, "una combinación perfecta de imperfecciones: vulnerable, abierta, con facilidad para hacer elecciones ridículas y que, en el fondo, es un reflejo de lo que somos nosotros, de nuestra humanidad".

Así se expresaba este viernes la actriz en Madrid, durante la visita promocional para presentar Bridget Jones' baby, la tercera película sobre los personajes de Fielding, que se estrena en España el próximo viernes. Le acompañó Colin Firth (El discurso del rey), que también repite por tercera vez el personaje de Mark Darcy, pero no Hugh Grant, cuyo personaje ha muerto en los 12 años transcurridos entre la segunda película y ésta. Así que ocupa su puesto en el corazón permanentemente dividido de Bridget el también apuesto Patrick Dempsey, recordado por su papel en Anatomía de Gray.

En esta tercera entrega, Bridget parece haber encontrado la estabilidad laboral, aunque la presión de su entorno para que se reproduzca antes de que se le pase el arroz y se quede solterona y sola enturbian su travesía a través de los 40. Acaso lo mismo que sufren muchas actrices a medida que van cumpliendo años y ven cómo la industria que las ensalzó en su juventud las relega ahora a un segundo plano.

"No importa. Porque seguir adelante durante tu vida es una bendición, pues no todo el mundo tiene tanta suerte", explicaba ayer Zellweger en una entrevista con este diario. "No creo que sea perjudicial, de ningún modo, envejecer en público. Cualquier cosa que la gente comente al respecto, porque tu aspecto no es el mismo que cuando tenías 20 años, no hace sino perpetuar una idea equivocada, algo".

Su compañero, Dempsey, lo ve así: "No puedes ir por ahí con tu ego cuando echas la vista atrás en tu carrera, sobre todo si empezaste con 17 años y ves... aquellas fotos. ¿Cómo se puede uno tomar en serio?", se pregunta.

"Deberías estar feliz", puntualiza entonces ella. "Porque está muy bien tener un trabajo en el que uno es visible. Y somos muy afortunados de seguir en esta profesión en la que empezamos y de ganarnos la vida haciendo que la gente vea cosas y entreteniéndolas", añade él. Para él, hacerse mayor a la vista de los demás "es una espada de doble filo. Tienes que ser muy fuerte y darte cuenta de que hay un personaje público que se proyecta sobre los demás y sobre el que existe una expectación acerca de si podrá dar la talla. Y luego está la realidad. Hace muchos años alguien me dijo: 'Para aquellos que no me conocen no es necesaria ninguna explicación. Para aquellos que no, ninguna explicación es posible'".

Colin Firth tiene otra idea al respecto. "Incluso con esta idea de volver a algo que ya has hecho, te das cuenta de que el haberlo hecho antes no te va a ayudar. Porque no vuelves al mismo sitio: tienes un nuevo guión, has trabajado con diferentes directores y ahora hay una historia nueva que abordas con una edad diferente", introduce. "Han sucedido muchas cosas en el mundo, pero también han pasado muchas cosas en mi vida. Tenía un hijo cuando hice la primera película de Bridget Jones y ahora tengo tres. Así que tienes que conocer el personaje que vas a interpretar después de un tiempo. Me di cuenta de que lo que iba a ser realmente interesante esta vez, y que he comprobado ahora, es que eres 15 años más viejo, pero también lo es todo el público. Así que esos 15 años son una experiencia colectiva".