Esta es la reseña del renombrado escritor cubano Félix Luis Viera sobre mi novela Ultima rumba en La Habana
Félix Luis Viera es uno de los más prestigiosos narradores cubanos. Ha recibido dos veces el Premio Nacional de la Crítica y fue Premio Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Su obra ha sido traducida a varias lenguas europeas. Actualmente vive en México.
Última rumba en La Habana, de Fernando Velázquez Medina
Félix Luis Viera
En esta novela de Fernando Velázquez Medina hay algo que resulta muy difícil de lograr por un novelista y que yo, lo confieso, nunca lo había constatado a la altura en que Velázquez Medina lo consigue: el desdoblamiento de género en cuanto al punto de vista narrativo. La novela está narrada por una mujer, “una mulata pelirroja” que absorbe para sí, y desde sí, con encomiable intensidad, cada una de las 185 páginas de la narración. Ella, jinetera (prostituta), ex presidiaria y protegida de Changó, se encarga de narrarnos sus avatares durante un tiempo de fabulación que corre, sobre todo, en un lapso del eufemísticamente llamado Período Especial (es decir, el período de miseria más intenso que ha sufrido la isla de Cuba en toda su historia), que cierra con la rebelión habanera de 1994. Si afirmo que la narradora protagonista absorbe para sí casi toda la masa narrativa de la novela, lo que quiero decir es que el autor, sabiamente, apenas la deja “suelta” en alguna que otra página. Un acierto porque la fuerza dramática, descomunal, de Última rumba en La Habana creo que no hubiera resultado tal si el punto de vista hubiese sido otro u otro el planteo “estructural”. La mulata pelirroja, prostituta, poseedora de una congénita vagina sui generis, cínica, irreverente, embustera posee una significativa cultura humanística, literaria, artística, la cual está muy bien sustentada según vamos enterándonos de sus orígenes, algo que se suma a un nuevo matiz para este tema ya abordado por la narrativa cubana, y que en este caso le permite al autor elevar la conceptualización y asimismo las excelencias de la prosa narrativa. Por medio de su narradora, Velázquez Medina utiliza un recurso narrativo que le funciona perfectamente: más que en la fragmentación, se apoya en la intercalación de trozos de tramas de uno y otro momento de la vida de la protagonista –o sería mejor decir del corpus narrativo en sí– con lo cual logra suma intensidad. Digo “trozos de trama” porque según mi humilde opinión lo referido no son propiamente digresiones, de las “productivas”, sino un ensamble argumental que no nos inclina en ningún momento hacer pausas en la lectura. El lenguaje de la mulata pelirroja es de altos quilates, repleto de metáforas de gran creatividad y de un humor vitriólico que, por momentos, van a dar a la germanía utilizada por cierto sector de la sociedad cubana contemporánea. Vale agregar, en cuanto a la exposición narrativa se refiere, la utilización certera de los Silencios, este recurso que, sin embargo, tanto nos comunica cuando se utiliza eficazmente: ni de más, ni de menos. Amén de lo dicho, el ingenio es otra de las ganancias fundamentales; un ingenio que se relaciona con el sustrato metafórico y humorístico ya aludidos y que nos hace reflexionar o sonreír, según el caso. Creo, sin embargo, que esto, el ingenio, por momentos se desboca sin asidero en la trama que va corriendo; lo cual no quiere decir que la narradora, o el autor, caigan en esa pifia que solemos llamar efectismo. Hay tres capítulos (pp. 66-92, 112-133 y 146-162) donde Velázquez Medina alcanza una prosa narrativa magistral y asimismo un desarrollo argumental que lleva a la novela a un clímax máximo, con perdón por la redundancia. Es por estas páginas donde aparece Fermín, un personaje secundario pero que provocará varios puntos de giro muy acertados. Algo que me hizo releer y pensar durante un buen rato es la voracidad sexual de la narradora, quien no sólo es prostituta, también practica el sexo por placer y a todo tren. Mi pregunta era: ¿está justificado este rasgo? Llegué a la conclusión que Sí cuando rebusqué en la ascendencia y la psiquis que se muestra de la mulata pelirroja. Es decir, también en este aspecto, es un personaje auténtico. En Última rumba en La Habana, aunque la obra transcurra sólo en esta ciudad y sean minuciosamente descritas las ruinas de ésta, quedan claras las antípodas en que se desenvuelven los cubanos de hoy en la isla: las penurias y el pánico para los ciudadanos de a pie, y el goce material, y espiritual por lo tanto, para la acomodada burguesía comunista. A Última rumba en La Habana le falta un examen que aprobar: la aceptación de un lector extraño de la realidad cubana, bien sea hispanohablante o no, y claro, ese puente a veces tan movedizo de la traducción. Esto, atendiendo a las alusiones a temas, asuntos, personas, personalidades, hechos históricos y giros del lenguaje que, algunos, podrían parecer mensajes cifrados sólo para un lector cubano. Hoy día sabemos que buena parte de las editoriales no reciben con los brazos abiertos a lo que llaman “las novelas cubanas de lo mismo”; o sea, las que enjuician críticamente el estado de cosas en que se ha vivido en Cuba durante tan larga tiranía. Ya les parece demasiado. Pero es elemental que se equivocan: más de cincuenta años de cataclismo dan para mucha creación literaria, porque los matices son prácticamente infinitos. Si bien por el momento esta especie de boom podría reducirse, en el futuro alcanzará alturas que hoy muchos no predicen. ¿En qué hemeroteca, en cuál biblioteca podrá el investigador del futuro, el cubanólogo o simplemente el lector promedio hallar la verdad de lo transcurrido en Cuba en estos cincuenta años, en un país donde la memoria no ha quedado registrada, sino por el contrario, falsificada en los medios de comunicación, todos del Gobierno? Deberán agradecer las generaciones futuras el trabajo de escritores como Fernando Velázquez Medina, aptos para salvar esa memoria otorgándole rango de categoría artística; única manera de que la verdad no quede tapiada para el porvenir. Fernando Velázquez Medina nació en La Habana, en 1951, trabajó como crítico de cine y de literatura en el Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, Bohemia y otras publicaciones de la Cuba socialista. Posteriormente formó parte del grupo de pensamiento independiente Criterio Alternativo, por lo cual sufrió prisión. Se exilió en estados Unido y hoy radica en New Jersey. Última rumba en la Habana, Ediciones Baile del Sol, Islas Canarias, España, 2009. 185 páginas, edición rústica. Diseño de cubierta por Yailén Rivera, fotografía del autor por Jesús Rivera.
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