Repasamos la carrera de una de las grandes estrellas de Hollywood​​​​​​​​​​​​​​​

No son demasiados los actores que pueden vanagloriarse de tener o haber tenido una fructífera y larga carrera cinematográfica en Hollywood. La maquinaria de los grandes estudios, los gustos del público y la dictadura de la taquilla son capaces de devorar a infinidad de actores que en un determinado momento fueron o creyeron ser grandes estrellas en el firmamento cinematográfico (¿alguien se acuerda de Ralph Macchio, adolescente que rompió taquillas con Karate Kid?).
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Sin embargo hay actores que saben reinventarse lo suficiente para permanecer en la memoria cinéfila del espectador durante años y años. Es el caso de Richard Gere, un actor que ha sabido mantener su solvencia dentro de este negocio desde el lejano año de 1980, cuando saltó a la fama gracias a su papel protagonista en American Gigoló, del director y guionista Paul Schrader, y sobre todo dos años después con la muy conocida Oficial y caballero, que le aupó a las más altas cotas del star system americano.

Ambas películas descubren una cierta versatilidad en el reciente actor a la hora de encarar papeles diferentes, aunque, también es cierto, que tanto en American Gigolo como en Oficial y caballero Richard Gere se aprovecha potenciando la imagen de icono sexual que tenía por aquel entonces y que ya había ensayado en películas anteriores como Yankis.

Imagen que continuó explotando durante los años ochenta con películas como Vivir sin aliento, una especie de remake de Al final de la escapada, donde compartía cartel con Valérie Kaprisky, actriz tan bella como efímera, y sobre todo con Atrapados sin salida, un thriller al servicio de dos de los mayores sex symbols de aquellos maravillosos años: Richard Gere y Kim Basinger, quien se había convertido en nuevo mito erótico poco antes con Nueve semanas y media.

Con estas películas, Gere conseguía atrapar un gran número de fans de diversas edades (¿qué jovencita de aquel entonces no se sintió rescatada de su fábrica por ese oficial y caballero?, ¿qué mujer de mediana edad no suspiró en aquellos tiempos por ser amada por aquel gigoló americano?), muchas de las cuales, hoy en día, siguen su carrera cinematográfica fieles a una imagen que ha ido evolucionando con el paso del tiempo hasta llegar al rol de galán seductor y maduro que comenzó a forjar gracias a su mayor éxito: Pretty woman.

La comedia romántica es a día de hoy uno de los géneros más vapuleados por la crítica y más queridos por el público. Y sólo dos películas de este género son capaces de obviar esta discrepancia crítica/público: Una es La boda de mi mejor amigo, también protagonizada por Julia Roberts, y la otra es Pretty woman, convertida hoy en el ejemplo a seguir de la comedia romántica moderna. Imitada hasta la saciedad (pero casi nunca igualada), esta mezcla de Pigmalión y Cenicienta supo combinar sus ingredientes para crear una química que traspasó fronteras y colocó a Gere en el punto álgido de su carrera.

Es en este punto, en 1991, cuando Richard Gere contrae matrimonio con la modelo Cindy Crawford, entrando a formar parte de la prensa amarilla de Hollywood. Sus siguientes trabajos no tienen mucha repercusión y se comienza a entrever que su estrella se está apagando.

Pero el divorcio con Crawford en 1995 y su posterior conversión a la fe budista (incluso se permite una diatriba contra el gobierno chino en El laberinto rojo) permiten a Gere entrar en el nuevo milenio con su imagen cinematográfica lo suficientemente asentada como para que su solo nombre en el cartel de una película consiga darle el empaque necesario para una carrera comercial con ciertas garantías.

Richard Gere se siente cómodo con su nuevo rol dentro del star system de Hollywood. Acepta, a su vez, que muchos de los guiones que le llegan han sido descartados por otros actores, pero eso no le impide escoger cuidadosamente las historias en las que quiere participar. Puede parecer que no se prodigue demasiado pero su ritmo es de una película al año. La década comienza con el musical Chicago, película que se alza con seis Oscar, entre ellos el de Mejor Película, para posteriormente dispersarse en películas de cualquier género, sin olvidar aquellos que le hicieron famoso: la comedia romántica a la que vuelve en Shall we dance (¿Bailamos?), película agradable y por encima de la media, y también el drama de tintes humanistas en Siempre a tu lado. Hachiko, que resalta la fidelidad, la lealtad y la amistad a través de la historia de un hombre y su perro.

Puede parecer poco para un actor que ha estado delante de la cámara de directores como Terrence Malick (Días del cielo), Francis Ford Coppola (Cotton Club), Sydney Lumet, Mike Figgis, Robert Altman o Tod Haynes, pero hemos de admitir que Richard Gere no suele defraudar. Y el mejor indicativo es que muchas de aquellas fans que se enamoraron de él en aquella Oficial y caballero aún suspiran por él (aunque sea a escondidas de sus maridos).