Una gata amamanta
a sus tres crías.
No puedo dejar de mirarlas.
Son dos hembras atigradas
que se funden con mamá
y un macho negro,
el más revoltoso,
el más despierto.
Hace cuña
hasta encontrar un hueco.
Sus hermanas
de tan tranquilas
parecen dormidas.
Él ni mamando
puede estar quieto.
Como su padre,
defiende un territorio
demasiado grande.
Como yo.
Nada de esto es mío.
No me pertenece
esta montaña,
este pueblo,
este valle,
ni el futuro
de sus tres tristes tigres.
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