Es Navidad y el hombre y su sombrero sólo van a ser capaces de paliar el vacío dándose al alcohol en un garito de Nueva York.
Porque el espejo estaba roto y ella no es ella más.
El espejo rompe el encantamiento. La chica no va a salir con él, ni siquiera con su sombrero nuevo.
El amor y sus reflejos.
El amor y su dolor.
El corte del espejo hiere y atraviesa el sentimiento de ese hombre que minutos antes, enamorado, creía en la posibilidad de una vida mejor junto a esa chica.
Jack Lemmon (encarnando a CC Buxter) sufre. Ama profundamente a una mujer, pero el espejo le ha descubierto que ella no le quiere, ama a otro, y que, además, está involucrada en una relación difícil. Es Shirley MacLaine (Srta. Kubelik).
Shirley MacLaine también sufre. Quiere a un hombre y no quiere pensar lo que en el fondo sabe bien: él no la quiere. No se trata de Jack Lemmon.
Coincidir en el amor es arduo, un fenómeno prodigioso que sucede o no sucede. Shirley y Jack no coinciden, ¿o si? Habrá que dejar que la trama avance.
Un guión que daría juego para realizar las clases de esta materia de todas las escuelas de cine del mundo, en el que cada detalle tiene un por qué y cumple su función a la perfección. Un director con una puesta en escena impecable. Unos actores absolutamente brillantes. Una película de culto.“El apartamento”: un tratado sobre el amor, sus miserias y sus grandezas.
Una película que se redescubre en cada visionado.
Cada uno tiene sus tradiciones en Navidad. A mi me gusta volver a ver algunas películas. Son algunos títulos concretos, casi siempre los mismos. Uno de ellos es “El apartamento”. Me gusta deleitarme en cada plano, degustar cada línea de diálogo. Pero también pensar en los temas que subyacen tras la trama. En la complejidad del amor, que tan bien transmite esta película.
Todos vamos encontrando/dejando atrás “espejos rotos”, historias que no llegan a ser pero que, durante un tiempo, nos ciegan, son como una luz de atardecer intensa mientras conduces. Te impide ver. Ocupa todo el espacio visual. No hay posibilidad de divisar nada más.
El toque amargo que recorre casi toda la película se rompe cuando ya llegando al final Shirley MacLaine deja plantado a Fred Mac Murray (Sr. Sheldrick) en una fiesta de fin de año. Y corre, corre velozmente porque algunas veces el prodigio ocurre, incluso a destiempo. Y los espectadores hacemos una carrera veloz e inquieta junto a la protagonista en esos planos. Sentimos fatiga con ella, angustia por la inquietud de que no encuentre finalmente a Jack Lemmon.
Y se produce un disparo que acongoja. Y Shirley MacLaine entra en la casa de Jack Lemmon preocupada por llegar demasiado tarde. Y hay una partida de cartas final que rompe de forma genial con los finales tópicos dejando claro que ÉL Y ELLA POR FIN VAN A ESTAR JUNTOS, que él sigue queriéndola, que ella le empieza a querer.
Y vivimos con emoción el saber que los dos protagonistas coinciden por fin en su sentimiento. Porque en secuencias preliminares hemos podido vislumbrar la vida que le espera a cada uno por separado y no parece lo mejor que pueda pasarles.
Y uno acaba satisfecho de que la historia tenga un final positivo. Porque la carrera de Shirley ha dado frutos cuando ya esperábamos lo peor.
Después de ver la película, magistral, pensamos: démonos también una oportunidad, dejemos atrás los “espejos rotos” y corramos hacia nuevas vías. En el amor y en la vida.
Siempre nos quedará un buen recurso, imitando a Shirley MacLaine podemos enviar un pastel por Navidad a los que quedaron atrás…
https://www.youtube.com/watch?v=gKKj6G3RP
Pilar García Elegido - www.lacalledelavida.wordpress.com
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