......................................La corrida del autobús había sido larga. Venir desde Toluca, viajando  a través buena parte de la república, recorriendo sin verlas, tantísimas ciudades y  pueblos como fuimos pasando, no es algo tan sencillo como alguien pudiera pensar… No niego, la había pasado durmiendo gran parte del trayecto, aunque me perdí observar la mayoría de los paisajes, que estoy seguro  eran fabulosos, aunque yo adormilado, apenas pude apreciar.

Por fin el operador, deteniendo y apagando  el vehículo,  habló por el altavoz para anunciar a todos quienes iban aún más lejos, posiblemente hasta Piedras Negras, en la frontera norte del país.

-  ¡Torreón…! ¡Treinta minutos para comer…!  Añadiendo su opinión personal -  Si gustan,  enfrente está la cocina de doña Pelos.  Yo recomiendo su guiso.

Sin hacer caso a lo último que dijera, sólo pensé.

- ¡Por fin…! -  Ya era hora estirar de fijo, los músculos adoloridos.   

Ahora seguía  bajar rápidamente.  Para mí, aún esperaba un buen rato de camino, no sabía qué tanto, lo peor por cuanto había escuchado, sería todo  polvoriento.  Indispensable  tomar otro autobús, en el cual trasladaría a mi meta final.  ¡Tlahualillo!

Cerca si hasta eso, pero lejos si vienes cansado.

No tienes hambre, sólo una sed que apabulla.  

Era un lugar donde  mi destino esta ocasión, posiblemente cambiaría en mucho mi punto de vista sobre las condiciones que se vive en estas zonas…

Y sentía curiosidad por ver, cuanto esperaba encontrar, luego leer tanta historia.  Podría entender lo que dicen.

O reafirmar mi convicción de ser aquí, un punto donde los extra terrestres descendían en esta parte, pues para ellos aquí  sería parada obligada, al venir de las estrellas, tomando como referencia una línea bien trazada, en la cual al menos tres puntos bien reconocidos, tienen un magnetismo particular, iniciando en las pirámides de Egipto al este,  el Triángulo de las Bermudas al centro y  la Zona del Silencio al oeste…

Justo donde al menos yo, suponía iríamos a conocer.

Si alguien se fija, estos tres puntos coinciden en sus coordenadas. 

Son puntos innegables de referencia para guiar los turistas espaciales, al llegar donde ubica el llamado planeta Tierra.   

Yo sólo venía a visitar mi amigo Héctor, un fanático de la pluma, imitador de Ramos Arizpe, quien con un bello artículo surgido de su mente, había logrado brindar una idea fabulosa, para describir las maravillas de una parte que tenía si no olvidada, por lo menos relegada para algún día…

Eso era como decir, no tengo tiempo de ir, donde la curiosidad impelía.

A partir leer su artículo, la idea brotó y me dije debo seguirla.

Me encantaba el  buen toque de sinceridad puesto en sus escritos, haciendo fueran tan completos, cuanto por ello, me había vuelto fanático de leerlos. Con él, en cuanto escribía, había recorrido caminos, visitando virtualmente lo que describía con tanta propiedad. 

Este ya no era un viaje virtual, ahora sería real.  Si hasta ahora mi amigo a través la computadora había buscado alentar mis propósitos de escribir, ahora diría yo en viva vista,  podía tratar presenciar,  cuanto había fascinado sólo con leer sus datos.  ¡Por lo pronto, había llegado!

Para empezar, al descender del carro, puse a  mirar el entorno. 

No tanto con el ojo crítico como hacen muchos, cuando llegan a estas partes,  y desaniman  inmediatamente al hacer tal vez sin querer, comparaciones desfavorables,  con respecto zonas arboladas y llenas de verdor… 

Yo venía  advertido, esta región es  una vista polvosa, la cual no corresponde a cuanto otros ensalzan como fabulosa. La diferencia, unos fijan en cuanto observan, otros aprecian lo que no ven, pero ahí está.

Se debe buscar,  si se desea encontrar… De momento nada pude mirar.  

No importa. Para mí, bien sabido dónde venía, me dije hay tantos, que olvidan el desierto es este, como tal  hay qué saber captar su belleza.

Por tanto llegaba con la perspectiva de descubrir lo bello que hay oculto, entre candelilla y mezquites…. Paisajes hermosos se encuentran en cualquier parte. Zonas intrigantes… ¡Eso  ya es otra cosa…!  

A veces valen más, si sabe uno entender qué contienen de extraordinario.

Pues aunque alguien refute, me perdonan, pero aseguro…

¡Hasta el mismo  polvo tiene su belleza…! 

Como es sabido aquí, donde las tolvaneras dejan impregnado a uno,  con ese polvillo rojo ocre tirando a gris, el cual molesto y todo, va haciendo cambiar el paisaje, cosa no vista en otra parte. Yo me dije, si a mí tocara sufrir un embate de esos, será bienvenido y apreciado como una experiencia más, de tantas como he ido almacenando en mis recuerdos.  

Con Héctor había  planeado tomar sólo dos días, para recorrer algunas partes entre ellas esa zona donde quiérase que no, Dios dejó impregnada tanta belleza natural, cuanto bien sabía con tan corto plazo, sería insuficiente…

¡Pero algo es algo, dijo un calvo…! O como inventaron  ahora los muchachos,

¡Algo es algo, dijo el diablo…!   ¡Y se llevó un Obispo…!

Yo llegué dispuesto para iniciar una excursión, que a todas luces prometía ser diferente a otra cualquiera.  Ya el simple hecho de asomar por aquí, vale la pena. Si pudiera prolongarla, pienso entonces volvería si no un experto, al menos un conocedor, pues sin menospreciar alguna…  Se quiera o no…

¡Esta parte es única en el mundo! 

Teniendo tantas ocupaciones, de momento sería imposible, apenas si echaría un vistazo a estas partes, donde por desgracia, gracias nosotros mismos, lo que duró cientos de miles de años sin cambios reales, comenzamos a contaminar, a pesar estar en el entendido, que ha permanecido inviolado por millones de años…. ¡Conste, hablo de flora y fauna…!

Todo cuanto se encuentra  en estas zonas, tan son endémicas, cuanto vienen muchos a estudiarlas precisamente por ser únicas.

Qué ganas poder ir también a Cuatro Ciénegas, donde sé  es una zona plena  de una belleza extraordinaria, donde existen organismos antediluvianos,  que no encuentran en algún otro lado.  

Y por si no se sabe, de todas partes del mundo vienen estudiosos, quienes quedan con la boca abierta, al ir conociendo por propia experiencia, que cuanto aquí ocurre y cuanto aquí encuentran, es un legítimo viaje al pasado, no de una zona… ¡Sino  del mismo planeta…!   ¡La tierra…!

Tal vez el temor provenga de cerrar ojos y oídos. Es una verdad irrefutable.

¡El desierto habla por sí solo…!  

Tan  es cierto, cuanto a diferencia de otros, aquí pululan especies vivas. Hay más de 350m especies de flora y cerca de 250 de fauna. En general endémica, pues no se ven en otras partes.

En sus sonidos menguados o impulsivos, cuenta historias de tiempos idos,  cuando aquellas partes fueron mares. Cuando en un gran cataclismo, sus tierras alzaron, formando una cuenca, que no desemboca en otra parte…  

Y quien logra escuchar sus sones, entiende la maravilla de observarlos…  

En estas disquisiciones inicié el viaje rumbo Tlahualillo, ubicado como ya sabía,  en el estado de Durango.  Habíamos quedado ir a conocer la Zona del Silencio.  Un lugar donde las manecillas de las brújulas se vuelven locas,  donde a pesar las condiciones climáticas favorables,  no hay señal ni en los teléfonos celulares, ni siquiera en los radios del vehículo donde nos trasladaríamos.  Donde por un extraño fenómeno, al parecer son atraídos meteoritos y ¡Asombre usted…! ¡Hasta misiles que deberían ir a caer en otro lado…!   ¿Qué es lo que pasa…? ¡Hasta hoy nadie lo sabe!  

¿Yo…? ¡Menos que nadie…! Y ahora iba atisbar tal maravilla, aunque fuera dando una ojeada.  Por lo pronto, había llegado. Debía preguntar a qué horas salía la corrida, antes decidir, si visitar la cocina de la tal doña Pelos, para probar las delicias culinarias ensalzadas por el chofer del autobús, o sencillamente aguantar hasta llegar a Tlahualillo, donde seguramente podría entrar a cualquier parte, dónde disfrutar unos buenos tacos de machaca…

¿Carne a la Durangueña…?  ¡O a la Norteña…!

Pues a mí, francamente  las tripas en esos momentos solicitaban más bien, unos buenos tacos de carne de cabrito, que aunque digan el de Monterrey es el famoso, yo afirmo, el de acá es el sabroso…  Por tanto descendí del infame autobús donde había pasado más de veinticuatro horas, con intervalos de apenas quince minutos, siempre escuchar al conductor decir…  ¡Para estirar las  piernas…!  Recogí mi pequeño veliz de fibra sintética,  de paso recogí  la chamarra, la cual para nada iba poner, dado el calor tan sofocante, que hacía sudar a mares. Debía acostumbrarme, pues esto del calor, iba ser constante.

Sabiendo el carro salía de inmediato, abordé y  llegué a Tlahualillo, donde mi amigo esperaba descendiera del transporte. Al día siguiente visitaríamos lo que en la escuela  aprendí se llamaba el bolsón de Mapimí, actual  reserva de la biósfera. Y comenzó mi excursión.

Con él fuimos a Ceballos, donde al parecer últimamente han visto objetos suspendidos en el aire, verdaderos OVNIS en el cielo. En todas estas revelaciones, me mantengo escéptico, ocurren tantos factores, cuanto imposible discernir la verdad de cuanto la gente quiere imaginar…

El propósito del viaje sería dedicado, como algo inusitado, conocer  la Zona del Silencio en toda su magnífica soledad, donde se sugiere, apenas unas cuantas plantas crecen, pero donde existe tanto vestigio, que enriquecería cualquier museo de paleontología. Tantos, cuantos alguien siquiera puede imaginar. Donde por la parte humana, enfrentaría si alcanzara el tiempo, a conocer el lugar donde los aborígenes Anasazi, se cree juntaron con los Mayas, para juntos  recibir en aquellas  épocas pretéritas…

¡LA LLEGADA DE LOS DIOSES…!

..........................................................

Debo hacer referencia a lo estudiado antes de venir. Los indios Anasazi fueron un pueblo que llegó a los lugares donde asentaron, en una época cuando por acción de uno de tantos cambios climáticos, como han ocurrido desde cuando la tierra es tierra, el desierto convirtió en vergel.

Su territorio incrementó, llegando hasta donde ahora es dominio de Estados Unidos, abarcando un territorio enorme, donde actualmente es conocido como el espacio vital de los indios Pueblo.

Pero también por ahí pulularon Tarahumaras,  Apaches y Comanches, más otras etnias más pequeñas como fueron los tobosos, sin dejar mencionar, quienes  en otros lados tuvieron presencia, como fueron los chichimecas. 

Las tribus peleaban entre ellas, a modo desunieron tanto, cuanto al llegar a nuestros tiempos, prácticamente puede decirse, están acabados.

Entre todas esas etnias, sobresalieron los Anasazi.

Es famosa su ciudad tallada en piedra. Tal como Petra, ciudad ubicada por allá en Jordania, se encuentra edificada a base martillo y cincel, no con piedras acarreadas.  Vaya si llama la atención de todo mundo.

¡Sus ruinas hablan de una cultura que subsistió a duras penas! Hasta tenían cisternas para almacenar agua.  Su organización social  es desconocida.

Sus creencias igual, pero ahí está la prueba de una civilización que debió haber alcanzado un alto grado de desarrollo.

Llegaron y quedaron en estos sitios, y luego… ¡Un misterio su desaparición! Como es misteriosa la desaparición de los Mayas.

Posiblemente hayan venido persiguiendo caza mayor como fueron los bisontes. Lo cual les merece el título de cazadores recolectores.      

Pero si hasta entonces habían sido cazadores de piezas enormes como son los mastodontes, al comprobar las favorables condiciones climáticas, en una de esas épocas en que la tierra cambió bruscamente, de ser como habían sido antes, encontraron aquí había agua en abundancia. Es sabido, el desierto con su acción benéfica,  florece en forma impresionante.

Como conclusión a tan favorables condiciones, los Anasazi convirtieron en agricultores, dado todo era propicio para ejercer tal actividad.

Imposible entender qué ocurrió. Aunque ha habido muchas suposiciones para explicar, como aquella que sugiere, este pueblo abusó de los recursos naturales, las cuales gracias al cambio climático, habrían favorecido el desarrollo de la agricultura.

¿Por qué me puse estudiar y hablo sobre ellos? Todavía no.

Apenas si los menciono.

¡Muy sencillo, porque con estos indios, o con otros similares muy parecidos a estos,  iba yo a pasar la máxima aventura que pudiera  haber soñado…!

Salimos de Tlahualillo de Zaragoza, hasta encontrar con el entronque de la carretera federal, marcada con el número 49D, la cual corre de Torreón a Jiménez, a doble circulación. Esta es una ciudad donde no llegamos.

Doblamos mucho antes,  para tomar el camino que llevaría a Ceballos, y de ahí según confió Héctor, tornaríamos luego hacer algunas diligencias, rumbo la sierra, que no entendí cuál, dado estábamos en pleno desierto y todo el horizonte era una raya continua, con apenas unas pequeñas elevaciones que sobresalían en el paisaje. ¡Mucho muy a lo lejos…!   

Es impresionante caminar estas carreteras… ¡Solitarias como ellas solas…! Con un paisaje repetitivo, donde el cielo es el único que da un toque diferente al paisaje agreste…

 

Zona del Silencio                (Wikipedia)

 

De un gris opaco, con una vegetación que no puede considerarse tal, pues ni el chaparral crece en estos lados, dado el agua escasea a tal grado, cuanto el desierto permanece como si fuera una tundra desolada sin vegetación alguna. Pero está lleno de vida, la cual de día apenas aparece, pero en la tarde noche, comienza vislumbrarse por ser tan abundante, cuanto vale la pena estudiarla.  

La diversión en esos momentos, era estar captando algún destello de vida, reforzado ante algún animalito que de pronto aparecía, para desaparecer de inmediato. Pude ver algunos terrenos cercados… ¡En un lugar donde nadie iría, por sencillamente no haber nada…! Mi anfitrión explicó.

- No te creas... Aquí puede suceder todo. El ganado vaga libre y son las mismas bestias quienes buscan protección, para llegar cerca algún aguaje, y satisfacer las necesidades propias suyas. Sólo cuando no llueve por años, escasea todo, hasta esas yerbas que ves, dejan echar brotes, como reservando su energía, para más propicias condiciones.

En ese tenor, fuimos conversando.    

Mientras íbamos en ese camino, Héctor fue contando, los verdaderos motivos para invitar a visitar una tierra, que como para hacer turismo, no atraía demasiado. Fue diciendo, me había invitado por no saber qué hacer, con lo conocido apenas, a través  una noticia no oficial, la cual a su juicio bien valía la pena investigar…

¿Quién mejor fuéramos los dos, para observar de cerca lo que decía?

¡Caso comprobar fuera cierto,  iba causar revuelo…!

De ahí en más, el hermetismo hizo presa de su boca.  Yo iba intrigado. 

Si no de mal talante, al menos agobiado.

El camino no tenía para cuándo dar siquiera una curva. Rectas que perdían hasta el infinito.  Un poco de lomerío, para luego volver a ser plano.

La monotonía de tal camino, el calor sofocante y unas cuantas cervezas que ya habíamos consumido, hicieron pensar, a Héctor algo se le habría atravesado, como para iniciar nuestro tour, precisamente haciendo confidencias, sin explicar claramente qué hubieran descubierto.

Eso cuando todavía no habíamos llegado al objetivo principal de nuestra entrevista. Yo había creído venir,  pensando sólo conocer la Zona del Silencio.

Él pretendía, fuéramos a ver, como dijo, no los efectos que se dan en esta zona, sino las causas por las cuales, esta región ha intrigado tanto los investigadores…  Y no solamente por aquello del magnetismo...

¡Sino por haber mucho más!   ¡Que de eso pocos piensan…!

Vaya si había diferencia de opiniones. Pero si él era el anfitrión, supe debía acatar cuanto dijera, y preparar para iniciar una aventura, en la cual no había pensado, pero se ofrecía apenas de llegar a estas tierras…

En Ceballos, un pueblo bastante deprimido, no por no tener dinero, sino precisamente por tenerlo, es por lo cual, esta gente la pasa laborando sus campos… Son extensiones inmensas, que se cuentan por cientos o miles de hectáreas… ¡Es gente laboriosa, que a duras penas descansa, pues prefieren ocupar, más estar sin hacer nada en una parte, donde apenas si refresca por las noches…! Una vez ya en este pueblo, nos detuvimos para repostar gasolina.  Llamó mi atención, ver llenaba un enorme bidón, que según dijo, era para tener combustible de reserva.

De ahí fuimos en seguida a recoger una dama, la cual según dijo mi anfitrión, sería quien llevaría a destino. Yo iba de sorpresa en sorpresa. Nunca pensé, iría compartir con una mujer, la experiencia maravillosa que esperaba obtener. Pero si eso era, qué bueno, personalmente, sólo con ver acompañar nuestra excursión una damita, hizo concebir, la experiencia resultaría más grata.  Cuando la presentó, pude ver aquella mujercita, era de una belleza extraordinaria.

Aparte ser joven, lucía toda la exuberante belleza peculiar de las mujeres de por acá. Norteña de cepa, era muy abierta, llena de simpatía, con una forma de hablar muy peculiar, quien para empezar dijo llamarse Lupita.

Añadiendo… ¡Así no habría equivocaciones!  

Por supuesto estreché su mano e hice a mi vez, presentación de mi persona.

Ignoro por qué supe, ésta débil mujer, de eso sólo tenía la fama, pues a leguas presentaba, una reciedumbre que más de cuatro quisiéramos tener. Y además, esto muy cierto, lucía en su haber,  un aura de misterio, que hacían ver  como alguien especial. A Héctor y a mí,  presentó una compañera. 

Significaba vendría con nosotros acompañada de Noemí, una amiga con quien al parecer tenía mucha confianza.  Otro portento de belleza, en quien sin querer pude apreciar, era todo lo contrario a su compañera, pues si la primera era aguerrida y decidida, esta a todas luces destilaba ternura, derrochando  simpatía por todos sus poros, a modo convencer, era la buena, y la otra si no era la mala, sí la recia…

¡Dos mujeres de cepa dura…!  Bien identificadas entre ellas, además con mucho qué enseñar a los varones, sobre todo aquellos que piensan, sólo ellos pueden tener vigor, como para iniciar empresas riesgosas, por no mencionar la palabra peligrosas...  Supimos quién era Noemí. ¡La dulce del equipo!  

Si bien ser dulce, no quería decir fuera quedada. Al contrario, su determinación para llegar al objetivo, la tenía bien cimentada.

Luego vi cargar algunos fardos.  Llevaron con ellas, un extraño aparato, el cual según dijeron, serviría como sonar, para rastrear el sub suelo… 

¡No entendí nada, pero supuse, sabrían qué hacían…!

Siendo yo el invitado, lo menos en querer, fuera darme por avisado, que iríamos a buscar algo o alguien, dadas las precauciones que tomaban.

Subieron todo en una troca que mostraron con orgullo. En ella iríamos. Tracción delantera y trasera, con bloqueo en cada una de las ruedas…

¡Una maravilla de tecnología!

El vehículo fue llenando con varios bultos. Subieron desde una gran canasta, llena de alimentos para consumir pronto, hasta unas cajas con latería y otras tantas muestras de lo que actualmente puede llevarse, a un sitio donde no hay siquiera un pequeño tendejón, para adquirir alguna golosina.

¿Yo…? Sólo miraba. Por supuesto ayudaba en ir acomodando todo.

¡Hasta una llanta de repuesto, por aquello una pinchadura!

No faltaba una buena porción de agua, la cual es indispensable cuando uno piensa acampar en pleno desierto, unos cobertores y finalmente, eso sí sacó de onda… ¡Subieron cuatro impermeables…! Uno para cada uno…

Algo consideré absurdo, pues si en una zona es posible no esperar lluvia, es precisamente en esta… Como fuera, ellas iban preparadas.

Mi pensamiento era congruente, si sólo íbamos a durar dos días…  

¿A qué tanta preparación…?  Era como si fuésemos a durar al menos tres semanas… Pero callé.

      

 

 

 

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Comentario por juan ignacio arias anaya el junio 18, 2016 a las 8:38am

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Efectivamente esta Novela la escribí dedicada a Héctor. 

Luego él me la corrigió y el resultado, una bella novelista 

Saludos 

ignacio 

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