Como una batalla en certidumbre
es la nueva piel que reina
el susto sublime de perderse,
cuando guarda el asombro de extravío
en sus hamacas tiesas sin responso,
y durante los nuevos apartados de la confusión,
nacen dudas maltratadas sin fruncidos
justo en súbdita apariencia de la infancia.
Pero mientras muere el viaje pienso
en la adorable condición ofrecida
a lo desconocido; entonces, puede
que me sirva el alazán cobijado
en cortinas celestiales para olvidar
el aliño de una guía entrecruzada,
doblegando torsos de ciudades.
Quiero poseer el osado anhelo
de tallar mis pasos, de alargar mi vida
en simples huellas sonatinas
y puliendo la conquista de un feliz relato.
¿Qué importa que una senda ancha
forme un muro infranqueable?
Necesito perderme como un rastro
y cargarme de oro la memoria sin catálogo,
en los suburbios misteriosos o joviales,
sin regodearme libre y vagabundo
en el don de una parábola.
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