Las dos ciudades que marcaron la vida del diseñador inauguran en octubre próximo sendos museos consagrados al estilista y sus creaciones. La colección marroquí de Yves Saint Laurent sale a subasta en Marrakech

Como corresponde a un maníaco-depresivo, y él lo era, Yves Saint Laurent era un hombre de extremos. Cuando estaba bien, estaba exultante. Cuando estaba mal, se hundía en las profundidades de un pozo oscuro. Cuando fumaba, se lo fumaba todo (cuenta la leyenda que hasta 150 cigarrillos al día).

Cuando bebía, lo hacía sin freno, hasta el punto de convertirse en un alcohólico en los años 80. Cuando descubrió las drogas, comenzó a meterse cocaína frenéticamente. Cuando se desintoxicó y se pasó a la Coca-Cola, llegaba a tomar diariamente unas 25 botellas de ese refresco. La suya era una personalidad excesiva, descomunal, tan excesiva y descomunal como su talento.

YSL era también bastante egocéntrico y un maniático de la perfección. Lo demuestra que fuera el único diseñador de su generación que, desde que en 1962 presentó su primera colección de alta costura con la etiqueta Yves Saint Laurent hasta su jubilación en 2002, fue archivando sistemáticamente todo su trabajo: todos sus bocetos, todos sus prototipos (aquellos modelos diseñados por él, realizados en su taller siguiendo sus instrucciones y mostrados después en pasarela), todos los complementos a juego (joyas, zapatos, guantes, sombreros...) con que se exhibían esos prototipos, todos los registros del almacén, todos los libros de ventas y contabilidad, las hojas en las que anotaba sus instrucciones específicas, fotos, vídeos de sus desfiles, dossiers de prensa, guías de sus clientes...

Esa obsesión que le llevó a preservar todo lo relacionado con su trabajo durante los casi 40 años que duró su carrera como estilista es hoy un fascinante tesoro compuesto de 5.000 prendas de alta costura, 15.000 accesorios y millares y millares de bocetos, fotos y objetos que permiten analizar el proceso creativo de YSL de principio a fin y situar cada una de sus piezas en su propio contexto.

Todo ese inmenso legado se exhibirá a partir de octubre en dos museos permanentes consagrados a Yves Saint Laurent: uno en París y otro en Marrakech. La elección de esas ciudades no es baladí, ya que ambas marcaron su vida. En París YSL vivía y tenía su estudio, y es precisamente en el número 5 de la avenida Marceau, donde tuvo su atelier desde 1974 hasta 2002, donde el 3 de octubre abrirá las puertas la sede parisina de su museo. En algunos de los salones donde el estilista recibía a sus clientes se podrán contemplar ahora algunas de las más célebres creaciones de un genio que revolucionó el guardarropa femenino y que inventó a la mujer moderna.

Y qué decir de Marrakech: el estilista descubrió en 1966 esa ciudad y le fascinó, hasta tal punto que desde ese momento todos los años, el 1 de diciembre y el 1 de junio, ponía rumbo hacia allí para pasar 15 días. Marrakech se convirtió en una fuente de inspiración para sus creaciones y allí se compró en 1980 junto a Pierre Bergé, su pareja sentimental durante dos décadas y socio empresarial durante medio siglo, una magnífica residencia que bautizaron como Villa Oasis y que incluía un maravilloso jardín privado pero abierto al público, el Jardín Majorelle.

No es casualidad que tras fallecer el 1 de junio de 2008 en su residencia de París en rue de Babylone de un cáncer cerebral, las cenizas de YSL fueran esparcidas en el Jardín Majorelle. 

Pierre Bergé, quedó al frente de la Fundación YSL-Bergé (creada en 2002, el año en el que el diseñador se cortó la coleta, y que custodia su legado) tras el funeral del diseñador.

En un edificio de más de 4.000 metros cuadrados situado precisamente junto al Jardín Majorelle, en la rue Yves Saint Laurent, se encuentra la sede del segundo museo consagrado a YSL, que será inaugurado el próximo 16 de octubre.  En esos dos museos en París y Marrakech se podrán admirar, algunas de las más famosas creaciones de un genio cuyo enorme talento Christian Dior detectó nada más conocerlo, hasta el punto de contratarle cuando sólo tenía 18 años y de sucederle al frente de esa legendaria casa de modas. Porque tras la muerte repentina del modisto, YSL tomó las riendas de la firma Christian Dior en calidad de director artístico. Tenía 21 años.

Pero entonces se desató la Guerra de Independencia de Argelia contra Francia y Saint Laurent fue llamado a filas. El diseñador, famoso por su personalidad frágil y su proverbial timidez, estuvo sólo 20 días en el ejército antes de que las novatadas y abusos a los que le sometían sus compañeros de cuartel le provocaran un colapso nervioso y tuviera que ser ingresado en un hospital militar. Fue allí donde se enteró de que los nuevos dueños de Dior habían decidido ponerle de patitas en la calle.

La noticia de su despido agravó su muy precario estado mental y fue trasladado a otro hospital militar, el de Val-de-Grâce, en el que le inflaron a ansiolíticos, fármacos antipsicóticos e incluso descargas de electroshock. El propio YSL situaba justo allí, en el tiempo que pasó en ese centro sanitario, el origen de sus problemas mentales,  recurrentes depresiones y de sus adicciones a las drogas.

Tras recibir el alta en noviembre de 1960, Saint Laurent llevó a juicio a la casa Dior por incumplimiento de contrato. Ganó. Y poco después junto con Pierre Bergé, entonces un librero especializado en primeras ediciones al que conoció en 1958 y considerado desde siempre como la fuerza motriz detrás del diseñador, fundaron la casa de modas YSL, que presentó su primera colección el 29 de enero de 1962 en el número 30 de la rue Spontini de París.

A partir de ahí llegó la revolución. Yves Saint Lauren empezó a trasladar piezas tradicionales del vestuario masculino al femenino, proporcionando a las mujeres tanta confianza como descaro y dotándolas de símbolos del poder sin hacerlas perder por ello su sensualidad. Ya en el 62 vistió a las señoras con un andrógino chaquetón marinero y una gabardina, en el 66 les regaló su primer esmoquin, en el 67 las atavió con el primer traje de chaqueta y pantalón de la historia y se inventó la chaqueta de safari, en el 68 se sacó de la manga el primer mono femenino...

También se resistía a vestir sólo a las ricas que podían pagar sus modelitos de alta costura, así que en 1966 abrió en la orilla izquierda del Sena, en la famosa Rive Gauche, una tienda de prêt-à-porter con su nombre, abriendo así el camino a la moda tal y como hoy la conocemos.

Ya antes, en los 50, comenzó a realizar trajes y diseños para el teatro, el music hall, el ballet y el cine, y siguió haciéndolo durante toda su carrera. Entre otros, colaboró con cineastas como Buñuel y François Truffaut, vistió a actrices como Jeanne Moreau, Isabelle Adjani, su idolatrada Catherine Deneuve...

Y también rindió homenaje a numerosos artistas a través de sus colecciones de alta costura, empezando en 1965 con sus famosos vestidos Mondrian, seguidos en 1966 por los vestidos pop-art, por los guiños que en los 70 ofreció a Picasso y a Diaghilev y que más tarde dedicaría a Matisse, a Cocteau, Braque, Van Gogh y Apollinaire.

Todo eso le valió que en 1983 el Metropolitan de Nueva York le dedicara una exposición individual titulada: Yves Saint Laurent: 25 años de diseño, la primera exhibición individual que el museo dedicaba a un estilista vivo.

"Yo siempre he dicho que las memorias deben de transformarse en proyectos, y por eso vamos a abrir dos museos dedicados a Yves Saint Laurent en París y Marrakech", sentencia Pierre Bergé.