Un congreso en Ciudad del Cabo rinde homenaje a Barnard, el cirujano que hizo el primer trasplante, y a los pioneros de la cirugía cardíaca

El cirujano Christiaan Barnard en París en 1970, tres años después de completar con éxito el primer trasplante

"No puedo esperar a explicarle a mi hija pequeña que tiene la sangre de un héroe corriendo por sus venas". Las palabras de Chris Barnard Jr. fueron el preludio de una jornada de reivindicación de la figura del cirujano sudafricano Christiaan Barnard (1922-2001) en el día exacto del 50 aniversario del primer trasplante de corazón en Ciudad del Cabo, donde se están dando cita las figuras vivas más relevantes que han estado detrás de las innovaciones en la cirugía cardíaca del último medio siglo.

El hijo de Barnard empezó dando las gracias al padre de la primera donante que, como explicó luego el cirujano y escritor David Cooper, tenía que ser blanca y para un receptor blanco, en plena era del apartheid. Cooper, a continuación, explicó que, curiosamente, en aquella época a nadie se le pasó por la cabeza hacer una foto de una operación que, una vez realizada, atrajo a aviones fletados por televisiones de EEUU.

El también amigo de Barnard siguió con la descripción de unos tiempos en los que "un paciente estaba muerto cuando lo decía el médico y no hacía falta más", para dejar claro que, pese a que la muerte cerebral no estaba legislada, "cualquiera podría haber hecho lo que hizo Barnard", pero eso hubiera requerido el lema elegido para esta cita médica: Coraje e innovación.

Pero Barnard no era un cualquiera, claro. Formado como médico en Ciudad del Cabo, hijo de una familia de un pastor en el campo que atendía también a negros, "lo que no les convertía en muy populares", se fue a Minneapolis a formarse en el centro de la cirugía a corazón abierto, no sin antes haber operado a niños en Sudáfrica. Cooper puso notas de humor cuando enseñó una foto de una pegatina en la que se leía "Conduzca con cuidado. El doctor Barnard está esperando".

Avances y experimentos con trasplantes

A lo largo del día fueron surgiendo los nombres de los pioneros de las cirugías cardíacas y de gestas con la experimentación, como la poco conocida de Demikhov, oculta por el telón de acero, con trasplantes de cabezas de perros incluidos y un intento de huida de la Unión Soviética. También se habló de Shumway, el cirujano de Stanford, nacido en la misma época que Barnard, del que la mayoría esperaba que fuera el primero en hacerlo.

Los anestesistas tuvieron también su mérito en la historia de la operación.

Los dos que participaron en la operación se han muerto este año y el médico encargado de recordarlos provocó las risas del público cuando les atribuyó mérito por trabajar con las "primas donas" de la cirugía cardíaca.

También ha tenido su lugar destacado la ciclosporina, la droga que cambió todo al conseguir que se superara el rechazo, otra historia ensayada previamente en animales. Desde EEUU llegó también la historia del primer trasplante simultáneo de pulmones y corazón y la impresión de ver un pecho totalmente vacío. Bruce Reitz sobrevivió cinco años a esa operación de seis horas.

Una de las cuestiones que han ido apareciendo a lo largo del congreso ha sido el acceso a la cirugía cardíaca en toda África. El servicio de Barnard fue el primero en abrir en el continente y, 50 años después del trasplante, en países con una situación más privilegiada como Kenia, hay apenas 15 cirujanos cardíacos. Hacer accesible operaciones que salvan vidas depende de políticos a los que se les hará llegar la Declaración de Ciudad del Cabo, firmada en un congreso cuya imagen es Christian Barnard con un niño negro en sus brazos. En el auditorio del Groote Schuur, el hospital donde Barnard hizo el trasplante, al menos las filas estaban salpicadas de médicos negros.