La religión católica conmemora estos días la muerte del hijo de Dios que vino del cielo. Lo más parecido a eso que tenía la Unión Soviética era el astronauta Yuri Gagarin, que perdió la vida en un accidente de aviación tal día como hoy hace 50 años

Para colmo, también era hijo de un carpintero. De estatura pequeña, procedencia humilde y sonrisa deslumbrante, Gagarin se convirtió el 12 de abril de 1961 en el primer hombre que viajó al espacio: una bofetada para EEUU, que volvía a quedarse atrás en la carrera espacial tras el éxito del satélite ruso Sputnik.

La Física dice que Gagarin dio una vuelta a la órbita de la Tierra durante 108 minutos a bordo de la astronave Vostok 1. Pero la épica sobre el personaje es inabarcable, amplificada por una tradición oral que eleva cada detalle o chascarrillo sobre la misión a pasaje del Nuevo Testamento soviético. 

Empezando, por ejemplo, por la 'anunciación' del enviado de las estrellas a unos pocos humanos rusos anonadados. Les sucedió a dos campesinas, Anna y su nieta Rita. Estaban quitando malas hierbas de su campo de patatas cerca del pueblo de Smelovka. Era el 12 de abril de 1961, un año en el que Nikita Krushev masticó en el Kremlin afrentas para Occidente como el muro de Berlín o el desastre de la invasión de Bahía de cochinos en Cuba. 

Ambas campesinas estaban muy lejos de la política, aunque muy cerca de la historia: vieron acercarse a lo lejos a un hombre vestido con un mono naranja y un casco blanco.

-¡Soy un amigo, camaradas!

-¿Viene usted del cosmos o qué?

-La verdad es que sí.

Gagarin fue en efecto el primer ser humano en poder contestar afirmativamente a esa pregunta. Como todos los programas espaciales de la URSS, la misión Vostok-1 se llevó a cabo en absoluto secreto. Pero una vez que Gagarin alcanzó la órbita terrestre, las noticias de su hazaña retumbaron para siempre. 

Tal vez parte de la historia de la URSS estaba escrita en su cuerpo: dicen que apenas creció en la adolescencia -no llegaba al metro sesenta- por culpa de las hambrunas causadas por la nefasta colectivización agraria de Stalin y por la invasión nazi, que llevó a sus hermanos a un campo de trabajo.  Gagarin trabajó en una fundición y en estudió la maquinaria de los tractores. Voló por primera vez en un Yak-18. Allí descubrió que su sitio estaba en las alturas. Y su cuerpo era perfecto para meterse en una cápsula.

-"¡Poyejali!" (vamos, en ruso) es lo que dijo Yuri Gagarin mientras el cohete se desprendía del suelo dejando una nube de vapor. Es una de las palabras más significativas del idioma hoy en día: se puede decir al brindar, al cerrar la puerta del taxi o al besar a alguien por primera vez, pero Gagarin -ese piloto canijo que se subía al avión con un cojín para poder ver mejor al aterrizar- lo dijo mientras hacía historia. Años después confesó que -en contra del protocolo- no cubrió la ventanilla durante el regreso, porque "tenía curiosidad por lo que estaba pasando". A pesar de los fallos de la misión (se elevó más arriba de lo planificado y aterrizó a miles de kilómetros de donde le esperaban tras un descenso accidentado) al final, la operación fue un éxito.

Ya de regreso a la Tierra, la cápsula del Vostok-1 se desprendió del resto de la nave y comenzó su descenso. Durante un tiempo fue un secreto que a siete kilómetros de alcanzar el suelo Gagarin saltó en paracaídas y aterrizó en un campo cerca de Saratov. Durante su descenso el astronauta perdió el equipo de supervivencia, que se desprendió de su traje espacial. Ese 'petate cósmico' pesaba unos 30 kilos y contenía todo lo necesario para sobrevivir en un territorio hostil: una lancha hinchable por si caía en el agua, alimentos por si se posaba en la tundra, medicamentos por si enfermaba, una emisora por si no lograban encontrarle y una pistola modelo makarov por si, al igual que les sucedería años después a otros astronautas rusos, tenía que vérselas con los osos que habitan en los bosques.

Eran muchas cosas y de hecho fue debido a la pérdida de esta carga por lo que el viento lo llevo más lejos. Gagarin (que en ruso significa algo así como pato salvaje) aterrizó con éxito en la región de Saratov, donde el hijo pródigo del sistema soviético se mezcló con el pueblo agrario que había servido de cimiento a la revolución. 

Pronto se hizo famosa la frase que los medios rusos aseguran que pronunció: "Aquí arriba no veo a ningún dios", un aldabonazo ateo que, apócrifo o no, resonó con el eco que el marxismo necesitaba para apagar durante un tiempo las velas de otros dogmas. Gagarin nunca volvió al espacio, pero se transformó en un santo en la Unión Soviética y un héroe el mundo.

¿Lo mató el KGB?

El astronauta más popular de la URSS y de Rusia falleció tal día como hoy cuando se estrelló su MiG-15 durante unas maniobras. Pero la muerte de Yuri Gagarin siempre estuvo rodeada de misterio. Las circunstancias del suceso nunca estuvieron del todo claras, lo que contribuyó a alimentar las leyendas acerca del accidente. Una investigación realizada en los ochenta apuntó que unas turbulencias podrían haber precipitado la caída del caza en las proximidades de Kirzhach. También se habló de que volaba borracho, que él y su instructor se quisieron acercar a un rebaño de ciervos, pero el que más ruido hizo fue Boris Murasov, un ex teniente coronel, que comenzó en 1989 a investigar y escribió una serie de cinco libros que, bajo el título 'El asesinato de Gagarin', plantean que el KGB mató a este hijo pródigo de la URSS.

Pero en 2013 un compañero de escuadrilla, Aleksei Leonov, desveló su versión: la culpa fue de un camarada que pilotaba un aparato demasiado cerca e hizo que se estrellase. Fue un jet supersónico Su-15 que estaba siendo probado ese día: debía volar a una altura de 10.000 metros y no de 500 metros.

Gagarin y el instructor que lo acompañaba fueron enterrados con honores de Estado en la necrópolis de la muralla del Kremlin de Moscú, cerca de Lenin y de Stalin. 

En contra de lo que mucha gente cree, Gagarin no fue el mirlo blanco sin tacha entre los astronautas. Otra cosa es que todavía hoy la narrativa oficial no se atreva a entrar en sus problemas con el alcohol tras convertirse en una estrella.

Tampoco en las infidelidades a su mujer, que le dejaron una cicatriz en la cara tras caerse saltando por la ventana de una habitación donde le habían pillado en brazos de una enfermera. Pero en todo caso su carisma para los rusos es que fue un héroe encarnado por un hombre normal.

En órbita, Gagarin realizó unos experimentos sencillos: beber, comer, escribir con un lápiz y hablar. Había que comprobar que el espacio podría ser un día la casa del hombre común. Todas sus sensaciones y observaciones se registraron con una grabadora a bordo. Pero ninguna ha dejado como ese "vamos-que-nos-vamos" ruso que acuñó Gagarin al escuchar los cohetes encenderse: "¡Poyejali!".