La paranoia de este hombre fue tan grande, que su pesadilla se hizo realidad

Si el lector osó alguna vez imaginarse como sería el objeto más horrible del mundo, debería consultarle a Jasón: -verde, con pequeñas luces sicodélicas… qué más da, es inútil intentar describirlo.-

Asustado, Jasón paseaba cauteloso por el pasillo de casa con el ‘Stick’ de hockey en las manos persiguiendo un pitido que le atormentaba en su soledad. Habitación por habitación, habría temeroso las puertas unos centímetros, lo suficiente como para que su ‘arma’ cupiera para comprobar que, en principio, nada tenía que temer. Entonces, acercaba la cara a la pequeña obertura y observaba con sus temblorosos y brillantes ojos lo que había más allá de la ‘tierra segura.’ Tras unos cuantos pasos por la estancia, mirar bajo la cama y dentro del armario, ya había asegurado la zona. Respiró tranquilo, y se sacó los zapatos. Pero de repente, el misterioso silbido volvió y aún no le había conseguido dar ninguna explicación lógica. Alzó de nuevo el palo de punta torcida. Sintió como sus glándulas empezaban ha segregar adrenalina de nuevo. Volvió al pasillo y se detuvo. Tras unos segundos de silencio, decidió que el odioso ruido debía venir del baño en dirección al comedor.  Levantó primero el pie derecho y, al clavarlo, pudo sentir como el calcetín resbalaba por el suelo de parquet recién encerado. ¿Por qué se habría sacado los zapatos? La inestabilidad le hacía sentirse un gigante con pies de arena. Temía caer y que el Monstruo le detectase. Tras numerosos malabarismos, se puso a patinar sobre el resbaladizo suelo hasta el baño. Al llegar a la puerta, no pudo detenerse y con el impulso que había cogido, terminó chocando estrepitosamente y cayendo al suelo. – ¡Mal rayo te parta, Monstruo!- Exclamó el infantil treintañero ya en el suelo. Cuando decidió levantar la cabeza, un hilo de saliva iba desde el cuello de su camisa, hasta su labio inferior. Mientras con la manga se limpiaba las babas, se levantó apoyándose con una mano en la rodilla. No vio nada parecido al Monstruo en la sala. Ya volvía a estar tranquilo. -Sin duda alguna, los impertinentes silbidos debían ser producto del viento.- Dijo orgulloso Jasón, como si acabase de terminar una gran hazaña bélica. Aún tenía la cabeza alta, cuando le sobresaltó el pitido de nuevo. Al oírlo, Jasón se tiró al suelo tan asustado que parecía que su corazón golpeaba el suelo del lavabo. No entendía dónde podía estar el Monstruo y para comprobarlo, contradiciendo todo lo que la parte más racional de su ser le decía, se levantó. Ya de pie vio el Monstruo. Al verlo, soltó un corto y contundente grito de niña para cubrir su retirada. Cuando se detuvo oculto tras el sofá, se puso a pensar qué era exactamente lo que estaba pasando. De repente recordó que en su última crisis había dejado a unos metros a su derecha el periscopio, justo en la mesa del televisor. Contó hasta cinco, y se abalanzó bruscamente sobre el preciado objeto, intentando ser tan rápido que un par de fotografías cayeron al suelo. No lograba cogerlo, pues no podía evitar mirar hacia atrás continuamente. Pero finalmente lo consiguió. Cuando notó que por fin lo tenía, volvió al sofá a toda velocidad y enganchó sus sudadas mejillas en el pegajoso cuero del mueble. Ahora estaba satisfecho, pues podía controlar a su enemigo estando a salvo. Movido por un violento impulso nervioso, extendió el aparato hasta más no poder. Cuando llegó al tope, colocó el instrumento con el visor superior oteando más allá del comedor. Parecía difícil, pero tras pensárselo durante largos minutos, finalmente colocó el ojo en el agujero. No veía nada extraño, el Objeto Monstruoso parecía no haberse movido. Pero él seguía tan intranquilo como siempre. Inmóvil, dejaba que las gotas de sudor cayeran deslizándose por su frente hasta caer pestaña abajo y bañar los cojines.

Mientras observaba la puerta del baño como el cazador furtivo al oso, dejó fluir inevitablemente su imaginación. -¡John Wayne!- Dijeron sus labios mientras desviaba la vista hacia su izquierda. Sí, su infantil sueño trajo a Wayne al escenario. – ¡John te necesito, está el Monstruo en mi baño!- El inmutable vaquero ignoró las palabras de Jasón. – ¡John!- Insistió el pobre hombre.  -Entre nosotros no habrá puertas ni cerrojos, Mary Kate, excepto los que tú pongas en tu mezquino corazón.- Añadió el celebre actor de Hollywood. – ¿Mary Kate?- Preguntó confuso Jasón.- ¿De qué tienes miedo?- Gritó Wayne mirando fijamente los ojos del cobarde. Las pupilas de Jasón se dilataron tanto como se le sonrojaron las mejillas, y derecho de nuevo, exclamó: -¿Miedo?- Y a paso de marcha fue hacia el lavabo refunfuñando en voz baja, como exigiendo una explicación. Muy puesto en su papel de héroe, empujó la puerta del baño. –Bueno Monstruo, sal que no tengo todo el día.- Pero la imagen pudo con él y tuvo que regresar, ahuyentado por los pitidos y luces de una caja de color parda camuflaje sumergida en un grifo inundado.