"...Y de nuevo veremos cruzar entre el follaje oscuro aquellos fascinantes
insectos que describían el camino irrepetible de nuestros pensamientos..."
Aramís Quintero
Hoy podaron las cotorras de los pinos.
En realidad la cosa fue por los árboles, los nidos
mimbrerales que crecieron con mis hijos;
y no había desperdicio en la noticia regional
sobre la especie invasora:
“Ejemplares de Myiopsitta monachus o cotorra argentina
invaden Catalunya, una plaga que compite con nuestras palomas
por las migajas humanas y alimentarse de lo que nadie quiere,
incluyendo las bayas de cipreses…
…el problema es cuando el canto atronador molesta…”
Ya conformamos el placer y existo
extraviando el porvenir, pero me defino
en la blanda isla que hay en mi sofá callado,
apagado y doméstico y con el pulso familiar
bajo la luz de esquina en mi nordeste.
Allá los verdes clásicos honrrados,
el amarillo entrecerrado por el centro arriba.
Paso los estrechos, es decir, la cruel facha
de lámpara templada que se nutre del sociego.
Retoza la luz un signo apenas de las formas
y agudo me desprendo de memoria…
Los cinco sentidos ya no apoyan el marco de ventana,
donde advierto a un edificio que siempre estuvo ahí…
y no es marco sino un rebose de “con cierto” vecino;
que no es pura vecindad sino pedradas en el tímpano,
que ya no es oído sino un puño cerrado, ante el esputo
que le sobran tres estrofas de Chauvin
y varias gotas de algazara e idola especus.
Pero sé dónde las palabras más frutales
guardan sus collares y desnudos sin banderas.
Hemos conformado el peso de la transida esfinge
y existimos sin cobrarle al tiempo, hacia el otro
extremo azul más próximo que la púa confesión
a punto de ser sólo una flor plenamente abierta,
aleatoria en sus ensanches y muy roja como un beso
frente a redes falsas de monográfico hormigón.
¡Necesitas ser un miembro de Creatividad Internacional para añadir comentarios!
Participar en Creatividad Internacional