Red de Literatura y Cine
PRIMERA TRILOGIA DE CUENTOS DE CAMINOS
DE
Pedro Felipe López
AMARILLIS BELLADONNA
¡Cuerpo sobre la arena! ¡Cuerpo sobre la arena! Gritó Juan el mordisqueiao.
Al grito despavorido del viejo pescador se comenzaron a encender las luces en las ventanas de las humildes casas que bordeaban la pequeña bahía.
La luz del sol al amanecer había puesto al descubierto el cuerpo desnudo de un hombre joven que yacía con la cara escondida entre y la arena negruzca y los juncos que el mar había traído con la tempestad nocturna. - solo el residuo de la perdida de una vida era capaz de ensombrecer un lugar tan bello que se había vuelto famoso en el mundo entero en los años 90, al ser usado por un famoso cineasta europeo para el rodaje de una película de naturaleza de rasgos eróticos-suave que incitaban a la gente, sobre todo a la gente joven de diversas partes del mundo, a venir en busca de aventura prohibida a tan remoto paraje.
El primero en llegar fue Dimas el cojo tabernero con su concubina Adela – más conocida en la villa con el mote de ´´ La Buena Cristiana¨ - ya que según decían las malas lenguas… pues eso, - que la pobrecita nunca le negó nada a nadie.
En unos instantes el litoral se había llenado con la presencia de los soñolientos vecinos, quienes con morbosa curiosidad se aglomeraron junto al pequeño muelle que se adentraba en el pedazo de mar que separaba el apacible pueblo pesquero de la paradisiaca playa de aguas turquesas y arena fina.
- ¡Ese es el turista Pelicolora'o que llegó anteayer por la mañana! gritó la vieja Amancia. Parece ser que la tempestad se lo llevó anoche cuando de seguro estaba en medio de sus asquerosidades, dijo la vieja mientras que trabajosamente se trataba de abrir paso entre la pequeña multitud. Este es el tercero que la mar nos devuelve en menos de nueve días… En mis muchos años que tengo de vida nunca había visto tantos ahogados en tan poco tiempo, dijo Amancia persignándose.
- ¡Ay Amancia por Dios! que aquí todos sabemos muy bien qué es lo que pasa; es por culpa de la maldita película, dijo Antonieta, una mujer joven con un pequeño niño en sus brazos a quien amantaba con su pecho en forma casi casual.
- ¿Ha sí, y de ¨ la niña qué? … Bueno, será mejor que me calle.
- Bueno pues fuera por la niña… o por el niño, parece que al mozuelo no le fue muy bien en sus andanzas, dijo el cojo Dimas y como nadie respondió le dijo a su concubina, anda mujer, vete y llama a la oficina del forense… Poco a poco la gente se fue regresando a sus hogares y faenas, y una vieja que cojeaba se trajo una sábana bastante raída y respetuosamente cubrió el cuerpo en forma veronical. Al fin después de pasada más de media hora llegó el carro negro con chapa oficial del registro municipal, del mismo salieron el forense y su ayudante quienes examinaron el cuerpo y en forma despegada, casi rutinaria tomaban datos, después interrogaron al viejo pescador que lo encontró. Al terminar la investigación, guardaron el cuerpo sin vida en un saco de hule negro y lo entraron en el carro, finalmente salieron rumbo a la morgue municipal, dejando de humo negro que ondulaba y de repente la costa quedó total mente vacía.
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En lo que el reloj del campanario de la iglesia terminaba de tocar las campanadas anunciando las nueve de la mañana, un carro ruidoso llegó junto al muelle. Del viejo De Soto que un tiempo había sido blanco, un hombre ágilmente descendió. Con rapidez sacó sus valijas y le pagó al chofer. El viajero era un hombre como de unos 30 años de edad, alto, de facciones amplias, ojos color café, y cabellos negros de amplios rizos peinados en forma impecable. El hombre, vestía un traje de lino blanco, camisa de rayas azules finas con mancuernas de oro y una corbata Azul Prusia.
-Si va para allá va tener que encomendarse a los espíritus del bien para que lo guarden del poder destructor que anda suelto en la playa. Las palabras venían de una mujer alta y enjuta de blusa de yute y saya de cretona amplia y que llevaba su pelo gris atado en moño sobre la nuca. La mujer que hablaba con acento extranjero, estaba acuclillada con la espalda apoyada contra un espigón de madera del pequeño embarcadero donde se ataban las chalupas que varias veces al día, cruzaban de lado a lado las costas entre el puerto y la península.
En forma inquisitiva la mujer miró al hombre y en tono sombrío habló - Jamás nunca se vio tanta hechicería y sufrimiento en un estuche tan bello como lo es Amarilis Belladona, dijo la vieja al hombre quien ahora era él quien miraba a la mujer Sí señor, tenga mucho cuidado. ¡Quién diría que alguien con esa apariencia propia de una virgen que apenas acaba de despertar a ser mujer, fuera capaz de sembrar tanto luto y dolor a su alrededor! Dicen las malas lenguas e l´mia que non e tanto buona, que su madre murió sin terminar el parto y que su abuela la arrancó de las garras de la muerte de un tirón, y dicen que en ese momento un rayo cayó en la habitación dejando a la abuela ciega. Desde su nacimiento, dolor y luto han sido sus únicos compañeros. La noche que ella nació los diablos estaban sueltos - o por lo menos - debieron haber estado celebrando sus liturgias. Sí, sí, no me mire usted así, que le digo la verdad, ya lo verá cuando llegue usted allá y ella se le cruce en el camino como una aparición, ya se acordará usted de mí. ¨
- ¿Ah sí, y como sabe usted que yo voy allá? - dijo el hombre haciendo un gesto con la cabeza señalando hacia el lado sur-oeste de la costa mientras se acercaba a la vieja, quien ni tarda ni perezosa, le extendía la mano abierta. “Anda, sé bueno y regálame un cigarro que hace ya más de tres días que no fumo… Parece que este año la cosa no va a estar buena, con lo del mal tiempo. Con lo del siroco, hace ya casi tres días que nadie ha venido por aquí.” A la vieja se le iluminó la cara cuando vio que el hombre se inclinó para darle un paquete de cigarros de tabaco rubio.
-Bueno y ahora por qué no me dice ¿cómo es que sabe usted que yo voy al otro lado de la ensenada? ¨
- Pues vaya que pregunta ¿Qué por qué? ¿Y a qué si no viene la gente como usted aquí?
- ¡La gente como yo! ¿Qué quiere usted decir con eso de la gente como yo?
- Sí, la gente bien, gente de dinero. Gente que viene de cualquier parte del mundo que cree que van a comprar el amor y el paraíso a un precio casi regalado.
- Oiga señora, . . . ¿No creé que sus palabras pueden ser algo ofensivas?
– Me llamo Olga le dijo la vieja mirándolo con una sonrisa en su boca casi desdentada, y le extiende la mano para que él la ayude a levantarse. Ya de pie la vieja toma la mano del hombre y la voltea para examinarla. ¨ Tiene usted una mano muy interesante, y de forma un tanto evasiva la vieja suelta la mano del hombre y con las suyas se frota las adoloridas rodillas, después se sienta en un pedazo de baranda que hay a un lado del pequeño muelle y enciende un cigarrillo. ¨Perdoné si lo que le dije le ofendió.¨
- No, no se preocupe que lo que dijo no me ofendió. Y sí, es verdad, yo voy a la playa.
- Pues eso ya lo sabía yo. . . como también sé que con usted las cosas serán diferente. Usted ha venido aquí con una misión. No, tampoco. No es eso lo quise decir. Lo de usted es cuestión de destino, y su destino es que llegue usted a la península, pero va a tener que esperar, ya que los aires están cambiando y la marea se está poniendo picada y por eso el barquero no zarpará hasta que pase la tormenta.
- ¡Vaya que inconveniente! Y yo que pensaba estar en el agua antes de las 10:00 de la mañana.
- ¡Uf, que va! Si acaso el tiempo cambiará después de las 12:00.
El hombre miró a la vieja con mezcla de intriga y escasa admiración al considerar la simpleza de las palabras de la vieja Olga. Con cierto aire de resignación a la espera el hombre encendió un cigarrillo y sentó en la baranda. ¨ Veo que conoce usted muy bien las cosas de la región, me sorprende algo, porque también me parece que usted no es de aquí.
- Si no soy de por aquí, pero siempre he vivido en lugares junto al mar. Nací en la costa del mar Adriático.
- Su acento es parecido al acento de mi padre. ¿Parla Italiano? – Eso que le pregunte quiere decir que si usted habla italiano
- Si, yo lo entendí. Sí, lo parlo bene. ¿Ma il suo padre e italiano? – A veces se ven muchos italianos por esta región, sobre todo en los meses de invierno en Europa.
- Si mi padre nació en Sicilia, mi madre en Cuba y yo nací en Madrid que es donde vivimos. Mi nombre de pila es Adrano, Adrano, no Adriano. Es que así se llama la ciudad donde nació mi padre.
- Pues yo nací en Yugoslavia, vengo de una tribu gitana que pasó de allí a Italia y después a España y de España y por los últimos 50 años he estado aquí.
- Y se puede saber ¿por qué vino usted a Cuba?
- Locuras de la juventud. Me enamoré de un marino mercante y para escapar de la guerra le acepté su propuesta y él me trajo a Cuba. - La vieja piensa y su rostro se ensombrece. “Mejor dicho, no fue por locuras de la juventud, sino por lo que le dije a usted hace un rato, son cosas del destino. Desde el día en que yo nací, ya era mi destino que viniera aquí para que este día de hoy, usted y yo estuviésemos hablando cara a cara.”
- Ah, entonces por lo que me dice usted, debo entender que una parte de mi destino era hablar con usted hoy.
- Sí, más no una parte como usted lo ha dicho. - Es su destino el que manda; sepa que lo que pasó antes de que usted llegara aquí, lo que está pasando y lo que pasará a partir de ahora son las tres partes de su destino. En realidad, el destino comienza en el momento de la fecundación. ¿Capice?
- Sí signora. ¿Se acuerda de lo primero que me dijo cuando llegué? Me habló de una mujer. ¿Quién es -ella? La que nació la noche de las liturgias diabólicas –como dijo usted.
- ¿Ella? No se impaciente que ya usted la descubrirá, y cuando eso pase, no le quedará a usted duda alguna, sabrá que tiene que ser ella, pero no se anticipe, que ni yo, ni nadie, podría con palabras pintarle a alguien el significado o la medida de lo bello. Lo bello o lo feo nos afecta a todos de distinta manera; como se dice en italiano, - Non e la stezza cosa- o sea, no es la misma cosa. Cuando usted la vea, verá que estoy en lo cierto, entonces comprenderá por qué le dije las cosas que le dije. - La vieja miró la cara del hombre y notó su impaciencia. -Tenga calma, que en menos de tres horas estará usted en la península, y lo demás seguirá por su destino propio.
- ¿Es que acaso ha visto usted todo lo que me ha dicho en mi mano?
- No, eso no es lo que yo he visto en su mano, aunque ahí debe estar escrito. Pero lo será. Es su destino, y ya es muy tarde para cambiar su curso; con una amplia sonrisa la vieja se levantó y andando trabajosamente se alejó.
Como lo había predicho la vieja la marea se calmó al llegar las doce del día. El viaje a través de la ensenada duró algo más de cinco minutos. Al llegar a la playa Adrano miró a su alrededor y se sintió complacido de haber llegado a un paraje tan hermoso. El tiempo había cambiado totalmente y ante sus ojos se mostraba la playa virginal de forma impúdica con sus aguas de matices opalinos y turquesas donde sus cocoteros, palmeras y uvas caletas inclinadas hacia el agua, engalanaban la línea suavemente curva de la playa de una arena tan blanca y fina como el azúcar.
Adrano se registró en uno de los paradójicamente lujosos hoteles que estaban enclavados frente al mar, en la parte más estrecha de la corta península que bordeaba la ensenada
Con marcada impaciencia se cambió de ropa y salió a la playa. Caminó sobre la arena donde un grupo de adolescentes casi desnudos aparentemente residentes de la localidad, ávidamente jugaba un juego parecido al Voleibol. Adrano se extrañó de no ver turistas jóvenes sobre la playa.
El sol calentaba y Adrano buscando alivio, se adentró en el bosque de pino que bordeaba la carretera peninsular. Después de un rato se sentó en un árbol caído unto a un estanque de agua clara.
Recordó su conversación con la vieja gitana y se preguntaba en qué forma su destino podía estar afectado o relacionado con ese lugar. Permaneció allí hasta casi la caída de la tarde. A veces tenía la impresión de que alguien que estaba cerca, lo miraba de manera escudriñadora, pero por mucho que miró por los alrededores no vio a nadie.
Llegó al hotel cansado y se duchó antes de bajar a comer. Por la noche caminó por la desierta playa y sintió una opresora sensación de soledad que lo hizo volver al hotel. Al entrar saludó cortésmente a varias parejas de personas mayores que se encontraban en el salón de los diarios y por un buen rato trato de encontrar algo que le interesara a manera de lectura, pero su mente no le respondió, se dio cuenta de que no podría leer y subió a su habitación, pero la televisión de circuito cerrado no le interesaba. Se sentía aislado, desconectado de todo, y pensó que su madre, una vez más había logrado su propósito al regalarle su viaje a la península. - Adrano sintió que su pasada relación amorosa se había quedado atrás y se desvanecía.
Una vez más la impaciencia se apoderó de su alma y salió a caminar por la carretera que bordeaba una de las costas de la angosta península. Entró a un bar desierto que operaba en una enorme balsa anclada a la costa de la playa. La atmósfera se sentía cargada y una tempestad de truenos y relámpagos se acercaba, Adrano pidió que le trajeran a la mesa una botella de ron añejo y después de poner dinero en la victrola, se sentó y comenzó a beber con cierto premura- como tratando de aliviarse de algún recuerdo doloroso. Pronto el efecto anestésico del ron le comenzó a afectar su estado de ánimo y sintiéndose más calmado decidió regresar al hotel. El aire había cambiado y se había ocultado la luna. Una oscuridad casi total lo envolvió todo haciendo casi imposible ver el pavimento de la carretera.
Adrano emprendió el camino de regreso al hotel a pasos agigantados y comenzó a caer una lluvia torrencial; ya totalmente empapado, aminoró el andar resignado a someterse a la lluvia caminando en forma rítmica a paso moderado, pisando y aplastando de cundo en cuando los carapachos de los crustáceos que cruzaba de orilla a orilla el tramo de de tierra peninsular que separaba los dos mares hasta que llego al hotel, y se acostó.
Despertó mucho antes de las seis de la mañana. Le dolía la cabeza y tenía la boca seca, y como no podía dormir se duchó y salió a la playa. El agua apacible comenzaba a tomar un tono violáceo- gris que parecía cambiar de tonalidades que bordeaban el color carmesí. Adrano tendió la toalla sobre la arena y se acostó quedándose dormido.
Dormitó casi hasta media mañana y como no tenía hambre. Antes de regresar al hotel decidió caminar por la carretera que bordeaba el bosque de pinos. Sintió calor y se adentró en el bosque como lo había hecho la tarde anterior. Se sentó debajo de un enorme pino junto al claro estanque. Otra vez sintió la sensación de que lo estaban mirando y buscó con la mirada, pero no vio a nadie por los alrededores. Cuando se iba a ir para el hotel vio unas ropas junto al agua, y al mirar en derredor vio una cabeza sumergida bajo el agua que respiraba a través de un tallo tubular de una planta que crecía junto a la orilla del estanque. Poco a poco la cabeza salió del agua y le habló.
- ¿Sería usted tan bueno de voltearse para que yo pueda salir del agua y vestirme?
- Claro que sí señorita, no faltaba más. Perdone usted, no sabía que estaba usted aquí.
- No se sienta mal. En realidad, cundo me metí en el agua me aseguré que estaba sola le dijo la joven con voz fresca - casi musical.
Adrano no había tenido tiempo de haber mirado a la joven detalladamente. Ansioso trató de voltearse, pero se detuvo.
- No por favor, no se vire todavía. Le dijo la joven mientras que se secaba su bella y exuberante figura, la cual se reflejaba en forma vívida como en un espejo en las tranquilas y profundas aguas del pequeño estanque. Ya. Señor, ya se puede virar.
Adrano giró sobre sus talones de forma militar y miró a la joven. Pensó en Olga y se dijo a sí mismo, ¨ La vieja estaba en lo cierto. ¨ En verdad no podía existir en el lugar nadie tan linda como ella. De apariencia fresca y húmeda cual orquídea recién florecida, ahí estaba la bella Amarilis mirándolo sin modestia ni reparos con sus grandes ojos de color violáceos. La joven lo miraba sosteniéndole la mirada de una forma que lo volvía vulnerable. La joven era alta y espigada, de un rostro de ovalo perfecto enmarcado por una frondosa cabellera castaño claro veteada con mechones decolorados por el sol.
-Hola, ¿no? Dijo la joven sonriendo.
-Hola, mejor dicho. ¡Buenos Días señorita! le dijo Adrano y le extendió la mano mirándola con cierta timidez. ¨ Mi nombre es Adrano ¨
- Que bueno que habla usted español. Perdone ¿me podría usted dar la hora?
-Son casi las doce.
- ¡Ay, qué horror! Me tengo que ir, no he oído el campanario de la iglesia. Adiós y se alejó corriendo.
- ¿Como se llama usted señorita?
- Me llamo Amarilis, dijo la joven y se detuvo.
- ¿Cuando la podría ver?
-Tendría que ser después de la caída de la tarde. Tengo que cuidar de mi abuelita ciega. Ella me cuido desde que nací. Mi madre murió al traerme al mundo por eso la tengo que cuidar bien y lo único que hago es que a veces, vengo en las noches a oír la música de la orquesta del hotel. Es que me gustaría tanto bailar y como no me dejan entrar porque soy cubana, y esto es para turistas extranjeros, me imagino bailando en brazos de un turista maravilloso mientras miro a la gente bailar.
- Pues eso, nos vemos después de caída de la tarde. Le dijo Adrano mirándola. Ella le sonrió y acercando su cálida y húmeda boca de labios de adolescente hinchados le beso en cara y se adentro en el bosque con andar rítmico como presa de un hechizo.
Era inevitable que Adrano dejase un solo momento de revivir en su agitada mente el encuentro con Amarilis. Al llegar al hotel se acostó en la amplia cama y pensó que destino o no- desde el encuentro con la bella joven no tenía un solo instante de sosiego, en verdad estaba totalmente hechizado por Amarilis, para huir del torbellino de sus pensamientos pidió una botella de añejo y se quedó dormido.
Cuando salió a la playa Amarilis lo estaba esperando. Estaba vestida de lino blanco, con un traje bastante simple de tira bordada, tenía el pelo suelto sobre sus hombros desnudos llevaba una Mariposa blanca en el pelo sobre la oreja derecha, y al andar lo hacía como si flotase por encima del suelo con sus dos pececillos descalzos.
Adrano la contempló embelesado y cuando él le dio una orquídea que le había comprado en la florería del hotel, en agradecimiento ella lo abrazó. Después se sentaron y comenzaron a hablar y a beber de dos botellas de champagne que Adrano se había traído con dos copas de cristal. Cerca de las ocho de la noche las ventanas de la terraza del hotel se iluminaron y la orquesta comenzó a tocar música romántica para bailar.
Adrano y Amarilis bailaron hasta que la orquesta cesó de tocar. Como si volvieran a la realidad se miraron en silencio y se comenzaron a besar en forma pasional. El viento se había despertado y comenzaba a soplar de la tierra con rumbo al Sur. La pareja estaba con la ropa llena de sudor, el calor era sofocante a pesar de los fuertes vientos.
De forma imprevista, Amarilis se desprendió la orquídea de su vestido para ponérsela en la boca y de un solo tirón, se alzó el vestido por encima de su cabeza; desnuda agarró la orquídea y la rompió - presa de una risa incontenible. Se abrazó a Adrano brevemente y en lo que él se desnudaba ella salió corriendo y se metió en el mar y comenzó a nadar seguida por Adrano.
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Hombre y mujer sobre la arena. Gritó Juan el mordisquiao.
Pedro Felipe López
Elizabeth, New Jersey
Mayo 13, 2007
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