Barranquilla y “La Regeneración”

 Por Esteban Herrera Iranzo.

 Negar que el proceder de alguien está en gran parte relacionado con su espesor histórico, sería tan tonto como ignorar que ciertos comportamientos violentos del humano, a los que muchas veces no encontramos la menor explicación, son obra de ese primate que todos llevamos por dentro.

El imaginario cultural de una persona ha podido ser adquirido por mera casualidad, quiero decir sin la intervención de alguien que hubiera tenido una voluntad encaminada a producir un determinado efecto en su vida. No menos cierto es, sin embargo, que muchas veces la formación de este imaginario ha venido de la mano de ciertas políticas institucionales, que, si bien aparecen como la solución inmediata de ciertos problemas, conducen al humano por un rumbo incierto. Tal es el caso al que hoy quiero referirme.

Hacia los años 70 del siglo XVII, una gran migración de campesinos europeos, disidentes y perseguidos religiosos, descendientes de Paganos de la Europa medieval, llegaron a las Antillas y toda la región del Caribe, incluyendo al Caribe colombiano, y se establecieron en el campo. Unos eran labradores pobres y otros ricos agricultores y granjeros que pronto se convertirían en dueños de grandes fincas rurales. Estas personas eran diferentes a los europeos que habían conquistado y colonizado a nuestra América, por cuanto poseían un espíritu extremadamente alegre y fiestero, y amaban la brujería, al punto de que en algunas partes de las Antillas son considerados hoy como los padres de la brujería y de los carnavales. También se dice que eran amantes de las orgías de campo, y que su familia se hallaba subordinada al mando de una abuela, quien criaba a los nietos y muchas veces, a cambio de dinero, los entregaba a ricos hacendados para que estos los criaran y dispusieran de ellos a su antojo.

Cabe anotar que en esta migración llegaron también gitanos, y Culíes de la Meseta de Indostán, que diferían mucho de  estas costumbres. Algún tiempo después, hacia la segunda mitad de los años 1800, el Caribe insular y el colombiano se hallaban sumidos en todo tipo de creencias y prácticas satánicas y de brujerías que atentaban contra los postulados de la iglesia. En Barranquilla, específicamente hablando, era común entonces oír hablar de brujas que por las noches se convertían en animales para ir a escaramucear los techos y no dejar dormir a la gente; de mujeres que se convertían en pato para atormentar a una mujer que les había robado un amor, o para mortificar a un hombre que hacía caso omiso de sus coqueteos. Así mismo, comenzaron a aparecer en ella hombres que por las noches se dedicaban a la cacería de brujas. Estos, una vez eran informados por los vecinos de la presencia de una mujer sospechosa, la seguían cuidadosamente hasta un lugar en que esta, pronunciando palabras extrañas, procedía a convertirse en pato para ir a perturbar el sueño de alguien.

El cazador aparecía entonces, garrote en mano, y la apaleaba por largo rato en las alas y las patas, donde la conversa tenía, supuestamente, los brazos y las piernas. Y es que no era su intención matarla sino propinarle el mayor castigo. Pronto estas prácticas comenzaron a extenderse por todo el territorio nacional, lo cual ocasionó una gran preocupación a la iglesia y los conservadores. Al llegar el gobierno de Rafael Núñez, el clero colombiano y un grupo de conservadores, conocidos entonces como “los Regeneradores”, en el que figuraba Miguel Antonio Caro a la Cabeza, propusieron como “Solución a la degeneración y el politeísmo que vivía el pueblo colombiano”, un programa de gobierno tendiente a lograr “la Regeneración del País”.

Algún tiempo después se firmaría la constitución del 86, la cual se proclamó “En nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad…”, y esto, desde luego, sentaría las bases para el establecimiento de la Regeneración. A la iglesia católica y la religión se les confirió entonces un papel hegemónico en el manejo de la educación y en la regulación de la vida colectiva. De esta manera “quedaría aplastado cualquier intento de la herejía y la impiedad en el suelo colombiano”. En las ciudades y en el campo se construyeron iglesias, a las que llegaban misioneros católicos de España y de diferentes regiones del país. En los colegios y universidades se daba obligatoriamente la educación religiosa, los niños y jóvenes aprendían de memoria el catecismo; la gente cumplía con el sagrado deber de escuchar misa los domingos y feriados… Podría decirse, no obstante, que en los años treinta la Regeneración comenzó a perder su fuerza con la llegada al país de la industrialización a la que acudió el gobierno de López Pumarejo como una medida para contrarrestar los efectos nocivos de la Gran Crisis.

Pero ahí no termina todo, en Barranquilla, por ejemplo, en tiempos de la Regeneración ocurrió algo muy curioso, al que los historiadores del país no han prestado la menor atención quizás porque aún no les dice nada, y es que comenzaron a aparecer en ella unos seres poseídos por un misticismo sin precedentes, de los que podrían resaltar: “San Juan y la burra”, “La Franciscana” y “Olgo”; tres personajes nacidos y criados en Barranquilla bajo los postulados de la Regeneración. El Primero, San Juan y la burra, era un viejo que vestía una bata larga, hasta los tobillos, que aseguraba ser el Apóstol San Juan. Este hombre murió en Barranquilla en el año 35. El segundo, La Franciscana, era una persona que vestía un hábito franciscano, muy conocida en Takunga* y el centro de Barranquilla por sus eternas borracheras.

De este personaje nadie podía asegurar, ni siquiera sus más allegados, cuál era su sexo. Hay quienes decían que era una mujer, otros que era un hombre y otros que un homosexual. Mas lo cierto es que no podía tomarse el primer trago porque comenzaba a hablar de Dios con un fervor fuera de todo límite. La Franciscana murió en Barranquilla en los años cincuenta. El tercero, Olgo, cuyo verdadero nombre era Olga, era un(a) hermafrodita que vestía una bata blanca, larga hasta los tobillos. De él (la) se decía que le gustaban las mujeres y también los hombres, pero que nunca tuvo sexo porque era puro(a). Olgo murió en Barranquilla en el año1960. FIN.

• *Takunga: Antiguo sector de prostitución en los alrededores de un famoso bar de Barranquilla, llamado “El boliche”, del que más tarde derivaría su nombre el sector de Barranquillita conocido hoy como El boliche.