"El día de nuestro encuentro los protagonistas serán nuestros dedos, que ardiendo se tocan sin tocar."

Todas las mañanas de los viernes son igual de intranquilas. Todo por la angustia de un sábado como el pasado. La vida se había vuelto aburrida y monótona pero ese sábado bien podría haber justificado toda la vida. La vida, que ideas tan enloquecidas podían albergarse en mi mente. Mi mente ahora solo tenía un objetivo, un deseo que me embrutecía hasta lo más inteligente de mi ser. Verte.

Cuatro horas habían pasado en mi trabajo y solo deseaba que terminara la jornada. Entraba al baño a mojar mi cara y recordar que seguía siendo yo. Que nadie se diera cuenta o que yo fingiera no pasaba nada no importaba. En mi mente tenía presente que lo único que quería era salir corriendo y ver de nuevo ese árbol. ¡Oh, árbol mágico! Mis indicios mas pobres y ridículos de poeta. Si, así era yo, una ridícula expresión de alegría o desesperación. Aún no es tiempo, las horas que carcomen mis entrañas y me hacen sentir que acabaré por dejarlo todo e ir fuera. Justo en ese instante cuando pensé no podía más salí fuera de la oficina y acudí a mis amigas constante, las nubes.

¿Qué haría yo sin las nubes? Se ven como amigas regordetas y bonachonas que escuchan todo, lo ven todo y no juzgan nada. Bueno, uno que otro relámpago para despertar a los inconscientes, como yo, que la vida no se ha acabado. Los pájaros que componen melodías arrulladoras que terminan por relajarme. Quisiera que las vieras igual que yo. Sería como una comunión íntima y secreta, que contemplando los dos el mismo cielo con nubes nos conectáramos. Lo más probable es que a diferencia mía tú estés como si nada en el trabajo y yo irracional deseando lo mismo, verte.

Ciertamente se acabará la jornada, pero para otro sábado como aquel tal vez pase mucho tiempo más. No tiene sentido desesperarse y actuar alocadamente. Regresé a mi escritorio que por fin observo está desordenado. Listo, acomodé todo y ahora sé que hacer. Llevo varios minutos preparando el reporte y algunos mails para despejar dudas que me solicitaron temprano. Estoy de vuelta. El instante se interrumpe y es un mensaje. ¿En serio, justo ahora? Esto debe ser una broma. 

el jf me ha dicho que sere yo, ire a Canada>> Valiente momento para hacerme lo saber. ¡Pero que alegría! Ahora solo pienso en el dichoso mensaje con el que responderé. O, mejor no, seguiré trabajando. Pero esa parte de mi que se angustia y siente la agonía de verte, se fue, no está más. Se ha ido a ese sábado, en el que todo era perfecto.

Habíamos intercambiado nuestros números tiempo atrás. Solo teníamos un amigo en común, así que no sabíamos mucho el uno del otro. Era la clase de amistad pretendía terminar después de entretenerme unos meses. Así sería, pero no de la manera que yo esperaba. Ahora solo veía ese número una y otra vez esperando algo, un mensaje, una llamada. Pero no. Seguía en la banca esperando a que llegaras pero no había rastro de tus ojos. Ese color café claro que brillaban como estrellas con un poco de ayuda del sol. Si, eres un espectáculo. La mañana transcurrían y se había convertido en mi sábado. 

Las aves sobre los árboles se perseguían unas a otras. Y yo las perseguía con la vista, inventando historias de amor por cada pareja de aves. El sol era alegre, pero no quemaba como en los días anteriores. Cuanto esperaba compartirte esa tarde. Y ese personaje en la banca vecina que se encuentra a espaldas mías. Tiene un sombrero que le da un toque clásico. Como si me encontrara en un film antiguo. Pero sigues sin aparecer. Si he de disfrutar el día sin compañía es mejor saberlo ya. Me resolví a marcar el número, y curiosamente el hombre también atiende su teléfono. Algo confundida pude articular un "hola", de momento lo supe. ¡Eras tú! Todo este tiempo. Hola, estoy esperandote con un café, no sé si te guste o prefieras un té. ¿Vas a tardar mucho?>> Una sonrisa de alivio me invadió el rostro. No sé si porque ese sombrero me parecía hermoso o porque al fin sabía no me habían plantado. 

Al fin frente a frente sin palabras con el teléfono en la mano mire tu rostro. La primera vez que lo vi sin inhibiciones. Era perfecto, estaba esculpido para ser mi acompañante. Era como si hubieran sacado todos mis pensamientos y te hubieran hecho para mi. O tal vez el caso era lo inverso, me hubiesen hecho para acompañarte a ti. Ambos sonrientes descubriéndonos nuevamente, o por primera vez. Tus dedos que acariciaban el vaso del café, y los míos que se enredaban en el vestido. Incluso sin decir nada ya sabíamos lo mucho que deseábamos tocarnos, sentirnos. Era lo mismo de siempre, yo ya te había conocido. Yo te imaginé.