Director Técnico: el licenciado Reborujo

 Por Jesús Chávez Marín

(Marzo 2001). Hace siete años, los señoritos panistas que intentaron gobernar Chihuahua quisieron copiar el modelo Tec de Monterrey para imponerlo en la SEP, la cual de un plumazo había iniciado una bienintencionada aunque torpe descentralización educativa en el país. Se creó entonces la Dirección de Educación del Estado de Chihuahua, hoy con el membrete de Secretaría del mismo nombre.

Como Francisco Barrio, que en ese entonces era el gobernador, tiene la ingenuidad de apantallarse con los títulos de Harvard, le dio chamba al panista desempleado Armando Loera, pésimo imitador del filósofo Ferro Gay (hasta usa los mismos zapatos bostonianos Canadá del número nueve y medio que se pone el maestro) y doctor en educación light, para que la hiciera de gurú del gremio magisterial. Loera quiso modernizar al vapor a todos los profesores de primaria para que fueran cibernéticos, holísticos y globales.

Barrio le inventó una plaza laboral, se la dio de jefe de una oficina en ruinas donde fueron convocados varios profesores comisionados que se sintieron muy felices de dejar el pizarrón y el gis para instalarse en unos escritorios comprados de segunda en El Pasito, entre ellos el perredista/priista/panista/lo que sea/ Gabriel Borunda, conocido pedagogo, y el furioso y brioso Luis K’ Fong Fierro, articulista del El Diario de Chihuahua y abogado de las causas difíciles y desesperadas.

Lo único que logró Loera como funcionario fue que los profesores le agarraran una tirria del carajo, pues no soportaban su despotismo ilustrado de gringo totonaca, que le había funcionado muy bien cuando trabajaba como profesor de hora clase en el Tecnológico de Monterrey Campus Chihuahua.

Con el cambio de gobierno, el puesto de Loera lo heredó el profesor y licenciado Fernando Sandoval Salinas, muy conocido en el medio burocrático como el licenciado Reborujo, homónimo del famoso personaje de las caricaturas de Antonio Ochoa.

Sandoval dejó sus puestos de El Pasito que había ganado como epígono del CDP, para ocupar en ratos su oficina de director técnico de la Secretaría de Educación y Cultura de Gobierno del Estado.

El nuevo funcionario mandó comprar un teléfono celular porque le dijeron que los ejecutivos tienen que andar todo el día comunicados; mandó citatorios para quince reuniones de primer nivel, siete de segundo nivel, y ocho de tercera, en total treinta juntas, de las cuales canceló doce, a última hora, porque andaba muy ocupado con la matraca tricolor en algunas grillas profesoriles, donde también se sentía muy importante estrenando sus nuevos trajes Robert’s comprados en liquidación de la temporada primavera- verano.

Dos de sus ayudantes, el célebre personaje country llamado Valentín Ramírez, que en sus años de gloria fue director en la Escuela de Educación Física en los tiempos de la universidad folclórica de Reyes Humberto de las Casas, alias El Pato; y el filósofo sindical Óscar Cáceres, le llevaban papeles y recados y grillaban en contra de sus compañeras de oficina, como Rosario Chavira, hija de aquel diputado y escritor Carlos Chavira, que murió en la cámara de diputados por un coraje que le hicieron pasar unos priistas a él, que era el único legislador panista de la región noroeste.

El estilo Sandoval puso todo de cabeza. Por un lado, había que reconciliar a los profesores, que todavía andaban muy enojados con los cambios y las obligaciones que impuso a la fuerza Armando Loera, apoyado por su compadre Héctor Chávez Barrón, asesor cultural de Barrio.

Por otro lado, había que inventar algo para que se viera alguna acción en esa Dirección Técnica, que era más fantasmagórica que la novia de Pascualita. Bueno, pues ya pasaron dos años y Sandoval aún sigue haciéndole la lucha para comprender algún asunto educativo, inventar algo que justifique su destino oficinesco, y así seguir en la jugada.

En sus informes de trabajo aparece el siguiente perfil: ha mandado estampar con el tonner de once computadoras una tonelada de papel bond; ha cancelado de última hora 345 juntas porque Proal de la Isla, su jefe, lo citó para acordar asuntos de extremada urgencia, y publicado mil ejemplares de un libro suyo que le quedó muy bonito y que es otro de los orgullos de su nepotismo.

Marzo 2001