Ramuilo Muig caminó con paso diligente hacia el gran edificio del congreso del saber, a unos cientos de metros frente a él, en el claro que ahora eran los límites del pueblo. Era casi una ruina, claro está, como la mayoría de las construcciones arcaicas que aun se mantenían en pie en esa zona del país.

A pesar de los siglos, sin embargo, la mole de lo que había sido en un tiempo muy pretérito la gran biblioteca pública, se alzaba aún con un dejo de orgullo contra el cielo azul. El mármol de sus augustas paredes, ya casi totalmente arrancado por los elementos y la falta de mantenimiento, dejaba ver claramente el grueso concreto que lo sostenía y alguna grieta ocasional en la que se entreveía las gruesas barras de metal corroído que formaban la superestructura, y en los que ahora anidaban toda clase de criaturillas.

Ramuilo había estado muchísimas veces en este edificio, al menos una vez a la semana, cada vez que había una proclama del departamento del saber o un nuevo hallazgo era anunciado. Pero aún así no dejaba de asombrarle en ocasiones, cuando miraba el gran edificio bajo el sol en un día como este, la gran ciencia y poderío que debieron tener los antiguos cuando construyeron tan masivo reciento, cuyo fin o utilidad era todavía motivo de debates.

Ramuilo se acercó a las escaleras de la entrada, medio cubiertas por la yerba y empezó a desenvolver con cuidado el gran pergamino enrollado. Aunque sabía leer, lo hacía con lentitud y había palabras, las que usaba con frecuencia el Dr. Patk, que le resultaban difíciles de entender. Mientras subía las escaleras hacia la gran puerta de madera que hacía las veces de tablón de anuncios, comenzó a leer:

“Reporte 19 sobre la gran excavación que se realiza en las lindes del bosque central, junto al lago, por el Dr. Pakt y ayudantes …. Blah, blah, blah…

A todos los miembros del congreso del saber del clan de York:

Como todos saben, en este periodo solar nuestro de 478 del siglo de los nuevos días, las excavaciones del límite del bosque central, antes casi desprovistas de hallazgos, comenzaron esta semanalidad a proveernos con una gran cantidad de objetos nuevos y maravillosos en gran abundancia, provenientes, no hay duda ya, de la poderosa y antigua civilización que una vez ocupó estas tierras. Ha sido tal la abundancia de estos objetos en las últimas dos inspecciones de los “centros ceremoniales” y el “adoratorio”, que después de una detallada inspección catalogo, hemos llegado a las conclusiones que antes eran solo motivo de rumores, y ahora son, completamente, una seguridad.

Ramulio apoyó el documento sobre la puerta y sin dejar de leer, se buscó en el bolsillo sacando de este unos clavos. Mientras seguía leyendo empezó a fijar el pergamino a la puerta con los pequeños clavos.

Como recordarán, los pocos objetos que se habían descubierto en esta parte del mundo nos habían dado solo una idea fragmentada acerca de cómo vivían nuestros antepasados y de su gran civilización, la cual nos cuenta la leyenda, terminó un trágico día en que los dioses decidieron mandar sobre las cabezas de nuestros padres la más grande calamidad: una lluvia de fuego que bajó del cielo estrellado en grandes tubos de metal, y que en una sola noche acabó con la gran mayoría de nuestros antepasados, calamidad que bien estuvo a punto de acabar con nuestra raza, pero que por la bondad de algunos de los dioses que ahora nos protegen, algunos de nuestros padres lograron sobrevivir y dar origen a nuestro pueblo. Esos objeto como decía, poco nos decían sobre los antiguos, pero, oh maravilla! Que los nuevos descubrimientos ahora nos dicen claramente una nueva y fascinante historia.

Las excavaciones del “centro ceremonial” y el “adoratorio” han despejado las dudas que existían sobre importantes cuestiones de la historia de nuestros padres y acerca de sus creencias, al grado de que tendremos a partir de hoy una nueva visión y habremos de reescribir todo lo dicho anteriormente sobre este asunto. Así es, socios y hermanos, que les pido su asistencia esta noche en el templo del congreso del saber, en donde podrán ver con sus propios ojos, y escuchar de viva voz, del testimonio que los expertos nos darán sobre este nuevo y grande saber.

Hermano suyo, Dr. Pakt.

Ramuilo miró el pergamino, que había quedado firmemente sujeto a la puerta del gran edificio, y sonrió para si. Trabajar como ayudante personal del Dr. Pakt era un gran orgullo para cualquiera, y este nuevo descubrimiento sin duda, traería una mayor fama y prestigio a su amo. Dio un suspiro de complacencia y se volvió para marcharse. Cuando empezaba a bajar las escaleras, divisó a lo lejos a los otros sabios que se dirigían hacia el edificio del congreso, a enterarse de las noticias del saber, como era costumbre de ese día. Ramuilo sonrío nuevamente al anticipar las caras de sorpresa que les causaría el nuevo informe.

***