Aviones,
vencejos
y golondrinas
me invitan a la fiesta
de final de tormenta.
Juegan
a ver quién se atreve,
a ver
¡quién!
vuela más cerca.
La pradera a mis pies despierta.
Satisfecha sonríe
con la tripa llena.
Ríe la roca en el río,
abierta a una loca caída
de primavera.
Me mira risueño
el abeto azul
y se rompe la brecha
que separa futuro y pasado
en vidas paralelas.
¡Pía,
pía,
pía,
libertad!
Un vencejo ha tocado
mi corazón blando
de ciudad.
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