Es la tercera vez que nos vemos en los últimos trescientos cincuenta años y aunque todo hasta el momento parece normal, presiento que en esta ocasión será diferente.

Hay sospechas por parte del alto mando de que has traicionado. Y la traición siempre se paga con la pena máxima: serás desterrado del Sistema y tus posibilidades de supervivencia serán mínimas.

En estas tres oportunidades en que nos hemos visto siempre he estado muy tensa.  Recuerdo que en la primavera de letón cumplía órdenes de dejarme infestar por ti. Los científicos querían saber qué efectos nocivos sobre la salud de los humanos podría ocasionar el virus que portabas. Y yo fui la escogida para el experimento.

Al principio sentí una fuerte repulsión, pero fui entrenada para asumir cualquier desafío. Y me sometí al experimento. Pronto se sabrían los resultados: sobreviviría y aquello no iría mucho más allá que de unas simples molestias y de un poco de quimioterapia a mi lado humano.

Sin embargo, mis circuitos interiores se sobrecalentaron. De eso jamás le hablé a los que conducían la prueba y no creo que lo notasen porque a la larga he aprendido a ocultar ciertas emociones y sucesos. Y cada una de mis respuestas fue la ideal que daría un cuerpo como el mío ante la agresión del virus FRT. Al fin y al cabo, lo que les interesa no es el cómo me siento, me puedo sentir o me he sentido si no mi yo externo, biológico, fisiológico. Ellos no tienen ni la menor idea de cómo he conseguido camuflajear muy bien, detrás de mi cableado, cada uno de mis estados de ánimo

En la segunda ocasión ya habías viajado a la X54G y traías contigo una docena de virus y bacterias desconocidas.   Un ser humano real había sido entrenado para contactarte, pero, a última hora fui localizada y me correspondió la suerte de abrazar tu cuerpo y sensores como si fuera la primera vez. Tampoco esa vez hice referencia a mis emociones. Me sentía utilizada por ellos y por ti. Por ese motivo, he dedicado tiempo, esfuerzo y estudio para que ni sus más modernos escáneres puedan leer mis circuitos. Y hasta un poco de dinero y de pericia para adéntrame en el mercado negro sin que lo sepan y conseguir reemplazar “neuronatos” con la capacidad de ocultarse a los ojos del más sofisticado instrumento de medición. El mercado negro tiene de todo lo inimaginable.

Aquella vez, nos vimos en medio del océano en una pequeña islita construida de manera artificial para esos fines.  Se te dio permiso para entrar a la atmósfera de la tierra. Se fertilizaron los canales de aterrizaje, se bloquearon las vías de acceso al área para evitar cualquier confrontación y que la noticia saliera a la luz.

En esa oportunidad, el Alto Mando te concedió el más grande honor que se entrega a fuerzas extraterrestres por su aporte a la Humanidad.  El encuentro no duró más de setenta y dos horas.  Tiempo suficiente para que mi cuerpo padeciera la agresión de cada uno de los microorganismos biológicos y de software que portabas. Ninguna bacteria me atacó.

Y los científicos quedaron intrigados porque se suponía que el ataque sería mortal. Sobreviví.

Mi vocación de suicida, no era por nacimiento si no aprendida a fuerza de repetir que había llegado a la Tierra con un propósito: el de servir a otros en beneficio de su salud. No pertenezco a ninguna de las actuales generaciones de robots y ellos lo saben. Entré por equivocación al entramado de investigaciones de los terrícolas. Si, por equivocación. Una falla de programación me trajo acá. Y luego cometí la estupidez de contactar al Alto Mando. Les ofrecí mis servicios, quería ser útil, y lo peor es que no creo que lo haya conseguido. Cuando estás en suelo ajeno no eres más que cero relegado a la enésima potencia.    

Quedé, entonces, inconsciente por espacio de veinticuatro meses y de ese tiempo solo tengo imágenes borrosas en mi cerebro. Me tuvieron bajo vigilancia en el cuarto nivel construido bajo la superficie del mar de Egeo. Solo pudieron trabajar con la información que mi núcleo les permitió. Por suerte, las medidas tomadas por mi rindieron fruto. Aunque no pude quedarme con nuestro hijo. Si lo hubieras visto. ¡Era perfecto!

Luego cambiaron los softwares, las rutas para acceder a la internet galáctica. Y los grandes telescopios dejaron de hacer falta. Ahora se observa el cielo con unos lentes microscópicos cuyo poder supe es atribuido a uno de los virus que me transmitiste en aquel encuentro. La vida inteligente en el Planeta y en el Sistema cobró fuerzas y un entendimiento hasta ese momento no alcanzado.

Comenzó a reescribirse la historia por completo. Los implantes de virus empezaron a costar millones y a rendir beneficios extraordinarios. Desde cada rincón del Sistema llegaron solicitudes de encargos que no siempre pudieron satisfacerse por lo que no faltó alguna que otra guerra con el propósito de obtener las claves y la supremacía.

Hoy es la tercera vez que nos encontramos. Luces fantástico. Tal pareciera que el tiempo no pasa por ti. Yo he envejecido y no entiendo bien la misión dada ni por qué este error de enviarme de nuevo contigo. Adentro mis circuitos se están sobrecalentando más de la cuenta, es que no pude conseguir una buena cantidad de “neuronatos” al momento del aviso. Tengo miedo a otros veinticuatro meses de inconciencia; y a lo que esto signifique para la Humanidad... al fin y al cabo me he aclimatado aquí.

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–¿La tienes?

–Sí.

–Entonces, el Sistema es nuestro....

–Totalmente.... cuando vengan a buscarla nadie sabrá; y FRT habrá tomado el control.

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