Gloria Steinem, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades
Este viernes, la feminista más famosa del planeta recogerá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por, según el jurado, ser "motor de una de las grandes revoluciones de la sociedad contemporánea".
Steinem, de 87 años, lleva más de seis décadas entregada al activismo, escribiendo y militando para mejorar la vida de millones de mujeres en todo el mundo. "El galardón ha sido una bendición inesperada", confesaba hace unos días por teléfono desde su casa en Nueva York, "nunca ha estado en España, pero creo que me sentiré como en casa porque Estados Unidos ya es un país bicultural".
- ¿Cuáles son los retos del feminismo hoy?
- La vida de las mujeres sigue en juego. En el caso de algunas, en el sentido más literal de la palabra porque su seguridad física no está garantizada en las calles ni en su propia casa. Para otras, el feminismo tiene que ver con el derecho a decidir cómo y cuándo tener hijos, cobrar lo mismo que los hombres o repartir las responsabilidades domésticas como el cuidado de los niños. Es importante escucharnos las unas a las otras y apoyarnos, aunque necesitemos cosas distintas.
- Como protagonista de la segunda ola del feminismo en la década de los 70, ¿se imaginaba que viviría una cuarta ola como la actual?
- Cuando estás dentro de un movimiento no lo ves como un capítulo de la historia. La expresión 'segunda ola' se acuñó después de que pasara la segunda ola, nadie usaba esa expresión. Hoy es mucho más fácil hablar del patriarcado y del racismo como dos sistemas que lo que tratan de hacer es reducirnos a un grupo, en vez de dejar que seamos individuos únicos.
- ¿Cuáles son las diferencias entre la lucha de entonces y la actual?
- Lo que ha cambiado es que el feminismo es hoy una parte más de nuestras vidas, no una fase. En los 70 éramos tan optimistas que pensábamos que las cosas podrían cambiar en cinco, diez o veinte años, que podríamos derrotar a nuestros enemigos. No éramos conscientes de lo increíblemente profundas que son las raíces del racismo y el patriarcado. Hoy las injusticias se ven de un modo más claro.
- ¿El enemigo es más fuerte o más débil?
- Es más débil porque es ya no es invisible. Todos somos capaces de identificar el machismo y llamarlo por su nombre cuando lo vemos. Y el mero hecho de no considerarlo inevitable ni normal es un gran paso. Ver que un sistema puede cambiar es el primer paso para una transformación real y profunda. Hoy sabemos que el feminismo es algo que va a estar ahí siempre, de por vida.
- Desde que se anunció su premio, la retirada de Afganistán ha dejado a millones de afganas en una situación miserable y el derecho al aborto ha sufrido un durísimo revés en Texas, ¿son los derechos de las mujeres una moneda de cambio, algo que viene y va?
- Resulta chocante ver que 20 años no han conseguido cambiar nada del patriarcado que rodea a las afganas. Ver a las activistas escapar del país o ser atacadas en su casa ha sido como volver al pasado. No sé si es una reacción al progreso o peor, una completa regresión. Es una situación muy compleja.
- ¿Y los derechos reproductivos en Texas?
- Siempre han sido una de las prioridades del poder. En lo más alto de todas las jerarquías de poder se sitúa siempre el control del cuerpo de la mujer. En Texas, cuatro de cada cinco ciudadanos opinan que las mujeres deben poder decidir tener hijos o no, pero la falta de democracia a la hora de decidir los representantes legislativos ha hecho que eso sea casi imposible. Es una derrota. Para muchas mujeres debe haber sido un shock porque el contraste entre la opinión pública y la nueva ley es enorme. Ha habido una respuesta: los grupos de apoyo se han organizado, hasta los conductores de taxi han ofrecido viajes gratis a las mujeres que iban a abortar. Lo que ha ocurrido allí es un sobrio recordatorio de que el poder político siempre va a intentar controlar el cuerpo de la mujer. El sistema lo necesita para perpetuar el racismo y el clasismo.
- ¿Teme una oleada legislativa conservadora apoyada por el Tribunal Supremo?
- La posibilidad de una ola reaccionaria es algo que siempre hemos de contemplar. Pero incluso antes del movimiento feminista de los 70, cuando el aborto estaba prohibido, una de cada tres mujeres en Estados Unidos se había sometido a uno. Eso significa que se practicaban abortos peligrosos, sobre todo para las que no tenían dinero. Eso nos da una lección: no hay nada que pueda forzar a una mujer a ceder el control de su cuerpo.
- Me imagino que muchas mujeres se le acercan y le cuentan sus experiencias, ¿han cambiado mucho las historias?
- ¡Muchísimo! El aborto ya no es un tabú. Ha sido un camino. En Francia, Simone de Beauvoir confeccionó listas de mujeres que confesaron haber abortado para pedir una legislación y en Ms Magazine hicimos lo mismo. El silencio se ha roto y hoy es mucho más fácil hablar de ello.
- Uma Thurman contó hace poco su propia experiencia, ¿es últil que famosas se sinceren?
- Los movimientos sociales siempre surgen del testimonio de personas que, vengan de donde vengan, cuentan la verdad sobre sus vidas. Contar la verdad casi siempre ayuda.
- Cualquiera que sea la naturaleza de tu experiencia, es importante poder contarla. En los 60 y los 70, delante del apartamento en el que vivía, había una clínica a la que acudían mujeres a abortar. Solía ver a muchas salir de coches destartalados, ayudándose las unas a las otras a entrar y salir de la clínica, y muchas iban después a la tienda de licores de la esquina a comprar una botella de vino para celebrarlo. Para algunas la experiencia es traumática, pero es cierto que, en general, se ha suprimido la verdad de muchas mujeres: que abortar es un alivio y puede ser motivo de celebración.
- ¿Cuál es el balance del MeToo cuatro años después?
- Muy positivo. Al final se trata de contar la verdad. Empezó en Hollywood, fue inmediatamente apoyado por la prensa y también por mujeres trabajadoras. Ver a mujeres apoyándose siempre es importante.
- De lo que no se habla es de las represalias que han sufrido muchas mujeres por denunciar acoso.
- Totalmente, es muy fácil hablar de tus experiencias personales siempre que no esté en juego tu empleo. No es lo mismo hablar de acoso sexual si trabajas, por ejemplo, en una fábrica.
- ¿Tiene miedo a ser criticada o, como se dice ahora, cancelada?
- No. Me tomo muy en serio el rigor cuando escribo. El fact checking sigue siendo un mandamiento para mi. Soy consciente de que por el hecho de ser periodista tengo acceso y presencia en los medios, que siguen siendo increíblemente poderosos. Por eso me parece una buena noticia que millones de personas tengan ahora acceso a las redes sociales y puedan compartir sus historias. Aunque la atención sigue siendo desigual: no es lo mismo cuando tienes un nombre y la gente te conoce.
- ¿Cómo ha compaginado el ser freelance toda la vida y tener que pagar las facturas con mantener su independencia?
- No siempre ha sido fácil. Durante mucho tiempo compartí el apartamento en el que vivo ahora con una artista y las dos lo pasábamos fatal para llegar a final de mes. Nos levantábamos por la mañana y nos preguntábamos: ¿Cómo vamos a ganar los 50 dólares que cuesta vivir hoy aquí? Por otra parte, no he tenido hijos, solo tenía que responsabilizarme de mi misma. He vivido muchas épocas de incertidumbre. Pero jamás se me pasó por la cabeza tener un trabajo de oficina. Lo más cercano que estuve de tener una remuneración estable fue una columna que escribí durante una temporada en New York Magazine.
- En los dos últimos años han rodado una película y una serie de televisión sobre su figura, ¿cómo Ud lleva tanta atención sobre su figura justo ahora?
- Los movimientos se componen de personas y cada una de ellas cuentan una historia, así que espero que la mía pueda inspirar, igual que lo hacen muchas otras. Cuando Julia Taymor me preguntó si podía adaptar al cine mis memorias, En la carretera (en España publicadas por Alpha Decay) le dije que sí sin pensarlo porque Julia es una de las mejores cineastas de nuestro tiempo. Ms America fue la experiencia contraria. Toda la premisa de la serie es una mentira. Phyllis Schlafly no paró la ERA, la Enmienda de Igualdad de Derechos, fue la industria de las aseguradoras, que no querían dejar de hacer negocios segregando por sexos porque eso les habría hecho perder mucho dinero.
- Se cumplen 20 años del impeachment a Bill Clinton, ¿se harían distintas las cosas hoy respecto al trato que recibió Monica Lewinsky?
- En perspectiva, creo que una de las cosas que más se malinterpretó es que entre los dos había un respeto y un afecto real. No recuerdo todos los pormenores del caso con exactitud, pero creo que esa parte, la de la amistad entre ambos, se entendió mal porque había muchísima diferencia de poder entre los dos. Y luego está el papel de Linda Tripp, que traicionó a Lewinsky.
- ¿Qué le parece Alexandria Ocasio-Cortez?
- Es un excelente ejemplo de democracia en acción. El hecho de que no tenga experiencia previa en política y que haya tenido empleos ordinarios, de camarera, le permite representar la experiencia del ciudadano medio estadounidense de una forma extraordinaria. Su habilidad para expresarse y comunicarse con los demás me parecen directamente un milagro. Está ayudando a democratizar el Congreso. ¿Que si podría llegar a ser una buena presidente? No sé, ha habido tantas mujeres que podrían haber sido excelentes en este cargo: Shirley Chisholm en 1972, Hillary Clinton en 2017...
- ¿Cómo fue infiltrarse en la mansión Playboy para escribir un reportaje sobre las condiciones de trabajo de las "conejitas"?
- Trabajar en la mansión Playboy no tenía nada de glamuroso, era horroroso y estaba muy mal pagado. Contrataban a cualquiera. A mi me contrataron sin ver mis documentos de identidad, cosa que es ilegal en Nueva York, especialmente si vas a servir alcohol. La comida era terrible, el servicio un verdadero horror y recuerdo que en la única entrevista previa que hice, la jefa me dijo: si sabes mecanografiar, este no es tu sitio. Solo estuve un mes. Eran tan racistas que a las mujeres negras que trabajaban allí las llamaban conejitas de chocolate. Me alegra porque el reportaje sacó a la luz las condiciones miserables de las mujeres en todos los clubs Playboy repartidos por el mundo. Aunque cuando la historia salió publicada se puso demasiado énfasis en lo físico y no sé si eso mandó un mensaje equivocado, la impresión de que ser una conejita era algo deseable. No sé si lo volvería a hacer.
- ¿Cómo diría que llevan los hombres el feminismo?
- Muchos están cambiando: cuidan de sus nietos y sus hijos, ya no son el tipo que vuelve con el cheque a casa. Ven reflejado en el movimiento feminista cómo les gustaría que fueran sus hijas en el futuro y por eso lo apoyan. Un hombre también puede ser feminista, puede estar a favor de la justicia, la igualdad entre hombres y mujeres y defender el hecho de que, más allá de los grupos, todos somos seres humanos únicos. Todo el mundo puede cambiar su actitud, ya sea en el trabajo o en casa, para hacer que el mundo sea un poco más justo. Se trata de ampliar la democracia, de que todo el poder no esté en manos de unos pocos hombres blancos ricos.
- ¿Ha visto la última película de Clint Eastwood, Cry macho?
- No, hace mucho que no veo sus películas.
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