En el baúl de los recuerdos de Harper Lee aún había otro texto por explotar. No es, ni mucho menos, un manuscrito inédito de la importancia del que vio la luz el año pasado, Ve y pon un centinela, convertido en el fenómeno literario de la temporada.

Pero bien merece una mención por los matices que rodean a la historia sobre la escritora, fallecida el pasado febrero

En realidad, cualquier escrito de la autora de Matar a un ruiseñor es noticia por lo escaso de la obra de Lee, la dama sureña de Alabama que se llevó el premio Pulizter en 1961 por ese trabajo sobre Atticus Finch, un abogado viudo de mediana edad encargado de la defensa de un hombre de raza negra en una época marcada por un racismo feroz.

El texto hallado es un artículo de investigación periodística sin firmar que ahora ha sido atribuido a Lee por parte de su biógrafo, Charles Shields. El artículo de doble página apareció en la revista Grapevine, una publicación especializada para profesionales del FBI, tan solo unos pocos meses antes de que publicara Matar a un ruiseñor y Lee saliera del anonimato para el resto de su existencia.

El tema elegido fue el brutal asesinato de una familia de Kansas, los Clutter, el matrimonio formado por Herb y Bonnie y sus dos hijos adolescentes, Nancy y Kenyon, una matanza que tuvo lugar en su granja de Holcomb, y sobre la que Lee escribió en un viaje junto a su amigo de infancia, Truman Capote.

En realidad, se trataba de una asignación que le encargaron a Capote para escribir para The New Yorker, interesados en saber cómo había reaccionado la comunidad a los cruentos crímenes. 

Al final, Lee aprovechó la situación para escribir el artículo para la revista del FBI y Capote para incluir la historia en una de sus novelas más aplaudidas, A sangre fría.

Lee centró la historia en el agente del FBI Alvin Dewey, de la oficina de Kansas, destacando su figura como clave para resolver el caso de los Clutter, y calificó lo sucedido como el "caso criminal más extraordinario en la historia del estado".

Pese a su meritorio trabajo de investigación, entrevistando a varios de los detectives y testigos involucrados en la matanza, la escritora sureña mantuvo un perfil muy bajo al respecto sin querer firmar la historia en la publicación. Después Capote tampoco ayudó en demasía, puesto que en A sangre fría la contribución de su amiga quedó reducida a un simbólico título de "asistente de investigación".

Fue un caso complicado de resolver. Los asesinos dejaron muy pocas pistas, como la propia Lee se encargó de relatar. Al parecer, no quedó rastro de las armas utilizadas ni de los casquillos. Tan solo la cinta adhesiva que usaron para maniatar a tres de las víctimas "que podían haber comprado en cualquier parte".

"Sin embargo, en la sala de calderas del sótano donde apareció el cuerpo de Clutter, los investigadores encontraron una clara huella bañada en sangre", apuntó Lee en su historia, un asunto que se resolvió tras la confesión de los dos asesinos, que cobraron entre 40 y 50 dólares por su trabajo.

Curioso e interesante resulta el hecho de cómo Shields logró enterarse de la autoría del artículo. Según le confesó al diario británico The Guardian, comenzó a repasar la biografía que publicó en 2006 sobre Lee, Mockingbird: a Portrait of Harper Lee, con la esperanza de completar cualquier vacío que hubiera podido quedar. Así fue cómo comenzó a revisar las hemerotecas de Kansas y en uno de los periódicos, el Garden City Telegram, encontró la pista que estaba buscando.

Su fuente fue Dolores Hope, una columnista y amiga de Lee que se encargó de promocionar con sus lectores la publicación del artículo en Grapevine. "La historia del trabajo del FBI en general, y del agente Al Dewey de la oficina de Kansas en particular en el crimen de los Clutters, aparecerá en Grapevine, la publicación del FBI".

Además explicó quién era Lee y cómo había acompañado a Capote en su investigación, alentando a los lectores a estar pendientes de la publicación de su primera novela en primavera: "Está destinada a ser un éxito".

Fue una premonición de las buenas porque la autora de Alabama se convertiría, poco después, en uno de los fenómenos literarios de la época.

Su novela, al final, fue un rotundo éxito, convertida en bestseller y en película en 1962, con Gregory Peck haciendo de Atticus Finch, y el motivo de la inusitada expectación que despertó Ve y pon un centinela. La publicación de esa segunda novela se vendió como una secuela para atraer lectores, pero en realidad era un borrador de su obra cumbre.

El resultado fue un estruendo monumental en el decaído sector de las ventas de libros, con 1,1 millones de ejemplares vendidos en una sola semana, un récord para la editorial en cuestión, Harper Collins. "Las ventas han excedido nuestras expectativas", dijeron en un comunicado, todo ello pese a las críticas negativas que no dudaron en señalar lo confuso del enfoque de Lee al ocuparse de nuevo de Finch, esta vez instalado en una vertiente más oscura y negativa.