IIIª parte de Una leve Silueta de opacidad.

Echo  de menos la parte perdida de mi rostro. Era una gran parte mía.

--¡Sí! Tengo que recuperarla, y lo haré. --Me digo poniendo en marcha toda mi voluntad y la gran capacidad de esperanza que llevo dentro.

--La sonrisa no la tiré --trato de engañarme, aunque sé cual es la realidad-- se me cayó y por eso la recuperaré.

Y recuerdo que me he puesto una ínfima parte sobre el rostro, que parece que se ha pegado y absorbido pues apenas si hace resalte.

--Cuidaré ese fragmento. Crecerá como un injerto de piel y volveré a ser el mismo.

Y estoy seguro de conseguirlo, aunque será el tiempo y la buena voluntad ajena, los que tendrán la última palabra, como siempre.

 2

 El paso inexorable del tiempo ha ejercido su clara influencia. El tiempo es, unas veces un influjo alegre y productivo. En otras ocasiones, un dominio cruel y nefasto a veces.

He tenido suerte, mucha suerte, bendita suerte. La caída de los granos de arena en el reloj de arena, con forma de diábolo de mi vida, ha sido positiva. Aquel desportillado fragmento de mi sonrisa, nimia reliquia de tela de araña, ha prendido milagrosamente, aunque mi sonrisa aún no haya cambiado ni florecido pues es evidente que no ha llegado para mí, en lo de mi rostro, ninguna primavera.

--Es cierto --pienso en voz alta-- No es primavera, sino otoño, y será difícil que en este tiempo, tal como veo las cosas y tal como éstas ruedan sobre mí, pueda brotar y aflorar, abriendo los pétalos y mostrando sus pistilos plenos de polen de mi sonrisa. Y deseo que se abran para que fluya de nuevo el manantial de amor y ternura que siempre ha sido.

--¡No eres más que un bobo de solemnidad! --Interviene otra vez, a traición y sin ser invitado, mi YO oculto, mi enemigo interno que quiere pasarse, engañándome, como si fuera mi conciencia.

--¿Por qué?

--Nunca, nunca jamás recuperarás tu sonrisa.

--Lo haré; lo conseguiré. Sólo necesito un poco de tiempo y ayuda.

--¡Ja, ja! Tiempo aún tienes mucho… ¿pero ayuda? Ja, ja, ja.

Una larga ristre de carcajadas, estentóreas, odiosas, siguen en uno más de sus ataques a mi autoestima. Es algo que quiere, pero no logra destrozar, por más que lo intenta muchas veces al día, cada día, todos los días.

No le contesto, sólo pienso en esa ayuda.

--Sí. --Me digo-- Me ayudará. El tiempo es bueno y me dará esa mínima cantidad de esperanza que necesito como abono para que crezca esa semilla en la que germinará mi sonrisa. No me negará esa cantidad de humedad y tiempo que necesita para que brote y prospere.

Pero, a mi otro YO, no lo puedo engañar. Sabe todo lo mío, y ni el más ínfimo pensamiento que tenga escapa a su control, a su juicio desalmado y feroz, a sus interpretaciones negativas llenas de pertinaz maldad, puesto que soy yo mismo.

--Ya, eso crees. Pero puedes estar seguro que no lo conseguirás. Nunca habrá compasión para tu sonrisa. La has perdido, del mismo modo que también has perdido el futuro. Ya que si te miras, si piensas un poco, si quisieras ver tu triste realidad, has perdido hasta el presente.

Y mientras se aleja dentro de mí, puedo escuchar sus miserables y satisfechas carcajadas, que desaparecen con él a mis espaldas.

Es la historia de siempre. Cuando no estoy seguro, cuando algo me sofoca y desequilibra, él no viene a ayudar. Aparece para refregar y congratularse de mi mal. Viene a urdir sus patrañas sobre algo que puede incluso no existir y ser sólo un espejismo, una mala interpretación, un sueño mal digerido, lo contrario de lo que deseo.

Y recuerdo cuantas veces, a lo largo de mi vida, ha intervenido tratando de hundirme, de evitar que levante la cabeza, impedir que luche, dando por sentado que no hay nada que hacer, y que pierda toda esperanza.

Pero en cada ocasión, y recuerdo centenares de veces en las que no hacerle caso, me ha llevado a reconquistar lo que parecía perdido. Exámenes dificultosos en los que me animaba a abandonar. Viajes, en los que corría para no perder el tren, arrastrando la pesada maleta, y él insistía en abandonar el esfuerzo y tomar el convoy siguiente. Competiciones, en las que ante un fallo, me hablaba:

--Ya no tienes nada que hacer. Un cero no se remonta con nada. No quemes munición.

Pero yo seguía concentrado, luchando, mientras le decía:

--Un cero se cubre con un montón de diez.

Y me los hacía, y recogía la medalla o la copa de primero. Y entonces, no aparecía para compartir el momento de boato y vanidad. Y no lo hacía a pesar de llamarlo encarecidamente, con mi máximo interés.

--Eres un parásito nefando. Sólo eres un cruel e inútil fantoche en mi vida, un bufón sin alma, un títere sin corazón, una marioneta de mi subconsciente.

Y en ocasiones podía escuchar sus pérfidas carcajadas en la sombra, sin poder llegar a verlo.

 3

 El discurrir del tiempo, breve pero cansino cuando en su devenir es lento, pesado y lastimoso, transcurre. El entorno cambia, los ciclos se alteran y no se repiten. La vida, ¡oh, maravilla!, sigue mientras cada cual baila su danza al compás de la música que ha elegido o le ha tocado.

Y sin sonrisa, pero con el alma llena de esperanza, de amor, y a ratos de soledad, espero.

Lentamente, mi liado ovillo, cual si fuera el Hilo de Ariadna, la que enamorada de Teseo, le dio el hilo que le permitió salir del laberinto, se hace presente y me desquicia. Es ley de vida, todos tenemos nuestro nudo, una madeja que a ratos se lía, y a ratos se desenreda. Pero nunca deja de estar presente, ni se deshace sin dejar algún nudo que, aunque no gordiano, no puedo, cual Alejandro Magno, cortar y desembarazarme de él. Pues ese nudo que cada uno arrastramos, es y forma parte de nuestra vida. Y cortarlo, sería renunciar a ésta.  

Y mi liado carrete va siempre conmigo. Y soy yo el que, en mi continua elucubración, lo lía y lo deshace en una permanente inquietud de llegar más lejos y más alto, que sólo me llega a descubrir que soy únicamente más tonto.

He de cambiar, me digo y me repito, pero…¿cómo?

Han pasado muchos días desde que perdiera la sonrisa. Han sido días aciagos, tristes, conturbados, plenos de inestable e incomprensible sinrazón sólo por mi parte.

Intentar saberlo todo y comprenderlo todo, me doy cuenta, es caer en el pozo del absurdo, en la caldera en la que las verdades se remueven, cuecen y se transforman en errores, que no mentiras.

He de salir de ello. He de recuperar no sólo la perdida sonrisa, sino el extraviado sentido común.

Siempre a la tormenta le sigue la calma. Al sueño, el despertar. Al rayo el relámpago y el trueno. Y en ello confío, mientras me digo:

--¡Todo llegará!

Y lo esperado se produce. El fluir y refluir en el amor, en su constante devenir, cierra y abre puertas tan agradables a veces, como ilógicas y negras en ocasiones.

El amor es como tener un pájaro en la mano. Si lo aprietas lo matas, si lo aflojas se escapa. Y comprendo que he apretado demasiado, seguramente por exceso de cariño, por sentirlo y desearlo demasiado cerca, por no querer alejarme y dejarlo que respire libre y a su albedrío equilibrado.

El amor no viaja solo. El amor es renovación, pues es vida. El amor es una reconquista de cada día, de cada minuto. El amor, indefinible en sí mismo, es avanzar y seguir en un rehacer de mejoras de cada momento. El amor es AMOR, así, con mayúsculas. Y con él no hay solamente que escribirlo, sino también tratarlo. El amor es suave como el terciopelo, pero puede ser duro como el Nylon.

Y limpié mi alma, de sospechas infundadas y por mí creadas en una fantasía clara y maníaca. Y también depuré mis desconfianzas, mis incredulidades y dudas, un mundo falso de mi mente elucubradora que crea y realiza un sinfín de vueltas y revueltas tan chuscas como irreales.

Y así me lo expuse y se lo planteé. Y ella comprendió sin duda. Nos volvimos a ver. Mi miedo inicial a una fría acogida, no fue cierta. Era, una vez más, uno de mis fantasmas. Otro más de mis sueños erróneos. Una de mis elucubraciones sin sentido. Y lo pude ver desde el primer instante. Estaba como siempre, preciosa. Su sonrisa mostraba toda la calidez de muchas y tantas otras ocasionas. Nada había cambiado. Era ella, la que siempre he adorado.

--¡Idiota! --Me dije mientras me miraba en el infinito espejo de sus ojos marrones-- Una vez más tú solo te lías y te enredas con tu “Ovillo de Ariadna.”, esa quimera que con tanta frecuencia nombras en tus historias de mitología

Y al ver sus ojos, fluyó un denso océano de esperanza que penetraron hasta el recóndito lugar en el que residía mi ilusión. Miré sus labios y no había en ellos rechazo. Uní los míos a aquellos que adoraba y la cascada de humedad cubrió mi semilla interior que empezó a germinar en el rostro.

Con escaso margen fue recuperando el tiempo de latencia que la había tenido paralizada. Noté como aquella diminuta pieza desaparecida de mi rostro, pero íntimamente mezclada con la piel y escondida dentro de ella, revivía, se esponjaba, crecía, se extendía y tomaba cuerpo aferrándose a lo que ya había sido suyo.

Sentí que mi rostro ardía en una variedad de rubor que floreció en forma de sonrisa. Una sonrisa amplia, cuajada, segura, serena y verdadera. ¡Había recuperado mi sonrisa! ¡De nuevo era yo!

Y mis brazos se apretaron en torno a su adorable cuerpo en un abrazo que completaba lo que nuestros labios expresaban.

Y ella correspondió.

                                                                                              FIN

 

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Comentario por José Ignacio Velasco Montes el mayo 2, 2017 a las 6:01pm

Recuerdo que cuando LO ESCRIBÍ PUE EN UNA SITUACIÓN especial, era yo el que estaba gris, Y esa falta de color se mostró en la poesía. Que sele puede hacer si no se te ocurre algo más alegre, pues tú no lo está. El premio tampoco me dio más animo. Ya sabes, hay cosas que sólo cuando las digieres, se borran y desaparecen.   ¡Era tan joven! ja, ja, ja, 

Comentario por José Ignacio Velasco Montes el mayo 2, 2017 a las 5:48pm

Sinfonía en Gris

Gris era la tarde que te vi

Gris tu pelo.

Grises tus ojos

Gris yo para ti.

Gris,

Color fatal

Ni blanco

Ni negro

Sencillamente...

GRIS

Comentario por José Ignacio Velasco Montes el mayo 2, 2017 a las 5:38pm

Es cierto tu comentario. Por eso el otro día te escribí  la poesía xon l que gané el Premio de la Universidad de Verano da la Rábida:

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