Las despedidas dice Saramago es conveniente que sean breves, eso siempre lo pensé, cada vez que debo despedir a alguien, trató de permanecer fiel a esta convicción egoísta de autopreservación.
Hoy estoy aquí en la Estación de trenes de Retiro, inmóvil con la atención
dispersa y fugitiva, hundiéndome como una fría lápida gris, cuya
inscripción reza: Aquí yace Benjamín Espósito infectado por mutua
cobardía virósica. Y de verdad así me siento sumergiéndome
lentamente; atrapado entre las algas oscuras del lago de tus ojos,
donde permaneceré para siempre; erosionándome sin compasión, al oleaje
de los besos que nunca nos robamos y que sin embargo fantaseabamos a
diario.
Muy puntual y estático, en la orilla de este banco también gris, apostado en medio del cementerio del que podría haber sido
nuestro gran amor.Cementerio repleto de trenes que vienen y van
colmados, a su vez de personas que también van y vienen como fantasmas
indolentes, sin reparar en está tristeza que me hunde más y más al piso
marmolado, con una soga de lazos aterciopelados, idénticas a las que en
ocasiones, luces amarrando la oscuridad de tus cabellos.
A partir de ahora no me agradaran más las estaciones, mi mente de dos por cuatro
las identificará con adioses, más que con reencuentros. En ella parte
tanta gente que nunca más volverá a verse; tantas historias terminan en
el andén. Exactamente junto a estos rieles agonizan los suspiros
truncos de miles de amores.
En ella ese hombre Morales, al cual le arrebataron lo que más amaba en la vida,
aguardo diariamente como un calvario, con su corazón muerto entre las
manos, la llegada del asesino de su esposa. Detenido en el túnel del
pasado, respirando del oxígeno de un amor que ya fue.Las estaciones, definitivamente, no son buenos sitios para mí.
Desde los parlantes anuncian la llegada del tren rumbo a Jujuy, ese que me
alejará de ti Irene; sin ser consciente del temblor de mis piernas,
subo los escalones, traspaso la puerta y busco mi asiento junto a la
ventanilla, repitiéndome absurdas frases, disfrazadas de veracidad:
"Quizás lejos pueda olvidarte. Lejos podré arrancar este absurdo
sentimiento por alguien cuyo cuerpo no he acariciado ni una sola una
vez, por ella cuyos labios probé únicamente en el fragor mendigo de
unos sueños húmedos".Sé que no vendrás, estas infectada, buscando
desesperada, al igual que yo la cura en otros lados, en otras camas, en
otros brazos; tu junto a un novio sin alas; yo junto a las amantes de
turno, sin admitir que tales antídotos son solo placebos.
El tren ya parte, por compañeros de viaje, únicamente la soledad y la pena asfixiándome con su almohadón de lágrimas heladas.— ¡Benjamín! —alcanzó a escuchar tu voz desgarrada llamándome en el
andén. Y por primera vez suena despojada, prodigándome en cada letra de
mi nombre, los sentimientos que me debías y callaste tanto tiempo.Te
miro a través de la muralla del vidrio, correr con tus hermosas
piernas, correr desesperada como si allí partiera el amor de tu vida
¿acaso estabas igual de loca que yo para enamorarte verdaderamente de
alguien con el cual solo compartiste fantasías? ¿Acaso eres de esos
bichos raros, que como yo sucumbieron al amor platónico?
Luchando en contra el movimiento, apoyas tu mano sobre la ventanilla, como si
quisieras acariciarme y llevar contigo mi imagen para siempre. Lloras
todo el llanto acumulado por años de no tenernos y tenernos más allá de
lo imaginable. Yo te respondo de igual manera, con igual ansiedad y
pasión aniquilada. Un vidrio nos separa, débil como nuestra cobardía, y
transparente como el amor que recién ahora nos atrevemos a confesar con
la mirada.Pero es tarde Irene, la vida tiene un ciclo, y está
historia llegó a su fin.
Te miro, me miras y los dos sabemos que es así, que lo que no se hizo antes, no podrá hacerse más; todo amor es plausible de tolerar un quantum de espera, todo amor tiene su despedida
y esta es la nuestra.Así te despedí aquel día, brevemente como
acostumbro y con el alma a jirones. Allí quedaste parada en el andén
mirando el tren partir, como si fueras una lápida, cuya inscripción
reza: Aquí yace Irene Menéndez-Hastings infectada por mutua cobardía
virósica.
Hoy a pesar de tanto tiempo te recuerdo; ya jubilado y convertido en novelista aficionado, intento escribir por y para ti, una
novela sobre amores que no fueron y que lo fueron todo, asumiendo una
profesión que se lleva de maravillas con mi actual forma de vida
solitaria y que me obliga a enfrentar demonios, conduciéndome en cada
página a la catarsis momentánea.
Después de veinticinco años recuerdo cada detalle de ti y cuando no logro hacerlo con nitidez me regodeo en
el sufrimiento hasta recordarlo. De los variados antídotos ninguno ha
surtido efecto, de las frases que me repetía aquella vez cuando aborde
el tren, llegaron a ser eso: frases.Te amo como siempre, como me
acostumbre, sin tocarte, sin besarte, sin tenerte y a la vez tan
enamorado. Sigo atrapado entre las algas, pero ya no lucho por
desprenderme, me siento a gusto. Sigo contigo, mi Irene.