Primer capítulo de mi historia corta LA HABITACION DEL CASTILLO, alojada temporalmente en Wattpad.

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SINOPSIS:

De vacaciones en Las Vegas, "la ciudad del pecado".... ¿qué se puede esperar de un viaje así?.... ¿Diversión, compras, alcohol, juego y desenfreno? Carla, Felicia y William llegan de vacaciones con las mejores intenciones para tener el viaje de su vida, pero en el camino descubrirán que algunas cosas no son lo que parecen y existen puertas que es mejor dejarlas cerradas.
"La habitación del castillo" es una historia corta de suspenso tomada de la antología "Desde mi ventana". Sumérgete en la lectura y descubre que se oculta en la habitación 2434.

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"Las habitaciones de hotel son lugares espeluznantes por defecto, ¿no les parece? ¿Cuántas personas habrán ocupado esa misma cama? ¿Cuántas de ellas estaban enfermas? ¿Cuántas estaban perdiendo el juicio? ¿Cuántas estaban pensando en leer unos cuantos versículos de la Biblia del cajón de la mesilla antes de ahorcarse en el armario junto al televisor?"

Stephen King

Agradecimientos a Chito E. por su exabrupto estéril, vacío e innecesario que me liberó del bloqueo hacia esta historia. Aún tú, tienes algo que aportar al mundo.

AB

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UN VIAJE INESPERADO

No había otra cosa que pusiera más nervioso a William que abordar un avión. No era que padeciese de claustrofobia o algún otro trastorno similar, solo era una cuestión de comodidad interna. Le disgustaba tener que estar encerrado por horas en un espacio confinado y rodeado de extraños. Así que cuando Carla le anunció que irían de vacaciones fuera del país, apenas si tuvo fuerzas para fingir entusiasmo.

Llevaban casados casi diez años y lo anterior se constituía en su secreto mejor guardado. Su esposa sabía que él experimentaba alguna incomodidad durante su estancia en dichos aparatos, lo que no se imaginaba cual era la motivación de tal disgusto.

Carla era la administradora de un hospital en el centro de la ciudad, este nosocomio pertenecía a la institución de la seguridad social de aquel país. Ella había ascendido en aquel organismo gubernamental desde que ingresó como encargada de suministros hacía más de trece años. Su actual posición la colocaba como un empleado de "clase veintitrés". Sus ingresos eran significativos, y debido a la ausencia de deudas e hijos, podía ahorrar casi la totalidad de su sueldo a final de mes. Dichas reservas eran utilizadas, de cuando en cuando, en viajes al extranjero. El resto era guardado en el banco para poder pasar una vejez sin sobresaltos.

William por su lado había tenido una experiencia laboral más bien errática. Era ingeniero químico graduado con una especialidad en textiles. Desde que salió de la Universidad había cambiado de trabajo unas doce veces. El área textil en aquel país no estaba muy desarrollada y las plazas para ingenieros eran escasas. Se había desempeñado como vendedor de químicos, agente de servicio al cliente en un call center, vendedor por telemarketing, encargado de producción en una fábrica de pinturas, entre otros empleos. En su área de especialización trabajó por un par de años nada más. Hubo un tiempo que decidió probar suerte comprando un cibercafé para poder obtener un ingreso extra, pero no tuvo éxito en aquella iniciativa. Es más, esto lo dejó hundido en deudas que a la fecha aún debía pagar. Al final cada mes tenía que hacer malabares para poder pagar sus cuentas. Tenía un pacto con Carla para que ella ahorrara su dinero, mientras el pagaba casi todos los gastos del hogar. Su orgullo le impedía pedirle prestado dinero a ella para poder ponerse al corriente de las deudas que contrajo con algunos bancos, pero esta experiencia le había hecho un experto en evadir a los bufetes de cobro que de tanto en tanto trataban de ubicarlo para saldar aquellos compromisos.

En esos días William laboraba como planificador de producción en una empresa textil, tenía cinco meses trabajando allí. No era la clase de empleo que le agradara, pero el lugar estaba ubicado en la ciudad, por lo que su gasto de gasolina era mínimo. Los primeros tres meses fueron horrendos porque se sentía como un extranjero en tierras desconocidas, pero con el pasar del tiempo, ya podía realizar las múltiples funciones que le eran requeridas y entendía la jerga de sus compañeros de trabajo.

Esa tarde al regresar de la oficina, cuando se bajó del automóvil, Carla salió a recibirlo para darle las "buenas noticias":

- ¡Adivina que! – le dijo ella con una expresión que ya conocía él. Según su experiencia la joven había hecho de las suyas y, en ese caso, era mejor esperar lo inesperado.

Él solo la miró con una expresión cansada en el rostro, el tráfico de regreso había estado pesado, y conducir en aquellas condiciones agotaba a cualquiera. Ella lo miró con un rostro que solo invitaba a continuar la frase, y se quedaría así en medio del jardín toda la tarde si él no decía nada.

- No sé. – contestó con cierta vacilación.

- ¡¡¡NOS VAMOS A LAS VEGAS!!! – y dando un salto se tiró hacia sus brazos

El correspondió al abrazo, pero un mar de preguntas empezaba a agitarse en su interior. Ella agregó:

- Connie me mandó la información de un paquete para ir en Agosto a Las Vegas, ¡está baratísimo! Seriamos tontos si no lo aceptamos.

La aludida era su agente de viajes, la idea de usar aquel servicio parecía algo del siglo pasado, pero Carla no confiaba en esos sitios de viajes en internet donde tenías que ingresar todos tus datos personales y encima de eso, añadir la información de tu tarjeta de crédito. No confiaba en la seguridad de esos lugares. En ese lado era una completa luddita.

William la apoyaba en eso, porque sabía cómo trabajan los call centers de aquellas empresas, si tenías un problema y te quedabas varado en un aeropuerto, debías llamar a un tipo a miles de kilómetros que de seguro estaba en Filipinas o El Salvador, cuya máxima motivación era terminar la llamada e irse a su casa. Si llenabas mal la información o no leías la letra pequeña en las condiciones de servicio, el problema al final era tu culpa y te enfrentabas a una llamada con un lelo que te terminaba diciendo que debido a tu incompetencia perderías el dinero que habías gastado.

Connie se había mostrado muy profesional a lo largo de los años, y jamás les había fallado en ningún sentido durante sus múltiples viajes. Habían visitado Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Colombia, y su último destino había sido la paradisíaca isla de Roatán.

William se extrañó porque lo usual era viajar una vez por año, y habían visitado aquel destino insular apenas hacía tres meses. Él apenas se reponía de los gastos que había hecho durante su estadía en Honduras.

Pero Carla le explicó que debido a que había cumplido trece años en la institución ese año le darían una "prima" que era el equivalente del salario de un mes. Dicho emolumento era una prestación que el sindicato de los trabajadores había logrado incluir en el contrato colectivo ya hacía varios años. Antes de ese tiempo la joven solo había recibido un porcentaje menor respecto al valor de su sueldo. Con aquella cantidad extra de dinero y con sus ahorros pretendía pagar todo el viaje.

En ese punto, Carla era el tipo de persona que no creía en los préstamos o tarjetas de crédito, ella prefería ahorrar para pagar cualquier necesidad o lujo. Solía decirle a su marido:

- Los bancos son unos ladrones, por eso, yo no necesito nada de ellos, prefiero aguantar hambre y luego comprarme lo que yo quiero con ¡MI DINERO!

La idea de ir a Estados Unidos no le parecía nada mal a William, lo primero que se le vino a la mente era si iba a necesitar permiso en su trabajo, porque era un empleado nuevo después de todo.

Mientras estaban sentados en la sala de su casa, Carla le soltó otra bomba:

- Le dije a mi mami, y ella también quiere ir.

William se le quedó viendo con expresión de plañidera, pero al ver que ella ni lo notó por lo emocionada que estaba, no tuvo otra que resignarse a lo inevitable.

Felicia, su suegra, era el tipo de persona que le gustaba hacer las cosas a su modo, y la edad parecía estar afectando su juicio. Los había acompañado en un viaje anterior y fue una fuente de conflictos repetitivos con su hija, cada una tratando de jalar por su lado, y William en medio de todo aquello. Ya se imaginaba la clase de viaje que iban a tener, con las dos señoras peleándose por nimiedades en cada vuelta del camino.

Cuando Carla se decidía a hacer algo, no había nada que la detuviera, lo único que podía hacer William era esperar a que todo saliera bien y rezar porque regresaran en una pieza luego de volver de aquel viaje.