LA ÚLTIMA BROMA DEL BUENO DE RICARDO.

                                    Por Jose Ignacio Velasco Montes. EA4SJ/M.

 Juan era un pesado. Su desconocimiento electrónico era tan proverbial entre el circulo de radioaficionados, como su inveterada costumbre de enredar en los equipos, "mejorar" las antenas o "cambiar" con suprema alegría componentes por otros de mayor calidad, con lo que suponía que todo iba a mejorar a priori.

Inevitablemente, su incapacidad de cacharreo le llevaba a problemas que tenían que resolver los amigos de la rueda de 144 MHz o de otras frecuencias.

Para evitar cansarlos y dejar resueltas sus continuas averías, seguía un turno, más o menos fijo, entre todos ellos, pero con una especial preferencia por Ricardo, su vecino de barrio. Hoy era una fuente, mañana un equipo. Para Ricardo una semana sin avería era como el milagro de los panes y los peces, algo inaudito.

El permanente trasiego era tan variopinto como las averías que se le presentaban. Unas veces era un exceso de excitación a un amplificador lineal; otras era un conector "N" mal soldado.

Sin embargo, la "barbaridad" más comentada y que provocó más sonrisas entre el círculo de amigos de la frecuencia, fue el día que montó un dispositivo de protección a base de diodos --de su invención-- a la entrada de un equipo de 13,8 V de corriente continua y lo enchufó a 220 VAC de corriente alterna, para ver si el dispositivo funcionaba. Evidentemente el diseño no debía de ser muy correcto puesto que el equipo quedó ligeramente "churruscado".

Pero Juan no se amilanó. Siguió haciendo experimentos. Las experiencias eran muy divertidas, según refería por la noche en la rueda habitual, con comentarios como...

“...pues yo juraría que puse los diodos bien y no puedo comprender como primero...”

Y seguía contando, con su gracejo típico, los cataclismos finales que acababan en medio de nubes de humo. Las risas y comentarios de los amigos por las frecuencias paralelas de 430 y 1.200 MHz ocupaban al grupo hasta bien avanzada la noche.

Posteriormente tuvo otra idea genial: sacarle muchos más Vatios al amplificador lineal "gordo" que usaba en 2 metros. Se lo había visto hacer a Ricardo y no parecía difícil. Sólo era cuestión de trimar con cuidado los condensadores que controlaban el paso final, ayudándose con la salida del Vatímetro. Ricardo lo llamaba "polarizar", pero sabe Dios lo que significaría dicha palabreja. Lo hizo con decisión y rapidez, sin miedo. Metió el trímer de plástico rojo con punta metálica y empezó a mover los dos condensadores en rápida sucesión y sin un orden lógico. Sólo cometió un error, sólo uno: dejar el Vatímetro en posición de reflejadas en vez de directas. Cuando quiso darse cuenta el humo le indicó de forma manifiesta la muerte del paso final.

Pero Juan, como venía haciendo siempre, no se asustó y la emprendió con otras valiosas piezas de su estación.

Tenía dinerillo, y lo que rompía lo reponía y volvía a empezar. Estropeaba una y la llevaba a casa de un amigo y mientras esperaba la vuelta del equipo fenecido, "mejoraba" otro de sus equipos tocando las Frecuencias Intermedias o cualquier otro lugar lleno de misterios para la mayoría de los electrónicos de conocimientos muy avanzados.

Ricardo, su mejor amigo, recibió una fuente de alimentación recién "tocada" por Juan. La recogió una tarde en la que su sentido del humor, por diversas vicisitudes laborales, estaba también algo "tocado del ala" como solía decirse.

 --...sí hombre, sí. No te preocupes, yo te lo miro y te lo arreglo, no será nada importante... --comentó Ricardo con una mezcla de sorna e invisible mala leche dado su problema laboral.

Tras tomarse juntos unas copas en el bar de la esquina, lo que siempre hacía Juan para ayudar al que le resolvía el problema. Juan mientras saboreaban a la rubia bebida, había tenido una nueva idea y se la contó a Ricardo, que le miraba asombrado de su nueva genialidad.

La idea era de alto nivel electrónico. Pero Juan se fue a su casa dispuesto a convertir una llave coaxial manual de antenas, en un relé electrónico accionado por corriente alterna para seleccionar dos antenas que tenía en el tejado y usar una sola bajada de cable coaxial.

Pero el que había tenido realmente una gran idea, y ésta si era "supergenial", mientras escuchaba la estupidez de la llave, era Ricardo. Al llegar a casa se metió de lleno en el arreglo de la fuente. Cambió varios componentes quemados y finalmente desarrolló su propia "chapuza intencionada" que cuando terminó comprendió que era su obra maestra.

Le devolvió la fuente al día siguiente.

--¡Qué buen chico era Ricardo! --Se repetía Juan caminando con la fuente hacia su casa--. ¡Con amigos así...!

Juan colocó la fuente, la enchufó y conectó las bananas de varios equipos para tomar corriente continua de la gran fuente. Los encendió todos y apretó todos los PTT al mismo tiempo. El Voltímetro no se arrugaba y los amperios se disparaban que daba gusto. ¡Qué gran muchacho era Ricardo!

Cuando, unos segundos después, la fuente explotó como una traca valenciana, Juan saltó asustado de su asiento. De la fuente salían humo y polvillo de finos trozos de papel y aluminio. Un lateral de la tapa estaba un tanto levantada. La quitó del todo y contempló como del gran condensador electrolítico de filtro, que casi era como una botella de Coca-cola, sólo quedaba el culote sujeto por una abrazadera. Cientos de papelillos, mitad plateados y mitad engrasados, lo llenaban todo junto con trozos de aluminio anodizados en azul.

Juan no volvió a enredar más. Se compró varios libros de electrónica y empezó a estudiar. Enseguida, apenas unos días después, aprendió que los condensadores electrolíticos, tienen polaridad. Y que no da lo mismo soldarlos una forma cualquiera, pero ya tenía claro que el positivo tiene que ir siempre con el positivo, y el negativo lo mismo al negativo y la tierra a tierra, sino… pues explotan.

F I N

Marbella 23 / 07 / 2017.