Las mil y una noches es un libro multifacético, vertiginoso y inagotable, por lo que reducir su impacto a un solo factor sería un error. En esta ocasión hacemos un recorrido visual por las diferentes interpretaciones gráficas de las historias narradas por Scherezade.
A pesar que la primera edición del texto no contenía ilustraciones, el siglo XVIII añadió una serie de acompañamientos a las historias en las más diversas líneas gráficas y estilos.
Una edición notable y un poco risible incluye grabados del artista holandés David Coster, que no tenía idea de las diferencias entre las culturas europeas y el Islam, por lo que representó a todos los personajes con ropas y en escenarios occidentales.
Estas inconsistencias fueron la norma por algunos años, hasta que en 1841 se publicó la traducción de Edward William Lane, quien pasó un tiempo en Egipto y no sería engañado por el exoticismo europeo de la época. Lane esperaba que su texto fuera educativo e introdujera al lector a la cultura del Medio Oriente, por lo que comisionó al grabadista William Harvey para que hiciera las ilustraciones correspondientes a su versión expurgada de todo material que pudiera ser ofensivo.
Menos limitado por su propósito didáctico y muy característico de la era victoriana, el mismo ilustrador que creó las imágenes de la obra de Lewis Carroll hizo una serie de ilustraciones para Las mil y una noches en 1865. Sir John Tenniel fue tanto más imaginativo que cualquiera de los que se le adelantaron en este proyecto:
El color fue una invención que no llegó sino hasta 1876, con el libro de estampas de Aladino de Walter Crane.
Una nueva publicación por Richard Burton en 1885-1888 hizo que los temas como la homosexualidad, la bestialidad y la castración, sepulados por las ediciones educativas anteriores, emergieran como parte del texto. Aunque la traducción original no tenía ilustraciones, luego de la muerte de Burton en 1890, un amigo de nombre Albert Letchford creó 70 pinturas con una nueva sensibilidad por lo erótico y lo fantástico en Las mil y una noches. Por su rareza, ahora el texto es una auténtica joya de colección.
En el giro del siglo XX, Edmund Dulac ilustró algunos libros con historias seleccionadas como Historias de las mil y una noches (1907), La princesa Badoura (1913) y Sinbad el marino y otras historias (1914), mezclando los colores de las miniaturas persas y algunos motivos del lejano oriente, China y Japón. Su trabajo es quizá el más reconocido de esta tradición.
El pintor danés Kay Nielsen, mejor conocido por sus ilustraciones de historias del canon europeo, descubrió una fascinación por los grabados que su abuelo traía del Oriente en sus viajes. Estas influencias japonesa, china, y persa se mezclaron en su trabajo, realizado entre 1918 y 1922 cuando Nielsen vivía en Copenhague y se involucró con el diseño de vestuario para una producción de Aladdin.
Un mucho más moderno Errol Le Cain demuestra que el siglo XX sólo llegó a revitalizar el estilo artístico, probablemente por una cercanía mucho más directa con el Oriente. La cultura islámica no es más el enemigo aislado o el peligro de lo desconocidos, sino una contracara mundial que la globalización sólo ha acercado.
Esta historia gráfica está contenida en el libro Visions of the Jinn de Robert Irwin.
Complementa con Guillermo Cabrera Infante sobre el origen del cuento y la importancia de Las Mil y una Noches para el tema, donde además hemos incluido una ilustración del famoso Gustave Doré.
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