'Los escorpiones' de Sara Barquinero: el pastiche literario que funde a la Generación Z con la posmodernidad

Estupendamente construida, muy bien escrita y decididamente valiente, en 'Los Escorpiones' hay novela de intriga, histórica, "romántica", de terror y hasta "ideológica". Es una de esas obras que justifica que sigamos leyendo novelas.

Lo que sucede dentro de la literatura (y no me refiero a los argumentos sino a las preocupaciones, los enfoques, las formas de decir...) está siempre condicionado por lo que ocurre fuera de ella: aunque las ficciones escritas en cada tiempo o en cada lugar no se propongan de un modo premeditado retratar el presente, inevitablemente lo reflejan. En ese sentido, se diría que vivimos unos tiempos resignadamente anodinos, insatisfactorios pero entretenidos, a juzgar por los libros que estamos produciendo, que, al margen de su mayor o menor calidad (hay verdaderas obras maestras de lo inane, o incluso de la nada), están en general consagrados a temas triviales, pequeños, irrelevantes pero, por lo que decía arriba, no insignificantes.

Es en este contexto, más adormecido que feliz, donde aparece la sorprendente, inesperada y un poco anacrónica Los Escorpiones, de Sara Barquinero (Zaragoza, 1994), que es, para decirlo rápidamente, una de esas novelas que justifica que sigamos leyendo novelas, un libro que demuestra que todavía había cosas que encontrar y entender en la narrativa, y que merecía la pena perseverar, buscar, mantener la esperanza. Yo acabo de acabar sus ochocientas páginas y ya se ve que estoy bastante impresionado con ellas, casi tan aturdido como algunos de los personajes, humanos o felinos, cuando escuchan determinadas músicas estupefacientes.

DE NOVELA DE FRIQUIS A RELATO TRASCENDENTAL

Lo que, con perdón, comienza pareciendo una novela de friquis (con muchas horas encima de pantallas, mucha erudición sobre Pokémon, bastante familiaridad con fármacos y pastillas, habilidad experta con los videojuegos, demasiada soltura al pasear por lo más suburbial de la deep web y visibles problemas de sociabilidad, que implican coqueteos con la idea del suicidio) termina siendo un poderosísimo repóker de novelas que, yuxtapuestas con la ayuda de tres interludios, tienen algo de novela política (una alegoría de la lucha entre el autoritarismo y la libertad, con implicaciones conjugadas en pasado, presente y futuro) y, sobre todo, de relato trascendental, muy conseguido y misterioso.

Aparte de apoyarse (sin exhibirla) en una buena documentación sobre determinados aspectos históricos (como el fugaz y demencial experimento de la república de Fiume), y más allá del alucinante talento de la autora para juguetear con ellos e incrustarlos en la ficción, contiene, como en el fondo toda gran novela, una peculiar investigación sobre la realidad, y escarba en detalles que tal vez no sean muy novedosos pero que desde luego siguen resultando fascinantes, como la sugerente identificación entre el fascismo y la depravación.

Es por todo esto que digo por lo que no es en absoluto un disparate ni un abuso que se haya comparado ya Los Escorpiones con 2666, algo que a mí mismo me escamaba mucho antes de empezar a leer, por no decir que me escandalizaba y me tenía enfadado, con todos los prejuicios alerta. Pero es verdad que el paralelismo es algo que va más allá de lo estructural, ya que cada una de las cinco novelas (casi me dan ganas de decir "las partes", como hizo Roberto Bolaño en aquella tremenda novela póstuma) está al servicio de un relato mayor y completo que, con elementos comunes y "estribillos" en todas las secciones (especialmente ese tres invertido o esa épsilon que utilizan los cómplices de esa gran conspiración universal e intemporal que aquí se insinúa), va aproximándose al "secreto del mal".

HOMENAJES Y AUTORREFERENCIAS

En la novela hay algunas imperfecciones, por supuesto, sobre todo repeticiones léxicas y sintácticas muy próximas, y a veces Barquinero no mide bien a la hora de recurrir al humor..., pero exigir intachabilidad a una novela así, aunque fuera menos impactante de lo que finalmente es, supondría estar tan loco como algunos de sus personajes. Por otro lado, también llaman la atención las evidentes y esperables deudas que la autora tiene, digamos, con las imágenes (quiero decir con los fotogramas), pues hay algún momento directamente cinematográfico, explícitamente visual, como lo último que sucede con Spencer (casi una escena de wéstern), o como ese "momento zombi" durante el concierto de Luigi en la perversa mansión romana de Canturelli (unas páginas voluntariamente excesivas y aceleradas que funden Eyes Wide Shut con 50 sombras de Grey y La noche de los muertos vivientes).

No apunto esto último para restar décimas a la nota final de la novela ni para matizar lo magnífico de su resultado final, al contrario: desde el principio se insiste mucho en el apego que algunos aludidos (y, por extensión, ese arranque de la narración) sienten por las "creepypastas", y es de un modo soberano y muy consciente como Barquinero hace sutiles y graciosos homenajes a determinadas producciones gozosamente cutres, terroríficamente cómicas o de porno amateur universitario. Y, de paso, también creo encontrar guiños más secretos a los dos libros anteriores de una escritora que, hay que recordarlo, va a cumplir treinta años en este 2024.

Un solo ejemplo: en Terminal, la pequeña nouvelle con la que la zaragozana debutó en marzo de 2020, justo a las puertas del confinamiento, Iván cuenta con mala conciencia cómo se chivó de niño a sus padres de que su hermano pequeño andaba besándose tras las puertas con otro niño vecino llamado Ángel. Pues bien, estoy íntimamente seguro de que, pasado el tiempo, es el mismo Ángel con el que ha estado casado el Thomas de Los Escorpiones.

Estupendamente construida, muy bien escrita y decididamente valiente, en Los Escorpiones hay novela de intriga, novela histórica, novela de campus, novela "romántica", novela de terror y hasta novela de tesis, no social pero sí, muy a su modo, "ideológica", de reflexión indirecta sobre ciertas amenazas actuales o latentes, y no me refiero tanto a la dependencia de las redes sociales como a cuestiones de precariedad democrática, de cómo nos atraen y nos enamoran ciertos abismos, o de cuánto nos gusta en los profundo sabernos sometidos...

Los Escorpiones es, en fin, una magistral y monumental híper-novela que me extrañaría mucho que no se convirtiera en un fenómeno: lo tiene todo para ello, pero, por encima de la magnética trama, tan conseguida, lo que convence es su extraordinaria grandeza literaria.