'O corno', de Jaione Camborda, una histórica primera Concha de Oro para una directora española

La cineasta triunfa en el Festival de San Sebastián y encabeza un palmarés justo y eufóricamente feminista en el que también brilló el premio al actor secundario para Hovik Keuchkerian, por su trabajo en 'Un amor', de Isabel Coixet.

Pocas veces antes, quizá nunca antes, el palmarés de un festival de cine se antojó tan coherente, tan ajustado a una argumentación tan precisa y a un guion tan perfecto. Definitivamente, Claire Denis, la presidenta del jurado y una de las voces más claras y reconocibles del cine contemporáneo, no podía defraudarnos.

A poco que se analice el listado de premiados, cada casilla obedece a la misma intención de rescatar de cada categoría lo que en ella hay de mirada crítica y distinta hacia el mundo. Y siempre desde la posición históricamente olvidada o directamente clausurada de la mujer (todas las películas, salvo la japonesa, aparecen dirigidas total o en parte por una mujer). Por resumirlo mucho, San Sebastián se coronó en la edición número 71 como un festival eufórica y orgullosamente feminista. Y por ello (que no pese a ello) evidentemente justo.

La Concha de Oro fue a parar para O corno, de Jaione Camborda. Y desde ya se puede hablar de una Concha de Oro histórica. Es la primera vez en toda la historia de un certamen que echó a andar en 1953 que una directora española recibe semejante mención. Todo un motivo para la celebración o, si somos sinceros, para la vergüenza colectiva. ¿Cómo ha sido posible que pasara tanto tiempo que, en verdad, es todo el tiempo?

La respuesta se encuentra en parte en todas las películas que, de una forma u otra, aparecen junto a ella en la lista de honor. Todas han sido minuciosa y sensatamente elegidas por el jurado para hacer valer no solo la mirada de la mujer, sino para señalar todo aquello que impide que esa mirada encuentre su sitio en una sociedad justa. Llámese patriarcado o machismo limpio y morondo.

La película premiada de Jaione Camborda puede ser descrita como una epopeya de la sororidad. Pero como descripción programática no hace justicia. Es eso, sí, pero también es mucho más. Y lo es desde un rigor ético y estético incuestionable. Una matrona (enigmática y profunda Janet Novás) huye de su pueblo tras verse involucrada en un aborto de terribles consecuencias. Estamos en 1971 y huir más que una opción se antoja una necesidad. Camborda esculpe literalmente la película en la oscuridad de la noche, en el rumor de los susurros, en la claridad del mismo viento. Y lo hace modulando las reglas de un drama que es a la vez road-movie y hasta western. Y celebración de la solidaridad entre humilladas.

La película celebra el cuerpo femenino a la vez que revela y denuncia todos los poderes y reglas que lo atraviesan. Las imágenes de un aborto se agolpan en la retina del espectador con la misma violenta transparencia que las de un parto. En una de las proyecciones hubo desmayos. Pero no queda claro si fue por el calor, por la imaginación demasiado viva de algunos o por los pintxos (que también puede ser).

Lo cierto es que pocas veces se ha rodado con tanta sabiduría y contundencia la intimidad del dolor, del dolor de la mujer. Se confirma así una nueva voz en el cine español; una voz que desde ya es referencia obligada. La directora nacida en el mismo San Sebastián fue antes fotógrafa para poco a poco hacer cineasta en Praga, Múnich, Berlín y Galicia. Su debú en el largometraje, Arima, fue rápidamente encuadrado en el Novo Cinema Galego. El que vemos ahora conserva las trazas del verismo encendido del grupo, pero añade una poética animal que lo hace único. «Recibo el premio con orgullo, pero también con responsabilidad», manifestó poco antes de subir al estrado consciente de ser desde ya punta de lanza de lo último bueno que le pasa al cine español: la irrupción de la mujer.

El resto del palmarés (de autor) de Claire Denis rimó perfectamente con la Concha de Oro. El premio del jurado fue para Kalak, de la sueca Isabella Eklöf, es un galardón para una radiografía dura y agria de las consecuencias de un abuso infantil que tiene que ver mucho con accidentes de la prepotencia masculina, con el sexo entendido como castigo y ejercicio de dominación.

Es una película tan incómoda como preclara que, a su modo, sigue el camino de la Concha de Oro y señala el de los demás. A Journey in Spring (Un viaje en primavera), de las taiwanesas Tzu-Hui Peng y Ping-Wen Wang, es una bellísima y dolorosa historia de reconciliación y luto de un hombre que aprende en su soledad de viudo a entender cada uno de sus errores, cada una de las ofensas a su mujer e hijo.