POR EL INTERIOR DE LA CIRUGÍA.
5ª parte
Por Dr. José Ignacio Velasco Montes.
La reunión se inicia a la hora prevista. Se han incorporado todos los citados. A Sofía, que apenas la conocía por escaso trato con ella y por ser muy nueva en el servicio y por su turno de tarde. En las que salvo problemas o estar de guardia, no suelo estar.
Dado el comentario del amor de Manolito con sus escasos años sobre Sofía, la miro con interés tratando de hacer su perfil, pues lo del niño sobre ella, me ha llamado la atención. Lo de ser monja o medio religiosa seglar, debe ser cierto pues cuando observa que la miro con interés, sólo soporta mi penetrante mirada por un momento y cambia su postura y dirección de la mirada, lo que indica que no es una enfermera habitual que en cualquier caso la soportan e incluso juegan con ese exceso.
Como es el momento, hago el primer conato de entendernos para que se sienta segura y pueda entrar en materia como deseamos todos pues sabemos que es la protagonista de la reunión.
–Señorita Sofía, creo que en esta ocasión si la puedo conocer un poco más pues hasta ahora apenas si hemos coincidido.
–Así es Doctor. Llevo poco tiempo en su servicio y mi horario es preferentemente por la tarde y hacer guardias de noche.
–Ya he escuchado que Manolito la ha declarado la mejor y más cariñosa de las enfermeras que la ha atendido, hasta tal punto que, como sé que sabe, ha declarado que cuando sea mayor quiere su mano para que sea su esposa.
Hay murmullos, lo que hace evidente que muchos no lo sabían y me arrepiento de haber sido indiscreto.
–Sí, me lo dijo y se lo agradecí, aunque no entendió que yo sea Teresiana, y me esté preparando para ir a las misiones a ayudar en hospital al que se me destine. y que hay dos razones que lo hacen imposible: el ser monja y nuestra evidente diferencia de edad.
–Gracias por ser tan clara y directa. Ya sabe que en este servicio tiene todo a su disposición para mejorar y alcanzar el nivel que necesite para ir a su destino vocacional.
–Gracias a usted por ser tan abierto y generoso y dispuesto a ayudarnos, y le acepto la oferta de ayuda para más adelante, momento en el que la necesitara para aprender si es posible, los aspectos de enfermera de quirófano, que puedo necesitar conocer en las Misiones, como ayudar, instrumentar y llegado el caso cerrar si me lo solicitaran.
–Cuente con ello cuando quiera empezar. Incluso, en alguna ocasión la pondré de segundo ayudante y si hay tiempo, de primero.
Observo que la atención que le estoy prestando la altera, pues observo que se la ha subido en ocasiones el rubor a las mejillas.
–Muchas gracias de nuevo, pero en este momento estoy aprendiendo a manejar todos los aspectos de trabajo en una planta de ingresados, con nuestra magnifica jefe de enfermeras, Sor Milagro, que me enseña curas, la visita con ustedes de paciente en paciente y realizar los tratamientos, curas e incluso revisar heridas y quitar puntos si nos dejan.
– ¿Tiene usted dificultades por las mañanas para poder venir si le hace falta? Si así fuera podría ir a ver a su superiora y ofrecerle lo que a ella le parezca adecuado para su avance.
–De nuevo gracias, pero nunca tenemos prisa, pues lo importante es que las que seamos elegidas, seamos las mejores y se pueda confiar en nosotras en el destino que Dios nos conceda.
–Lo decía pues el quirófano siempre es por la mañana y empezamos muy temprano para poder hacer, al menos, tres o cuatro intervenciones. Durante el día, se hacen más que son las de emergencias y las de guardia que las realizan otros equipos o nosotros, cuando nos toca el turno. Urgencias, es otra especialidad que no debe olvidar, pues una enfermera adecuada, debe ser capaz de organizar turnos, orden de preferencias y disponer equipos y atender para que estos tengan todo dispuesto para enfrentarse con las posibles oleadas de heridos.
Hay silencio. Se ha convertido en un diálogo entre los dos y todos observan y por las expresiones están interesados pues se está hablando de temas en lo que lo importante es la experiencia del que lo expone, pues ningún libro lo explica de forma clara y satisfactoria. Además de saberlo explicar, hay que saberlo escribir y ese es el punto en el que en ocasiones queda un tanto cojo lo expuesto.
–Creo que debemos, ya que todo esta claro, al menos eso creo, usted dirá señorita Sofía, si hay algo no tratado que necesitemos entender todos para ayudarla.
–Todo bien , si le parece a usted, podemos pasar el tema d Manolito por el que no hemos reunido y no por mí, que son la ayuda de Dios podré salir adelante, aunque sé que Dios me ayudará a través de ustedes.
Sor Milagros toma la palabra.
–Hermana Sofía, podemos empezar a contar lo que conocemos de Manolito. Lo observamos todos que nada más ingresar el muchacho, ustedes dos se hicieron amigos y el niño empezó a llorar cuando acabó la visita y sus padres se tuvieron que ir. Y usted se puso a cuidarlo. Siga usted, por favor.
–Gracias. Le vi que se cubría con el embozo de la ropa y acudí a su lado. He tenido hermanos y sé cuidarlos y entenderlos bien. Empecé a hablarle con cariño, acariciándole una mano y en un momento éramos como amigos de años. Empezamos a jugar, a dar paseos por la planta mientras charlábamos, bajamos para que viera mas cosas y lo llevé a la cafetería para que se tomara algo, y lo hizo con un refresco sin gas que fue lo que le autoricé. Ya sabía que un niño no debe andar por el hospital, pero rogué al señor que nadie fiera consciente y me debió escuchar pues no me llamaron la atención puesto que yo me había responsabilizado si ocurría algo.
Se toma unos segundos para respirar profundamente, pues habla muy bien, pero muy deprisa.
–Por momentos notaba que la incipiente depresión se convertía en alegría y ganas de moverse y conocer más y más cosas.
–Perdonen si no me explico bien a partir de ahora. Hablar de heridas, escayolas y esas cosas es más sencillo. Pero hacerlo del alma, del corazón de la persona, de la mente, de los sentimientos de los demás, con miedo latente, aunque no fuera muy consciente de ello, etcétera y sobre ello es ya más difícil.
–De acuerdo Hermana Sofía. Vamos a pasar a ese otro aspecto que, y no sea modesta: , usted lo maneja mejor que yo. ¡Adelante! –Indica Sor Milagro.
–Si usted lo dice, lo haré lo mejor que pueda. Si alguno de ustedes, no entienden algo, perdónenme y me preguntan, que les contestaré con todo mi interés.
Huy silencio expectante por un momento. Sofia sigue su perorata.
–El niño en aquel momento estaba nervioso, ofuscado, pero le notaba que cada vez su conducta era más serena, acudía a mi lado y me cogía una mano en una clara petición de ayuda, cariño y que le explicara aspectos de lo que veía nuevo para él. Sabía qué, en su subconsciente, la pérdida de un miembro le estaría presionando, y asustando, y aunque no fuera muy consciente de ello, tras la fachada de su mente, el mono sabio mandón y crítico que todos tenemos escondido en nuestro cerebro, le estaría incordiando y tratando de llevarlo a una situación de histeria. Era algo que debía controlar como fuera. Si conseguía que durmiera sin explosiones o implosiones, sólo con una pastilla de ayuda, al día siguiente sería muy manejable.
Todos escuchan valorando la sabiduría y el sentido psicológico de una enfermera, por muy especial que pudiera ser por su profesión paralela En mi mente, recordaba mi estancia en el Opus Dei, en la que todos teníamos o íbamos a tener carrera y los que llegáramos a sacerdotes, detrás de nuestra labor de curas, tendríamos el apoyo de una carrera universitaria. Y pensé que Sofía, estaba seguro, era abogado, ingeniero, u otra profesión que le daba ese mundo de seguridad y capacidad de la que, a pesar de su humildad, mostraba sin querer manifiestos componentes. Pensé que me gustaría, con absoluta discreción, hablar del tema a cambio de mis conocimientos sobre la Obra, como se le llama al Opus Dei.
–Aquella noche, por mi cuenta, no tenía previsto nada salvo que se excitara y se le diera un tranquilizante. Cuando encontré la hora adecuada le añadí una pastilla de Melatonina, con lo que dormiría bien. Así fue. Por la mañana, cuando se despertó lo encontré muy bien, tranquilo, charlatán, agradable y saludando a todos, incluidas la Monja y las enfermeras y cuando ustedes pasaron visita, hablo con ustedes como lo haría una persona mayor y madura. ¿Lo recuerda? Observé su rostro jefe, y se le vi un tanto asombrado del comportamiento del que para usted era un niño, pero la situación de estrés lo estaba haciendo madurar a toda velocidad y acercándolo al estatus de hombre, pues el miedo y el sufrimiento, según creo, hace que todos seamos mejores y con más capacidad de pensar.
–Tiene razón señorita Sofía, y adivinó usted lo que pensaba. Recuerdo la conducta del niño, lo que no pude pensar es que fuera usted la responsable del milagro de un niño del que iba pensando que estaría histérico, gruñón y peleón, y lo encontramos sereno, afable y dialogante pues preguntó cosas sensatas por las que tenía curiosidad .
–Lo recuerdo y después, cuando termino la visita vino y me dijo. El jefe parece buena gente, ha estado muy amable y explica muy bien las cosas. ¡Que suerte estoy teniendo! Le diré todo a mis padres, que vienen a verme a media mañana. ¿Me lees un rato más lo del capitán pirata?
–Sí, si me dices el título y el autor de la novela, pues aprender esas cosas ayudan mucho a lo largo de la vida. Venga, y si lo sabes no sólo te leo, sino que bajamos a cafetería y te invito a un refresco sin gas, pero antes, te tengo que dar un pinchacito para mandar sangre al laboratorio, o tienes miedo.
–Si me pinchas tú. No. La novela se llama “La isla del tesoro” y el autor es Roberto Louis Stevenson. ¿He acertado?
–Sí. Nos vamos al rincón de los médicos, y allí nadie nos dirá nada. Pero no pudimos hacerlo. La llegada del anestesista, que se ganó a Manolito en un momento haciendo juegos de mano, y tras verle y revisar todo, lo engañó haciendo como que le rompía un huevo en la frente, pero lo que caía eran unas fibras de plástico que daban esa sensación de ser la clara y la yema. Se hicieron amigos y no diré que no, pero me sentí celosa pue le hubiera cogido cariño al niño y que éste me engañara con el primero que había llegado. No me hizo gracia. ¡Qué débiles somos los humanos en el mundo de la afectividad!
–Si lo recuerdo. El Dr. Enrique me lo dijo. Que era un buen cliente y que iba a necesitar poca anestesia, pues era un tío muy entero.
–El día de la intervención llegue muy temprano, –prosigue Sofía–. Lo desperté. Cando se despertó me echo los brazos al cuello, me dijo te quiero, y preguntó. ¿Es hoy, verdad cuando entro en la batalla en la que, en lucha con los piratas, pierdo una pierna?
–Sí, pero no hay problemas. Tú ganas y enseguida vuelves a ser el capitán y cantas eso tan bonito que te he enseñado. ¿Lo recuerdas?
–Claro, Te lo canto. Con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, u velero bergantín, y Yo veo a un lado Europa y al otro Estambul, Constantinopla.
–Muy bien, pero que listo eres.
Sigo con él y veo que viene enfermeras y auxiliares con paños y toallas y lo bañan y le ponen una bata limpia, lo que me indica que se lo van a subir en un momento y noto algo que nunca percibid, sintiendo una angustia que me coge el estómago, en la forma que abraza un cascanueces a una nuez y la aprieta hasta cascarla.
Poo después, el fornido celador y artista secundario de cine, Agapito, aparece con la camilla y, habilidoso en esos momentos, empieza sus bromas con Manolito, que adaptado en el acto, le sigue las ideas que propone, de si es capaz de subir a la camilla trepando por una toalla y otras ideas extrañas que Manolito empieza a realizar hasta que queda tendido riendo sobre ella y cogido a mi mano, que le acompaño hasta donde me han autorizado: ·El antequirófano”.
Lo dejo cuando va a entrar, me abraza, me besa y me dice.
–Espero que cuando me despierte, ya siendo un capitán pirata, estés a mi lado para sentirme seguro.
–Lo estaré. Ya sabes que yo te quiero también.
–Gracias, eres para mí una segunda madre.

CONTINUARÁ