POR EL INTERIOR DE LA CIRUGÍA.

6ª parte.

Dr. José Ignacio Velasco Montes.

Penetro en el área quirúrgica –sigue contando Sofía–. y me quedo triste y me voy a la zona en la que me llegarán los mensajes de las enfermeras sobre la evolución, en el santa santorum, del niño y de camino pasaré un rato con sus padres, que también estarán asustados y angustiados.
O sea –intervengo–, que yo sudando dentro y vosotras os comunicáis por el hospital cual espías. Valientes enredas sentimentales sois todas. Pero me parece muy bien, aunque he dicho lo que no siento.
Y me callo. MI mente con sus recuerdos se ha trasladado al interior del quirófano y empiezo a recordar los entresijos de la operación. Puedo ver la entrada de Manolito sonriente, que me hace un saludo agitando una mano y me lanza un beso con los dedos como el que tira una pelota. Me acerco a él, pues sé que es lo que desea, y que es lo que hago casi siempre, pues algunos pacientes son tan cencerros que es mejor dejárselos a Enriquito y que los toree él, pues tienes la sensación de que lo tengas que operar es culpa tuya, como ocurre a veces en las guardias con los accidentes de tráfico, que dadas las broncas que te echan cuando los exploras o curas, deben creer que tú eres el conductor del otro vehículo.
Esos malos pacientes, vienen medicados desde la sala ordenado por el anestesista cuan lo revisa para comprobar todo y aceptar que se intervenga, por lo que ni se les escucha cuando llegan.
– ¿Qué tal Manolito, animado por lo que veo? Doctor yo ya no soy Manolito, en un momento usted me convertirá en el Gran Capitán Pirata “Pata de Palo.”

–A sus órdenes capitán, ¿manda alguna cosa? –le saludo militarmente siguiendo la broma y su deseo.

– ¿Me dejará la pata bien para cuando tenga que combatir en mi nave de cuatro palos, que no pierda el equilibrio y los venza a todos, matando a muchos enemigos?
–Puedes estar seguro de ello. No habrá ninguna nave más peligrosa que la tuya en todos los mares de la Tierra.
–Ya me han dicho que usted lo hace todo muy bien. Ayer, cuando fui a ver al que hace las prótesis que quería tomarme medidas, coincidí con un niño de mi edad al que usted hace meses le había cortado una pata del mismo lado que la mía. Nos hicimos amigos y me estuvo contando maravillas de lo que le hizo usted y como está de bien. Salgo con chicas y ninguna sabe que soy lo que soy, y yo no se lo digo, pues todas, lo noto beben los vientos por mí.

-Un buen chico, pero seguro que exagera, pues me ha cogido cariño y me hace propaganda.
– No es eso. Qué maravilla la prótesis, que se la quito mientras tomábamos unos refrescos que nos invitó mi padre. Y se la saco y la tuve en mis manos. ¡Que preciosidad! Parecía una carne muy dura, pero de cerca era una pierna. Con sus calcetines y sus zapatos muy bonitos que me compra siempre mi mamá que es muy buena conmigo. Y como andaba, no se le notaba nada. ¿Quedaré yo igual que él?
–Mejor, mucho mejor, pues dese que le operé a él, he aprendido más y todavía lo hago todo mejor.
La llegada del anestesista, con una enfermera con una bandeja con material de tubos y frascos, detiene la conversación. Me quedo observando pues la conducta de mi cliente y su tranquilidad me tiene asombrado. Ya he tenido algunos parecidos, pero también otros que habría que hacer como con los leones, dispararles la anestesia con un dardo con una pistola, por la que traían organizada y la rebeldía que sólo controlaban las correas de la camilla
–Hola Don Enrique. ¿Qué? Me va envenenar, como dicen los pacientes de sus potingues.
–Si, amigo Manolo. Ha llegado la hora, pero ya veo que estás tranquilo y obediente, seguro que nos ha ayudado a las dos la señorita Sofía y sus poderes sobrenaturales.
–Sí, me está ayudando mucho, es muy buena, como una segunda madre ¡ya que, a la mía, como no es enfermera, no la dejan que esté a mi lado en los sitios en los que sí se lo permites a Sofía.

–Bien, Manolo, vamos a ello. Traes todos los pinchazos puesto…
–Sí, lo ha hecho muy bien, sin que me doliera, Sofía.
–Bien, bien, por lo tanto, sólo tengo que inyectar en las gomas unos líquidos para que en un momento te quedes dormido. Y en un rato muy corto, el cirujano es muy rápido, estarás despierto en reanimación y Sofia estará a tu lado y le contarás lo que has soñado mientras te operan. Ya llevas aquí un líquido, ves ese amarillo, que se llama “Creador de sueños”, que te hará soñar y no permite que tengas ningún dolor.
Mientras hablan y lo mantiene ilusionado y distraído, Enrique añade en el filtro de medicamentos que está conectado a los tubos sus potingues antes de decir.
–Bueno manolito, Ya está todo. Ahora me tienes que demostrar que sabes contar hacia atrás. Empieza desde el doce hacia el uno, con voz alta y clara. ¿Vale?
–Sí. Lo que me diga. Doce, once, diez, nueve..., ocho…., siete…….., cin..co…………..
Y queda dormido.
Enrique coge de la bandeja lo que le va entregando la enfermera. El laringoscopio de niño l e abre la boca y penetra hacia la laringe dejando sitio y guiando el intubador también de niños, que penetra hasta su sitio y entonces Enrique infla con una jeringa el baloncillo de goma que tiene en el extremo y que controla todo y evita accidentes. De inmediato lo conecta con el tubo que viene de la anestesia que aporta oxígeno y filtra el aire ya respirado por el niño quitando el carbónico que lleva. Comprueba que ventila bien usando el fonendoscopio que pone sobre el pecho, comprueba la tensión arterial y le mira las pupilas, Cuando aprecia que todo está bien, inicia la batalla personal con el cirujano que hace rato que espera el combate de frases y chistes.
–Puedes empezar si sabes lo que tienes que hacer, pero no hagas sangre hasta que te lo diga.

–De acuerdo. Vamos a preparar el campo ahora que se ha dormido. Serán solamente unos minutos. Adelante, muchachos, vamos a dejar el área quirúrgica pintada y protegida con toallas y paños para actuar de inmediato si Don Enrique es capaz de dejarlo dormido y que no intente irse a casa.
Las risas y los comentarios llenan el quirófano. Una de ellas. No sé cuál, grita: Uno a cero, Don Enrique.
–Ya, ya. Seguir contando, que con lo pelotilleras que sois con el jefe y conmigo, como siempre quedaremos empatados. ¡Falsas, que sois unas falsas! Como tenga que anestesiaros a alguna, para un parto, si es que encontráis un marido que os ame lo suficiente, os vais a enterar de lo que vale un peine.
Y de nuevo todo son risas. Y respuestas de ataque y defensas de las enfermeras divididas entre ellas sobre las dudas sobre sus atractivos y capacidad de tener hijos.
La pierna se pinta en la zona de intervención donde hace un momento he pintado con el rotulador de piel el dibujo del colgajo que hay que dejar para poder cerrar sin dejar tensión en el muñón. Es un área por encima de la rodilla, como de un poco menos de una palma de mano, y se colocan toallas y paños estériles que delimitan la zona del resto, alejado y que solo ha sido pintado con una solución antiséptica.
–Puedes hacer sangre, capullo de alhelí. Te autoriza el Rey de la Anastasia.

–Gracias ceporro. ¿Hora? –Pregunto– o sea, que estas saliendo con una chica llamada Anastasia. Pobrecilla. ¿Cómo es que te aguanta?
–Son las 08,45 horas –Me responden.

Mi reloj se encuentra en mi taquilla del vestuario con mi anillo de casado y el que me regalara mi madre con una representación del escudo de armas de la familia que llevo en otro dedo.

– ¡Bisturí! –solicito. Pero ya lo tengo en la mano antes de leer mi pensamiento, pues siempre va por delante de lo que voy a necesitar.

Los ayudantes levan la pierna y corto con una maniobra continua y exacta a la línea que pinte con el rotulador y en una segunda pasada llego hasta la aponeurosis que cobre la musculatura y que precisa de un corte diferencia en forma de colgajo, una especie de lengua que sale por la cara anterior del muslo, y así llegar lejos por detrás y poder construir un muñón con forma adecuada y cicatriz que no quede en la zona de apoyo al andar. Avanzo rápido, Localizo el paquete neuro vascular, lo diseco, separo sus partes y una a una las trato como es necesario y las corto tras ligar y que quede todo seguro. El manquito neumático en parte superior del muslo evita que se pierda ni una gota de sangre.
–Preparando sierra neumática y demás, cera para hueso, lima de hueso, etcétera.
–Está todo a punto, ya conocemos sus velocidades y si se lo damos rápido, nos iremos a casa a nuestra hora y no como con otras tortugas.

La musculatura la despego y la tengo dispuesta para cubrir todo, cuando termine de cortar el hueso, limar y dejar sin filos ni pinchos su extremo y cubrirlo con cera quirúrgica.

–Sierra neumática, aspirador de polvo óseo, chorro de agua y aspirador para que no queden restos de hueso dentro del campo quirúrgico. Arriba. Enrique, corto, por si quieres aumentar un poco la analgesia.
– Gracias. Eso estaba haciendo pues sé por dónde vas y una cosa es la juerga y las bromas, pero los dos somos profesionales.

Los ayudantes lo elevan y voy al punto del corte, como una palma de mano por encima a de la rodilla y la sierra corta con rapidez y exactitud. El agua que escapa del manguito de metal lava todo y envía los restos al punto en el que el aspirador, que maneja una enfermera lo chupa todo y deja el lugar limpio de polvo y restos de coágulos. Cuando se separan las dos partes de hueso el extremo amputado queda libre.

–Pieza libre . Retirar la pieza para enviar a Anatomía Patológica, y rellenar el Certificado de Defunción de la pierna con sus datos completos para que los firme y acompañen a los restos que se le envían. Y cerrando.
Reviso todo, verifico que el hueso no va a lastimar a la musculatura que lo cubre, reviso la cera quirúrgica que rellena el canal medular en un segmento y que cubre el extremo bien tapado, lo que mejoro con cuidado y el colgajo lo llevo hasta su sitio y doy los puntos principales de fijación, y me hago el distraído unos segundos.

– ¡Bueno jefe! Ya sabe que otras veces lo hemos hecho muy bien como usted nos ha dicho. ¿Nos deja terminar? No se le ve cansado, nunca lo está, pero si nos deja, podrá pensar y rellenar papeles si le parece.
–De acuerdo, pero empezar a ahorrar los tres, que me invitéis una noche de estas a cenar todos, y el todo incluye a quienes queráis, ¿Verdad chicas? ¿A que os parecen unos chupones de filetes más agarraos que el pasamanos de una escalera?

Al abrir la veda, el conflicto de pareceres habitual vuelve a iniciarse tras el rato final en el que ha habido tranquilidad. Las enfermeras solicitan su parte, y añaden lo de irse tras cenar, algo habitual, a una sala de fiesta a tomar unas copas, bailar y lo que Dios consienta entre algunas parejas despué.

Salgo y los dejo haciendo planes de fiesta y cerrando. En la sala de médicos donde voy a sentarme y escribir el parte, están esperando las dos monjas y Sole. Han traído lo habitual, café y refrescos, pero hay un helado de la cafetería, que me entero por una señal de Sole que ha sido Sofía la que lo ha traído para mí.
--¡Que velocidad, Doctor! Le hemos visto a través de los cristales de la guillotina del paso del instrumental –indica Sofía–. He llorado cuando he visto que la pierna cortada se desprendía de mi niño la trasladaban a esa bandeja donde ha quedado tapada por unas sabanillas, pendiente, supongo de bajarla al depósito o a anatomía patológica. Dios le bendiga sus manos doctor, su cerebro, su entrega y vocación a toso los demás. Rezaré por usted pues es la primera vez que veo operar en directo y no sospechaba que pudiera ser de esa manea tan limpia y exacta con las que actúan ustedes. Cuando estudie enfermería, no me enseñaron ese aspecto Y me ha agradado y he sufrido al conocerlo.

–En la comunidad, –añade Sor milagros– todos los días rezamos por todo el personal y los ingresado o los de las consultas.

Depende de si interesa, ja, ja, ja.