Roland Emmerich (Stuttgart, 1955) no es exactamente el heredero directo de todos aquellos alemanes que se refugiaron en Hollywood huyendo de la barbarie nazi. O lo es, pero muy a su manera.
Su firma y marca de fábrica, se podría decir incluso, es la contraria al famoso y sutil toque Lubitsch. Si no explota, no es Emmerich. No en balde, el mote que ha hecho célebre al director de Independence day, Godzilla o 2012 no es otro que el de «maestro del desastre».
Y él replica: «No me parece justo, la verdad. Por culpa de ese apodo algunos me consideran un director conservador que es a lo que se asocian los blockbuster. Y nada más lejos de la realidad...». Y, en efecto, así es. Le avala su apoyo en el pasado a la candidatura de Hillary Clinton frente a la Trump, el ser el primero (o uno de ellos) en ocuparse del ahora omnipresente cambio climático (El día de mañana) y ser un activista confeso por los derechos del colectivo LGTBI.
«Sí que creo en el compromiso del cine», comenta y para que nadie dude presenta como prueba su último trabajo que se estrena el viernes. Midway parece sobre el papel la típica, tópica y hasta trópica película bélica a la mayor gloria del patriotismo confuso. Pero no. Y se explica: «Siempre he vivido obsesionado con ese capítulo de la historia. Fue el triunfo de un grupo de gente convencida del valor de la comunidad, el sacrificio y la democracia. La marina americana después de Pearl Harbour estaba completamente diezmada y era a todas luces incapaz de combatir a la potente armada japonesa.
Pero el hombre al mando, Chester W. Nimitz, vio claro que tenían, pese a todo, que tomar la iniciativa. Atacaron y, contra todo pronóstico, vencieron. Fue, como leí en un artículo, el Trafalgar de EEUU». ¿Entonces? «La lección a extraer es lo oportuno de este episodio tal y como ésta ahora el mundo. El nacionalismo, el Brexit o el auge de la extrema derecha son los síntomas de la ideología que se impone en todo el mundo. Olvidamos con demasiada frecuencia que fue precisamente el nacionalismo la causa de la Segunda Guerra Mundial», dice. Y sigue: «Yo me considero globalista y estoy convencido que sólo todos juntos podemos salir de donde estamos. Piense por un momento en el cambio climático. El camino más directo al desastre es que cada uno tome el suyo».
- ¿Cómo ve, en pleno desarrollo de la Cumbre del Clima en Madrid lo que está pasando y puede pasar a partir de ahora?
- Soy pesimista. Me puedo enorgullecer de ser uno de los primeros en hablar del tema. Mi película es de 2004 y ya había evidencias de lo que luego se ha hecho palmario. He empezado a pensar que existe la posibilidad de esperanza después de ver a los jóvenes movilizándose gracias a Greta Thunberg. De nuevo, sólo juntos podremos cambiar algo.
Cuenta Emmerich, por abundar en la idea de su progresía a prueba de prejuicios, que, pese a lo que pueda parecer, Midway nada tiene que ver con las megaproducciones que ahora mismo inundan los cines. «De hecho», puntualiza, «he tenido que acudir a la financiación independiente para poder completarla. Por muy espectacular que sea, los grandes estudios sólo quieren secuelas o superhéroes. Piense en los hermanos Russo. Firmaron la película más taquillera del año (Vengadores: Endgame) y, aún así, no pueden hacer su próximo proyecto personal. El panorama es desolador y cada vez peor». Y al llegar aquí, toma aliento y rectifica: «De todas formas, Hollywood se mueve por ciclos. Confío en que cambien las cosas».
Sea como sea, y por volver a la película de 100 millones de dólares que está a punto de, literalmente, explotar en las pantallas, Emmerich no duda en que ser alemán es lo que aporta la justa neutralidad y perspectiva que una cinta dedicada a escenificar el horror de un conflicto necesita.
«En la guerra», dice, «no hay buenos ni malos. Es la Historia y los estadistas los que luego determinan quiénes están del lado correcto y quiénes no. Los que combaten lo hacen sólo por una causa: sobrevivir». En la película, de hecho, tan importante y detallada quiere ser la descripción del flanco nipón como la del occidental. O casi.
Sea como sea, queda Midway, la prueba de que si pronuncias muy rápido los nombre de Lubitsch y Emmerich se escucha una bonita explosión. Que es de lo que se trata.
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