Después de la visión senti un mal presentimiento; por ello salí del trance.

Tras nuestra llegada, anoche, nos esperaba uno de mis primos; le acompañaba una joven de aspecto lozano. La había contratado para ocuparse de la casa durante mi estancia y, yo lo aprobaba, porque podría llevar a cabo el mantenimiento del inmueble, en mi ausencia. Afirmó que era de confiabza, nieta de servidores en época de mis bisabuelos, sobrina del jardinero actual y pariente del mediero que explotaba el huerto.

El olor a madera añeja, encerada, constrasta con las frutas esparcidas en recipientes y cestos por todo el recorrido;preferentemente en las habitaciones, un ambientados natural que expande un aroma desconocido en su fusión.

Cené con varios invitados, en el comedor principal. Las luminarias que prevenían de la lámpara central proporcionaba un luz ténue. Velas en los candelabros ornamentaban la mesa. Mnjares sencillos -ensaladas y embutidos de la región- servidos en la vajilla  de exquisita porcelana fueron acompañados por un vino de Jumilla -crianza especial, denso y compacto-

Sentí el regocijo que presentía por parte de los fantasmas de la casa al ser liberados del decrépito olvido, ante la ausencia de seres reales.

Demian, un buen amigo, se interesó por la historia familiar y preguntó a mi primo, excitado, por las leyendas antiguas. Comentó que todo el emarque era un escenario magnífico para rodar una película e incluso propuso que podría ser para mí una forma de obtener amplios ingresos para mantener mi propiedad. Al terminar la cena pasamos al salón de música. Era la estancia contigua; se comunicaba con unas bellas puertas dobles, cuyos cristales emplomados formaban  dibujos de la época en colores diversos. Un gran piano de cola, negro, ocupaba gran parte del recinto, junto  a una sillería isabelina tapizada en granate. Tomamos licores y café.

Mi madre, nunca se decantó por ningún instrumento, pero a los siete años ya pintaba. Era mi abuela la que tenía un oido excelente y ejecutaba al piano muy bien.

Eran las dos de la mañana y nos retiramos. Me dirigí a mi habitación. Al entrar en soledad, volví a reflexionar. <Estoy aquí. Debería ser una aventura, pero no lo es. Me encuentro en el lugar, después de...El entorno permanece exacto. Soy yo la que viviendo en otro plano, lo transformo, lo engalano o lo desnudo ovsevando esta habitación con otro cuerpo, con otra vida. En la mesa que fue mi escritorio, en la otra existencia, la siento como un altar. Invoco sucesos que acontecieron y, recuerdo, en estado consciente, una realidad mágica. Paseo mis manos entre sus cajones. Sé que no debería contener nada, los vacié la primera vez cuando me hice cargo de la herencia. Fue  mi alcoba de desposada en esa anterior vida; me arrancaron de la mía, que compartí con mi Aya desde niña.

Un sabor amargo se precipita en mí boca al sensibilizar la situación de hostil repugnacia conyugal; mi marido fue tan distinto a aquel dulce y apasionado amante...>

Entre recuerdos y visiones, mis manos siguen hurgando los fondos del mueble.Algo saliente percibo entre mis dedos. Presiono y, para mi sorpresa, aparece un compartimento oculto, poniendo de manifiesto ante mis ojos  un caderno y varios sobres: cartas sujetas con un lazo de rancio color. Me apodero  del tesoro y lo transporto entre mis manos hacia el lecho. Enciendo el quinqué de la mesilla y setándome entre almohadones, comienzo a leer.