Las historias que Viramontes cada domingo nos cuenta

[Prólogo para el libro Los archivos perdidos de las crónicas urbanas de Chihuahua, tomo II, de Óscar Viramontes Olivas]

Por Jesús Chávez Marín

En 1991, cuando publicó su primer libro, Óscar Viramontes Olivas era un joven ingeniero zootecnista que trabajaba en el Centro de sanidad animal de Chihuahua y en el Departamento de animales de investigación biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua. El libro señalado es La rabia, zoonosis, un libro técnico de escritura muy ágil que lo dice todo sobre esa enfermedad peligrosa y mortal que ha sido protagonista de tantas historias terroríficas del pasado y una que otra del presente.

A pesar de manejar asuntos científicos en su actividad profesional, la conversación de Óscar siempre era animada y alegre, la naturaleza de su carácter ya estaba formada en esa mezcla de ironía y afecto con la que trata a sus amigos. Los temas de su interés eran variados, producto de su intensa capacidad de observación y de que la gama abundante de sus lecturas incluían una gran cantidad de novelas, ensayos de economía social y libros de Historia, además de los libros técnicos de su trabajo.

En línea paralela de su exitosa carrera académica como profesor de la universidad, inició una actividad a la que le fue encontrando el gusto: como muy joven había publicado un libro, constantemente era invitado a que diera conferencias de muchos temas, y no solamente los de su especialidad. Le pedían artículos para revistas y uno que otro periódico, los cuales, con la amable generosidad que es otro perfil de su carácter, nunca negaba. También le daban cargos honorarios y académicos relacionados con la comunicación, la redacción, la escritura propia y de otros.

Con la misma disciplina con la que realizaba sus actividades de profesor y de investigador científico, también fue cumpliendo su tarea de escritor. Al paso de los años ya era autor de una buena cantidad de textos de diversos géneros: relatos, artículos técnicos, discursos y algunos inicios de novela.

Un día se le ocurrió comprometerse a escribir una crónica semanal que saldría en El Heraldo de Chihuahua todos los domingos. Para ese entonces ya había terminado su maestría en ciencias de producción y ya casi había concluido su doctorado en ciencias agrícolas. Con alegre vitalidad y con igual disciplina, la acción de Viramontes Olivas continuaba en sus dos líneas paralelas, la academia y la escritura.

Las crónicas dominicales de Óscar fueron una sorpresa grata para los lectores, quienes poco a poco habían visto desaparecer ese tipo de género periodístico, no solo en los periódicos de la ciudad de Chihuahua, sino en la mayoría de los periódicos del país, en una época avasallada por la exigencia de un nuevo periodismo que pretendía competir contra los medios electrónicos reduciendo el volumen de los textos. Ya solo se publican relatos brevísimos, con información elemental y acrítica, sin encanto narrativo y más bien sin encanto alguno.

Así que estas crónicas que cuentan historias que de alguna forma viven en la energía colectiva de la ciudad, escritas con un ritmo reposado y con un punto de vista firme y bien definido, con un lenguaje donde se refleja el habla que usamos todos los días en la ciudad, con una gracia narrativa que incluye a veces giros sorpresivos de vulgaridad y otros de poéticas imágenes, fueron ganando muy pronto una gran cantidad de lectores.

A la vuelta de un año de aparecer cada domingo en El Heraldo de Chihuahua, la misma empresa periodística fue dándole a Óscar un lugar privilegiado en sus páginas, y un espacio muy vasto, que el autor se había ido ganando por la calidad de su escritura narrativa, por la fuerza de sus relatos sustentados en numerosas entrevistas directas y en una amplia investigación bibliográfica y recorridos constantes en el campo directo de las acciones narradas.

También a la vuelta de cada año, Viramontes Olivas tenía ya en las manos un libro escrito. Bastaba con seleccionar y darle algún ordenamiento a sus crónicas publicadas para realizar una edición que de seguro habría de ser muy apreciado por muchos de los lectores que ya tenía como periodista.

A pesar de ello, su segundo libro fue académico: Manual para determinar pérdida de suelo en cuencas hidrológicas aplicando la ecuación universal (USLE) y tecnología espacial, publicado en 2009 por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ya para entonces también tenía su doctorado.

Sin competir en su preferencia las dos vocaciones, la de escritor narrativo sin duda es el que le ha ganado mayor celebridad. Y es que a la gente todavía le gusta leer estos relatos extensos que hablan de los lugares que habitamos, de los desastres naturales que pasamos, de los ríos que se fueron alejados por el progreso y luego regresaron en el cauce de su memoria y recuperaron territorio y pasan años y luego Óscar nos cuenta esas historias que a todos nos sucedieron. Este autor que tiene una espléndida capacidad de construir la nostalgia y de vislumbrar una sonrisa amable de futuro.

Y no solo es el buen oficio de Viramontes Olivas, y la manera natural en el que inició su actividad de escritor periodístico en el momento exacto de revivir un género que parecía haberse ido, el que ha logrado ese encuentro afortunado con los lectores. También sucede que en México la crónica tiene una tradición de siglos en el gusto literario.

A todos nos suenan conocidos los cronistas del pasado y del presente: Bernal Díaz del Castillo, Bernardino de Sahagún, la Marquesa Calderón de la Barca, José Joaquín Fernández de Lizardi, Manuel Gutiérrez Nájera, Guillermo Prieto, Artemio de Valle Arizpe, Salvador Novo, Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco, Federico Campbell, Elena Poniatowska, Marcela Turati y una lista larga de escritores que siempre han sido apreciados.

En la memoria va quedando este tipo de escritura narrativa, que no solo surge de la satisfacción de escribir una buena historia, sino de un interés cívico por parte del escritor de formar una comunidad, un lenguaje hacia la claridad, una mirada crítica. Y todo eso con el interés primordial de construir con todos esos ingredientes un relato deleitoso.

El abanico de temas de estas crónicas es amplio: la vida de las comunidades en un barrio que recién se funda, las variadas formas del trabajo cotidiano, los desastres naturales, las leyendas de la tradición oral que circulan en las conversaciones, algunos hechos históricos relatados desde el punto de vista de los días que pasan, o de las acciones heroicas o viles de los próceres, las historias de personajes populares que lo fueron por la razón que sea.

El tercer libro de Óscar Viramontes Olivas fue, en forma natural, de crónicas, una primera compilación: Los archivos perdidos de las crónicas urbanas de Chihuahua, publicado en 2012. Para quienes lo hemos leído con alguna constancia en su crónica semanal de cada domingo, fue muy grato tener en las manos el libro. Y aunque habíamos recortado y archivado alguna de las crónicas, por el gusto o por lo oportuno de su información, resulta más cómodo tener el libro, aunque por razones de espacio no vienen las crónicas completas. Estoy seguro de que algún día habrán de publicarse todas, no faltará algún editor o promotor de la cultura del futuro que las reúna.

Por lo pronto aquí tenemos el segundo tomo, con el mismo nombre, que vendría a ser el cuarto libro del autor. No sé por qué se titulan “los archivos perdidos”, pero me gusta pensar que los archivos perdidos son todos aquellos relatos que no estaban escritos y que él ahora tan minuciosamente va contando. Cuántas leyendas ha rescatado de los barrios que ha visitado, de cuántas personas y lugares ha sido su primer historiador, cuánta imaginación y cariño se necesita para platicar con la gente respecto a su propia vida, de que poética manera Óscar va mezclando la vida privada con la vida pública de sus personajes, con cuánto respeto los trata en su escritura y les da una dimensión ética.

A pesar de que eligió como género el que tiene los registros más antiguos de la tradición literaria mexicana, la obra de Óscar Viramontes Olivas como narrador se ha redactado con una originalidad sorpresiva, por su escritura reposada y sin embargo de giros muy ágiles, con palabras que a pesar de su estructurada claridad no rehúyen el sentimentalismo ni perdonan la burla, cuando así lo requieren los acontecimientos.

Son suyos un estilo y un caudal de relatos. Son nuestros un autor entrañable y una voz poética y cívica que nos dibuja.

Viramontes Olivas, Óscar: Los archivos perdidos de las crónicas urbanas de Chihuahua, tomo II. Doble Hélice Ediciones, México, 2013.

Octubre 2013