Ahora bien, esto es lo que puedo decir, como ese trozo de angustia que se clava en nuestras gargantas y nos imposibilita tragarnos la rabia con mayor dignidad, como ese nudo gastado de tanto guardarlo en nuestra resignada voz protestante, así, no voy a decir “la vida es”, optaré por sonreír lentamente mientras me individualizo entre los pobres títeres que nos identifican en el espejo y que misteriosamente somos nosotros desnudos frente a las  más   oportunas desgracias.

   Las rutinas son curiosas, nos quieren convencer de que el tiempo es una sucesión de acciones irremediablemente necesarias para poder subsistir, y de un día para el otro desaparecen frente a un infortunio dejándonos vulnerables, quizás en ese instante comprendemos que no estaban allí para ayudarnos cada vez que acudíamos a ellas, simplemente nos desdibujaron las sonrisas porque  de manera egoísta solo querían burlarse… Pero ahí nos vemos reflejados en la vidriera de algún local, el cristal nos muestra con una figura distinta a la que percibimos en nuestra habitación, alrededor personas oscuras nos decoran con sus bolsos, papeles, y malas intenciones. ¿Qué hacer si no nos identificamos con esos relieves siniestros? Lo cierto es que revolcarse del dolor no funcionará, gritar fuerte para conseguir ayuda es una ingenuidad, porque nos damos cuenta de una trillada frase que ante semejante desnudez suena como el peor escondite. ESTAMOS SOLOS... Lo escuchamos muchas  veces, pero ¿alguna vez sentimos vergüenza de nosotros mismos al comprender la magnitud de esta seguidilla de palabras insultantes ante tan sorpresivo contexto?, lo dudo, bien, no tengo la fórmula para reaccionar correctamente, no sé  ni siquiera  cómo reaccionar ante nada, pero si noté que desde una posición, mi alma se tranquiliza un poco, desde “el cansancio”, aunque suena  más   diplomático decir “la intolerancia por ciertas cosas”… Da igual… Porque estoy cansada de sentarme a pensar en alguna solución para la mediocridad ajena, o de llorar hasta deshidratarme de afecto por personas desagradables, de esperar que las cosas mejoren ¿para quién? si hoy me siento bien seguramente en alguna esquina alguien repudiará todo lo que alguna vez le dio sentido a sus días, estoy harta de escuchar el mismo discurso en cualquier parte del mundo, de los justificativos que dan mal aspecto, de las palabras sueltas de fundamentos, de los días que parecen noches, de las nubes grises que rodean a la melancolía, del amor fiel y mentiroso, de mi, y de lo que representa la eterna búsqueda humana “el significado de nuestra triste existencia”… Estamos desprovistos de armas, ante el  más   letal enemigo “el futuro”, no lo conocemos, nos divertimos de vez cuando acertando leves circunstancias, pero la mayoría del tiempo, damos vergüenza lamentando por los rincones la incertidumbre del mañana, el presente no es la gran cosa, muchos se jactan de llevar una vida plena y dos segundos después se ofuscan mientras nos gritan que dejemos de preguntar tanto “vida plena para gente sin paciencia” eso si que suena sumamente sereno… Y de tan cansada que estoy me rio, y mi alma se relaja, suelta un poco la bronca y me acaricia el pelo, ella  también está exhausta de que nadie me venga a cuidar, por eso, por tan poco, hay cientos de vidas que podrían sobrevivir la noche, porque la gente se está muriendo de tristeza y opino que todos deberíamos de cansarnos un poco  más, así nuestros sentidos se aburrirían del drama evitando negociar con miles de rutinas que se burlan de nosotros, y simplemente ante la pregunta inicial de “¿por qué a mi?” podríamos responder  YO QUÉ SÉ… Sin ninguna culpa… No interesa cuanto coincidan las desgracias de cada uno para comenzar a comprender por dónde es que le gusta andar a la felicidad, empecemos mejor a mirar nuestro propio camino y que los demás nos harten cuando nos tengan que hartar.