No tenía miedo, pero no podía parar de temblar, los dientes le castañeteaban de tal manera que pensó que se iban a despertar a todos los de la planta del hotel, bueno, menos los de al lado que estaban en otros menesteres. Convencido de que era frío, decidió coger otra manta del armario,  buscó el cordoncillo de la lamparilla de la mesita de noche tirando de paso el móvil, el vaso de agua, un libro y la agenda, cuando lo encontró tiró de él y no funcionaba.

¡Maldita sea! pensó, siempre dormía en el lado izquierdo de la cama estuviera donde estuviera. Perezosamente por no incorporarse un poco más para dar con el interruptor central, giró sobre su propio cuerpo hasta llegar a  la otra orilla de la cama, palpó hasta encontrar  el borde del colchón

A ciegas aleteó con la mano buscando la mesilla dándose un tremendo golpe en el dorso, con la  esquina de la misma. Aulló de dolor y blasfemando con lo mejor de su repertorio, se sentó, buscó y por fin atinó con el cordelito de bolitas, tirando de él

Luz no daba mucha, era más bien una discreta iluminación. Suficiente, eso sí, como para darse cuenta, al volver a su lado de la cama, del estropicio causado. Farfullando  se levantó, pisó la alfombra, y ésta, al haberse filtrado el agua del vaso en ella se deslizó como un  patín, con lo que empezó una extraña danza para conseguir mantener el equilibrio y no morir en el intento.

Cuando al fin consiguió aferrarse a las cortinas de la ventana, pensó: hay que joderse, pocos son los hoteles de esta categoría que tengan parket y  mira por donde me ha  tocado  uno. Sus exabruptos a estas alturas eran ya a grito pelado, sin importarle un pimiento si despertaba  o no a los otros huéspedes.  

Gimiendo, agitando la mano vigorosamente y olvidado ya el motivo por el que se había levantado se sobresalto enormemente  al oír, lo que le pareció,  un fuerte golpe en la puerta de la habitación.

Llamándole mentalmente de todo al gilipollas que venía seguramente a quejarse. Convencido de que era el de la habitación de al lado, una vez acabados sus agitados y ruidosos trajines amorosos el cuerpo le debía pedir dormir, fue a abrir la puerta pensando plantarle cara y montarle una gran bronca. Hombre, al menos alguien iba a pagar por sus desdichas.

Antes de que pudiera llegar a la puerta, ésta se abrió, mágicamente, dando un fuerte golpe contra la pared y un rayo de luz muy fuerte de un sospechoso color azul inundó toda la habitación cegando sus ojos. Inmediatamente olvidó sus deseos se venganza su único pensamiento fue:

¡Voy a ser abducido! "Ellos". están aquí.

De entre la luz surgían voces que no entendía y bultos en movimiento.

Notó como sus tripas se revolvían a causa del pánico e  iniciaban el proceso de  evacuación allí mismo.

El asqueroso olor le hizo reaccionar. Reconoció al recepcionista, quién, siguiendo sus instrucciones venía a despertarle tal y como le mandó, debido a la pesadez de su sueño.

Pasando la mayor vergüenza de su vida, le susurró “gracias” y mirándole intensamente quiso demostrarle un mayor agradecimiento por su silencio ante el hedor ambiental.

Dirigiéndose a la ducha, prometió no volver a leer novelas de alienígenas. Envió mentalmente a la mierda, nunca mejor dicho, a su hermana adicta convencida y propietaria del libro

Ell recepcionista, mientras se alejaba, asombrado pensaba en la insinuante mirada de la persona que había despertado. De niño, la inhalación directa de lejía, había anulado su olfato.

Dannu Terra

Novimbre 2011