Viaje sin retorno.
(
Por el Dr. Don. José Ignacio Velasco Montes

“Es mejor viajar con esperanza que llegar”.

Refrán añejo como el tiempo.

Sentados ante la pantalla gigante colgada y ocupando toda la pared del gran salón de la nave, los dos maduros viajeros contemplan la gran nebulosa que, con los mandos del ordenador de su zona de vivienda, controlan las cámaras exteriores, han visto lejana pero que, por su belleza y colorido, han enfocado y ampliado y que contemplan, como han hecho con tantas otras a lo largo del dilatado viaje.
Han aceptado muy bien --desde el principio del viaje lo hicieron--, que el tiempo, aunque más lento que si siguieran en la Tierra, no ha dejado de pasar por ellos. Alma sigue siendo bella a pesar de las marcas, en forma de arrugas, que se muestran en su cara y cuello, o las manchas oscuras de la piel de las manos se muestran entre la red de venas marcadas en la misma zona.
--Cada nebulosa es más bonita que las anteriores, ¿verdad? --inquiere Alma.
Bert, como siempre muy alerta a lo que ocurre en la nave y el entorno de ésta por el espacio, tarda un momento en contestar mientras observa la deriva automática de la nave para eludir, en un tiempo el grupo de estrellas de una constelación en cuya dirección se dirigen. Le asombra la capacidad de raciocinio de la CPU del ordenador central para más de cincuenta años después de la partida desde la Tierra, pueda seguir controlando la ruta, en un juego de desviaciones que le alejan de posibles choques con planetas de las gigantescas galaxias en espiral, cuyos tamaños crecen desaforadamente conforme se acercan a ellas, y en las que penetran por un extremo y durante años del tiempo de la nave y a su velocidad muy próxima a la de la luz, acaban saliendo por el otro extremo.
--Sí, perdona cariño, estaba pensando en la última galaxia que hemos atravesado y en la conducta tan exacta de la nave para sortear tantos planetas y constelaciones como tenemos alrededor.
--No te preocupes por eso. De ello se ocupa su ordenador. Recuerda que, pase lo que pase, nosotros no podemos cambiar nada. Sólo vivimos aquí, pero no tenemos accesos a nada que no sea nuestro súper cómodo apartamento.
--Es cierto, pero ya sabes como soy, siempre preocupado un poco por el curso del viaje. Por cierto, cada día estás más guapa.
--Mentiroso. He estudiado y sé que en la tierra estaríamos muertos hace tiempo. La paradoja de la velocidad y el tiempo, así me lo indican, según todo aquello de la relatividad de Einstein. Te acepto que no esté horrorosa, pero… ¿más bella? Eres muy amable, tanto como mentiroso.
--A mí me lo parece, y no sé como puedes mirar a este anciano cascarrabias que, cada día, asusta más y más al propietario de ese rostro.
--Te encuentro igual que siempre, muy hermoso y atractivo que no se separa y cuida de esta anciana siempre llena de achaques.
--Venga, venga, ni eres una viejilla achacosa, ni nada por el estilo. Recuerda, que todavía hacemos el amor con éxito.
--Cierto, pero más distanciado en el tiempo. Recuerdas…, cuando apenas nos conocíamos y salimos de la tierra para nunca más volver.
--Lo recuerdo muy bien. Y no nos importaba no volver pues sabía que viviríamos la vida juntos y seríamos felices, como lo hemos sido.
--Sí, pero ambos, aunque hasta mucho tiempo después, no nos reconocimos que teníamos un miedo, controlado eso sí, al paso del tiempo. --Indica Alma.
--El tiempo es un concepto que no se domina aún. No sabemos nada real sobre él. Nacemos con un corazón que nos marca el tiempo con su tic-tac, y que tampoco es exacto, pues esa secuencia de tic-tac se puede acelerar, retrasar o parar para siempre, lo que no nos da un concepto exacto.
--Tampoco los relojes mecánicos muestran la realidad del tiempo. Es un tiempo que ha elegido el humado. Horas, minutos y segundos, lo que sabes qué en la nave, a la velocidad que vamos, tampoco es algo real, pero hemos sabido adaptarnos a esa forma de medir. Nos avisa nuestro sistema electrónico de que es hora de dormir, de comer, de hacer ejercicio, salir de paseo, regar las plantas, ver cine, escuchar música, leer, y todo lo demás, pero recuerda que ese sistema electrónico que inventamos, lo hemos tenido que cambiar varias veces, pues al pasar el tiempo, y la nave ir adquiriendo más y más velocidad, quedábamos desajustados para nuestra biología, aunque nos adaptábamos y al cabo de otra temporada, nuevo ajuste.
--Que bien lo has explicado, hasta yo me he enterado y lo he entendido. Pero…, y no lo has dicho, también somos más mayores y tardamos más en adaptarnos a unos ciclos diferentes como los que nos van, cómo decirlo, sí… ¡atacando!
--Es cierto, Alma; has elegido la palabra adecuada: ¡atacando! Pues lo hace de forma ineludible, imposible de soslayar. Es algo que tenemos que aceptar y adaptarnos como sea.
--Bueno, te he escuchado muchas veces decir que lo mejor del humano es la capacidad de adaptarse a lo que sea. Y, como ejemplo, estamos nosotros, que hemos ido sobreviviendo a cambios muy intensos e importantes. ¿No crees?
--Sí. Y hasta tal punto es así, qué si aterrizáramos mañana en la tierra, no viviríamos mucho tiempo, pues nuestro tiempo vital en este momento, estoy seguro, no se parecería nada al de la Tierra, pues ni nuestro reloj interior coincidiría, ni nuestra biología resistiría la gravedad, la luz, ni incluso lo que nos dijeran, el caminar por un paseo, y tantas otras cosas que hemos olvidado y estamos incapacitados para adaptarnos en el acto a ellas.
Durante un rato charlan sobre algo que desde hace un tiempo se les ha impuesto: recordar algo del pasado, algo que en su momento se acordó evitarlo, y así lo han cumplido. Pero desde un tiempo nada largo, el hacerlo les relaja. Y con ello, han cambiado algunas conductas largo tiempo mantenidas, pero que la edad y una madurez aceptada, les mantiene entretenidos y felices.
El sonido de un timbre, les saca de la conversación. La pantalla se apaga por un momento y aparece un gran letrero que indica:

Sesión de cine de mañana.
Elección de Alma.

--¿Qué habrás elegido? --Pregunta Bert--. Seguro que algo romántico, blandito, lloroso, amoroso… ¿a que sí?
Alma no responde. Deja que la pantalla responda por ella, lo que ocurre con cierta rapidez. Los inicios de las productoras, distribuidora y otras “mandingas”, como las llama Bert, se muestran delante de una película musical.
--Otra de ese tipo.
--Sí, dado que las tuyas siempre son de aventuras y guerras, que me gustan y mucho; pero escuchar esa música y verlos bailar, también me encanta.
--A mi también. Disfrutemos de ella, como de tantas otras que nos quedan por ver.