Breve resumen de mi experiencia con la agricultura y de lo bueno que fue salir de ella para un pequeño verdulero
Hoy viernes veintitrés de abril es un día muy especial para mí, hoy empiezo mi andadura como hombre fuerte de mi casa, después que mi padre Juan Andrés, en paz descanse, nos haya dejado.
Creo firmemente qué la muerte de mi padre ha dado paso a un nuevo camino, con un nuevo horizonte dentro de mí, el fin de su autoridad ha coincidido con el inicio de mi creatividad.
Juan Andrés fue durante la mayor parte de su vida, agricultor con terrenos propios, destinados al cultivo de naranja y con terrenos arrendados para el cultivo de verduras. El era un trabajador de la tierra, los últimos quince años de su vida, trabajó para el sindicato de riegos de Castellón, realizando tareas de seguimiento del agua, hasta que cumplió sesenta y dos años, edad en la que por enfermedad le retiró.
En la faceta de verdulero tuvimos muchísimas más penas que alegrías, cultivar un campo conlleva mucho esfuerzo físico y mucho esfuerzo económico y en ocasiones estos dos esfuerzos no se ven recompensados.
El primer esfuerzo físico, preparar el terreno con un motocultor, arar el campo, hacer surcos un poco mas elevados del terreno y prepararlo en caballones para el cultivo de verduras, plantar semillas de judías, tomates, habas, lechugas, coles, berenjenas o píes de alcachofa, regar el campo con agua, abonar el terreno, pulverizarlos para que los insectos y otros parásitos no te arruinen la producción para luego recoger la cosecha y después de envasado llevarlo a vender al mercado de abastos en un puesto de frutas y verduras del mercado central también hemos vendido verdura en la puerta de casa, todo esto puede verse perjudicado por multitud inconvenientes ajenos a nuestra voluntad cómo son los agentes medioambientales, heladas, pedrisco, demasiada lluvia, o el robo indiscriminado de la cosecha por parte gente qué pasa cerca de lo sembrado y sin permiso del propietario se llevan varias bolsas, o algún cajón, de tu mercancía.
El segundo esfuerzo, el económico, tiene que ver con el precio de la verdura en el mercado. Con el tiempo entendí el funcionamiento del mercado, cuando hay mucha oferta de un producto el precio es bajo y por el contrario cuando hay poca oferta de un producto el precio es mas alto.
Mi padre producía en pequeña escala sólo para poder alimentar a su familia, con los ingresos de la venta de frutas y verduras, intentaba pagar los impuestos al estado y todos los pagos qué la Cámara Agraria nos pasaba a la cuenta corriente bancaria, por la compra de los materiales necesarios para plantar las verduras. Yo de joven aprendí bien el valor que tiene el trabajo y cómo este puede haberse hecho, pero no verse recompensado, económicamente hablando.
Mi padre no era un gran empresario, si quería vender al por mayor tenía que ir al mercado de abastos, dónde nos encontrábamos con la primera definición que yo hago de cómo funciona el mercado de compra y venta de verduras.
Esta definición está basada en la propia experiencia, si plantamos alcachofas todos los agricultores de Castellón y provincia y todos llevamos al mercado de abastos nuestra producción el precio de la alcachofa es muy bajo, porque hay mucha oferta, pero si hay una helada o una riada se lleva por delante muchos terrenos de alcachofa y al mercado de abastos llega menos cantidad eso hace subir el precio de venta la verdura en el mercado. Para la misma demanda hay menos oferta. El agricultor que consigue vender su cosecha en esa temporada ingresa dinero, pero al agricultor con el que la desgracia se ha cebado esa temporada, que puede durar dos o tres meses, dependiendo del producto que estés recolectando, ha trabajado para nada, y además a contraído deudas a las que ha de hacer frente, las facturas de los proveedores, no entienden de precios ni de mercados, además los asalariados igual tienen que cobrar pues ellos también tienen una familia que mantener.
Yo reconozco qué si no es por el sindicato de riegos y por la nómina que todos los meses cobraba mi padre, ver entrar dinero todos los meses de forma fija, y no tener que depender de las inclemencias del tiempo, para saber si va a ganar dinero esa temporada, o si va a tener qué pedir un préstamo al banco para pagar los gastos qué al cultivar el terreno ha tenido.
Esto también ayudó a mi padre en su relación conmigo, dejó de beber alcohol en grandes cantidades, seguramente porqué ya no tenía más penas que ahogar, dejó de llegar a casa pendiente del huerto, del tiempo que haría mañana, de si algún ladrón le había visto irse y aprovechaba ese momento para llevarse la verdura él ya no venía a casa con ganas de pelear, dejó de atosigarme con el tema de los estudios, simplemente dejó que yo me dirigiera hacia la dirección que yo quisiera, sin importarle qué hacía ni porqué lo hacía. Me dio libertad de pensamiento.
La frustración de un padre, va acompañada de la represión hacia su hijo, en la casa dónde un agricultor no puede vender toda la cosecha que ha recogido esa temporada. Un pequeño agricultor que quiere vivir de la venta de sus verduras al detall nada puede hacer frente a grandes cadenas de supermercados, o grandes comerciantes. Son estos los que controlan el precio de la verdura en el campo.
Se también que un comerciante mayorista, puede con una simple llamada comprar toneladas de frutas y verduras en otro país, dónde el coste de producción es menor. Los grandes supermercados prefieren comprar fuera de España toda la verdura que necesitan para distribuirlas por sus tiendas qué andar de mercado de abastos en mercado de abastos buscando verduras para sus clientes. Hay un monopolio en la compra venta de verduras y mi padre no lo sabía, su único puesto de venta rentable eran la parada del mercado central y la puerta de mi casa dónde se vendía el producto a un precio poco más barato que en el mercado.
También se que hay comerciantes que se producen sus propias verduras en grandes terrenos de labranza de otros países dónde la mano de obra, los impuestos por ejercer de empresarios y el coste de la producción total es menor que comprarlo aquí. A ellos les sale mas barato comprar la mercancía fuera que comprarla aquí y los pequeños agricultores hipotecan su vida y arriesgan su dinero con la esperanza de que la venta de sus verduras les reporten beneficios. Unos hacen una cosa y los otros hacen otra, para mi que lo he vivido, lo definiría cómo dos extremos bien separados uno del otro y condenados a no encontrarse, “el pequeño verdulero y el gran comerciante”.
Mi padre sólo plantaba unas cuantas hanegadas, puede que todas juntas sumaran diez y su mercado era el de las pequeñas tiendas de venta de frutas que solemos ver por las calles.
Con el terreno de naranjos ocurría igual, un día le dijo a mi padre un comerciante de naranjas:
-“Yo tengo un mercado propio hecho en Alemania, una cadena de tiendas me compra a mi todas las naranjas yo las compro en Marruecos dónde aún hay terratenientes con grades cantidades de terreno y me libro de andar de huerto en huerto por el litoral mediterráneo”.
Algo positivo conseguí sacar de las labores agrícolas, y de todo el tiempo que estuve trabajando en el campo sin paga. Dirigir mi esfuerzo hacia las tareas de creación ,de mi propio espacio de trabajo, sembrarme en un terreno, dónde lo recogido sea de cosecha propia, y no desesperar por si del cielo me va a caer una tormenta con pedrisco, o llevarme las manos a la cabeza en señal de angustia porqué el mercado está saturado de la misma mercancía que yo tengo.
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