"Granjas Suburbanas"
La manipulación genética no solo se ha manifestado en el mejoramiento del ser humano, sino también en la multiplicación de los insumos y la vivienda, para poder satisfacer los requerimientos que derivan del crecimiento desmedido de la población. Para ello se crearon híbridos de viviendas fabricadas con productos orgánicos, que suplan la falta de espacio con ampliación de los ambientes, mediante la propiedad de crecimiento incorporada en dichos materiales. De esta forma, los edificios se van adaptando conforme sus habitantes se multiplican, de una forma natural, sin necesidad de hacer ampliaciones en las casas, como ha estado ocurriendo hasta ahora. De hecho se han usado hierbas del tipo de los arrayanes en Bariloche, como estructura de soporte, aprovechando la forma hueca de sus troncos, donde se insertan las instalaciones complementarias, y hojas prefabricadas con hongos para configurar las losas de los techos y pisos, donde se instalan carpinterías vidriadas desmontables, según las necesidades del usuario.
Este tipo de urbanización se produce en los suburbios, en los que se ubicaron los adultos, cuando la juventud se hizo de las grandes ciudades, durante la Revolución Generacional, que se produjo a principios del milenio en lo que se denominó “El fin de la familia”.
Las leyes de clonación fueron el detonante en un mundo en que el concepto de familia estaba despreciado, agravado por el descontrolado uso de hormonas por parte de las mujeres jóvenes, en tratamientos de belleza, que les provocó un cambio de actitud en sus relaciones con sus progenitores, llevándolas a desprenderse del núcleo familiar.
La independencia económica de la gente menuda se potenció con el desarrollo desmesurado de la informática, donde este sector de la población fue determinante, relegando a los adultos a un estado pasivo, debido a su incompatibilidad natural con los cambios vertiginosos.
Hoy esa brecha se ha acentuado geográficamente, constituyéndose barrios aislados dentro de cada ciudad, con características similares a un ghetto, en donde aún conviven grupos de adultos con hijos naturales aún muy pequeños para revelarse a sus padres, y que están siendo preservados por estos de la contaminación informática, viviendo como en granjas asépticas para evitar su futuro desprendimiento de la familia.
En una de estas granjas se instaló Sara con su embarazo, y vive sola desde que fue devuelta por los seres espaciales, con un síndrome de protección maternal que fue cobrando vigor desde su separación con Alex, quien no conoce desde entonces su paradero, así como tampoco sabe que lleva su hijo en el vientre.
En el mismo edificio, vive un matrimonio con tres hijos pequeños, dos varones de tres y cinco años y una beba de tres meses, una pareja homosexual compuesta por Alba y Betty, con un par de mellizos clonados de algún extranjero, y algunos hombres y mujeres solteras de más de treinta años, que se sienten demasiado viejos para vivir en la ciudad, aunque todos ellos están muy unidos como para compartir sus vidas en abundantes reuniones y asados dominicales.
Sara decidió ocultar el origen de su embarazo, así como su experiencia extraterrestre, y se ha encerrado en su propio mundo a la dulce espera de su criatura, con el obvio temor de estar gestando un engendro de una especie diferente, pero que ha aprendido a amar desde el mismo instante en que se percató de su existencia.
Sus vecinos la acompañan en cada evento con la calidez de su amistad y se aseguran de que no les falte nada a ella y su futuro vástago, y aunque presienten que ella les oculta algo, no la presionan para que se sienta bienvenida en su comunidad.
Hoy está invitada a una reunión en casa de sus vecinas Alba y Betty, a la que se ha negado a asistir, con la excusa de no sentirse muy bien, aunque en realidad, está preocupada porque Alex parece haber localizado su dirección de correo electrónico e insiste en contactarse con ella. Este evento ha revolucionado su estado de ánimo y pese a haber decidido no acercarse más a él, en su interior algo le dice que deberían encontrarse al menos para que sepa de su condición, luego de tres meses de haberse distanciado. Justo en el momento en que la imagen de Alex aparece en su computadora, suplicando le conteste, Betty golpea a la puerta y entra sin esperar a ser atendida, con la intención de insistirle acerca de la reunión en su departamento, cuando Sara se sobresalta y gira sobre la silla de su escritorio olvidando cerrar su ordenador personal.
-¡Hola! –Dice Sara –Me asustaste…
-Mhm… -Dice Betty -Ahora veo que tienes mejores planes para hoy –Mirando la imagen de Alex en la pantalla de su computadora.
-¡Ah…! ¿Ese…? –Dice ella mientras cierra la tapa de su notebook –no es nadie, solo un tipo que no hace más que molestarme desde que nos conocimos hace unos meses, y no me deja tranquila.
-Si no te deja tranquila… es que te interesa… ¿No crees? Además se ve buen mozo… ¿Por qué no lo invitas a casa esta noche?
-¿¡Qué…!? –Dice Sara ofuscada –Lo último que haría es darle ilusiones a este idiota, faltaba más…
Betty abre nuevamente la tapa de la computadora y todavía él está allí, ahora de rodillas y con cara de carnero degollado…
-Si yo hubiera conocido un “idiota” así, no me habría convertido en lesbiana – Dice Betty mientras se da media vuelta retirándose de la habitación, no sin antes insistirle una vez más acerca de su fiesta de aniversario con Alba.
Sara se queda mirando la nueva fotografía en la pantalla, cuando aparece otra secuencia fotográfica donde Alex está de rodillas pero intentando agarrar algo del suelo, bajo su escritorio, cuando su expresión cambia y activa la conversación con él tipeando: -“¡Hola…!”
Pasan unos segundos sin respuesta hasta que repentinamente aparece la imagen en movimiento de Alex, iniciando una videoconferencia. Sara horrorizada cierra la tapa nuevamente y corre al baño a verse en un espejo, cuando este le devuelve su expresión de “no estar lista” y se apura a volver a su escritorio, levantando la tapa nuevamente y asegurándose de no quedar expuesta a la inquisidora cámara. Con voz tranquila responde: -“Discúlpame, pero no estoy visible” –Cuando descubre que la comunicación se ha cortado y se queda sentada por más de media hora esperando la reconexión… que nunca llega.
En ese tiempo, Sara pasea por sus recuerdos con imágenes muy dolorosas, que a la distancia no lo parecen, y por primera vez siente la necesidad de averiguar si cometió un error al alejarse de Alex, pensando que quizás hubiese estado bien compartir con alguien el terrible momento que está pasando, a solas con sus temores.
La comunicación se restablece, pero Alex ya no está allí… En su lugar se encuentra un pequeño oso de peluche con una hoja de papel pegado en el pecho que tiene una inscripción manuscrita en tinta. Ella no puede leerla hasta que hace una aproximación de pantalla, y una lagrima cae por su mejilla cuando lee: -“A pesar de todo… Aún te amo”.
Sara se queda pensativa observando esta última foto, sin notar que el tiempo pasa y detrás de las paredes vidriadas de su departamento la noche cae empujada por un rojo atardecer, cuando vuelve a sonar el timbre en la puerta de entrada. Se levanta decidida a pedirle a Betty que no vuelva a insistirle acerca de la reunión, abriendo la puerta intempestivamente, cuando la sorprende la figura de Alex, apoyado contra el ascensor con un ramo de margaritas semioculto tras su espalda. Ella se queda paralizada, sin notar que se encuentra vestida solo con una bata, hasta que la mirada de él dirigida hacia su vientre le advierte que ha descubierto lo de su embarazo, y reacciona acomodando su ropa intentando ocultarlo, cuando él extiende su mano con las flores hacia ella, abriendo su salto de cama para permitirse apreciar su abdomen con cierta ternura, la mira de frente y le dice:
-¿Cuándo pensabas decírmelo?
Sara toma el ramo y se aleja hacia la cocina para ponerlo en agua, y dándole la espalda contesta en tono acusatorio:
-¿Porqué debería hacerlo…? Es probable que no sea tuyo.
Alex cierra la puerta y la sigue lentamente hasta que se detiene y se queda pensativo unos instantes; luego la mira de frente y le dice:
-¿Estás diciendo que…?
-¿Y qué esperabas…? Vos estuviste allí… y permitiste que sucediera, mientras te divertías con esa monstruosidad…
-Vos no parecías muy horrorizada mientras ese… tipo te enseñaba sus encantos extraterrestres…
Ambos se quedan pensando en lo que acaban de decir, y reviven cada instante erótico vivido en aquella oportunidad, cuando sus ojos parecen hacer contacto en una diferente dimensión, y sus cuerpos se acercan el uno al otro hasta consumar sus deseos en un acto mágico.
¡Necesitas ser un miembro de Creatividad Internacional para añadir comentarios!
Participar en Creatividad Internacional