2 .- ¿Qué es la vida?

           La vida “no es estabilidad, sino un equilibrio de inestabilidades”. Es una de las muchas definiciones que se pueden usar. Otra podría ser: “La vida es un equilibrio reaccional inmutable”. La vida “es continuidad entre dos momentos obligados del humano para que haya tenido vida”. Y que sería entonces el antónimo de la vida: La muerte. En esta misma línea de exposición, la muerte sería la entropización total. Pero, ¿qué es la entropía? La degeneración en forma de calor. Es decir, si la vida es un desequilibrio de la entropía, la muerte se produce cuando se alcanza dicho equilibrio. Por tanto, en un juego ergotista con los silogismos anteriores, el organismo no vive del calor, sino a pesar de él.

           Aquí, el lector se preguntará: si el humano vive del calor que es lo que siempre hemos pensado, pero no es cierto: acabamos de decir que vive a pesar del calor. Pero… ¿de donde proviene? ¿En qué fragua u horno del cuerpo se genera ese calor? Por muchos mecanismos. La contracción de un músculo produce calor. Pero para hacer esa contracción se necesitan reacciones químicas. Si existe exceso de calor externo, el cuerpo reacciona para eliminarlo, son también reacciones químicas. Mientras existan reacciones químicas en nuestro interior, permaneceremos vivos. Esas reacciones en diversos puntos nos mantienen desequilibrado a nivel de la Entropía, y ésta está desarmonizada. Si se llega a la entropización total, al equilibrio absoluto de temperatura, el ser vivo muere por llegar al equilibrio entrópico.

           El lector se preguntará: ¿Esa armonización es la desaparición de la temperatura? No. Es cuando todo, dentro del organismo, se equilibra en cuanto a temperatura y se alcanza ese equilibrio de la entropía. El equilibrio se puede conseguir por frío o por calor. El factor causal no es perder o ganar calor o frío, sino que en cualquier circunstancia se iguale, se equilibre, ese gradiente de temperatura. El humano no vive de la temperatura, sino a pesar de ella. Y es fácil de entender. El humano, si el calor corporal es excesivo y todo su organismo adquiere esa temperatura excesiva o por el contrario se enfría y todo ese frío se estandariza, se produce ese equilibrio que citamos, y muere. El humano se mueve en temperaturas entre 36 y 42 grados centígrados. Puede resistir durante un tiempo ambos extremos mediante mecanismos compensadores, pero el tiempo, del que ya hemos hablado, está presente y, el paso del tiempo en esa situación, hace que todo su cuerpo vaya adquiriendo ese valor de calor o frío,  hasta que todas las células están equilibradas en esa situación, lo que le conduce inexorablemente a la defunción por la incapacidad de defenderse de esa situación. Por tanto la armonización no es la desaparición de la temperatura, sino que toda ella se iguale en ese organismo.

           Como escribiera Mika Waltari: “a veces, sentado en un banco apacible, con la botella de sidra vacía a mi lado y la pipa encendida, la paz se adueñaba de mi mente, de modo que, sin pensar en nada, gozaba del placer de sentirme vivo”. Vivir es disfrutar de los lapsos, buenos o malos que nos concede el tiempo.

3.- Pero… ¿Qué es el tiempo?

 No hay una clara respuesta que dar… Nadie la tiene, ni nadie la tendrá, pues lo que el humano hace es medirlo. Y tal como lo interpreta, es más un concepto artificioso, que una realidad perceptible. Y no hay definición, además, por ser un concepto relativo, aunque los relojes atómicos digan lo contrario y nos hablen de una exactitud tan estricta que, pensarlo, nos produzca migraña. Sin embargo el tiempo, como concepto sideral y universal, existe, pero no es el mismo, aunque pudiera serlo, en cada punto del Universo. O sí… pero de momento no puedo definirme, pues lo máximo exacto que se encuentran son formulaciones matemáticas que, por desgracia, están sometidas a cambios tan frecuentes como inentendibles para el ciudadano común, a cuyo grupo pertenezco, por lo que pido perdón al posible lector de un estatus superior.

           Quizás el lector se preguntará: ¿a qué viene todo este prolegómeno? Pues hay una clara razón: vamos a hablar de la vida en sí misma, de las relaciones entre humanos, de la afectividad, del amor, de la pasión, del sexo y otras tantas cosas más. Y en todo ello influye, --en nuestra visión, la visión del humano-- de tal manera el factor tiempo, que podríamos decir, con una licencia perdonable, que todo lo citado, como el amor y la pasión, o las relaciones entre humanos, no son sino sucesiones agradables o desagradables de tiempo. Pero sería una visión muy materialista.

 Y es cierto, muchos de los lectores saltarán protestando y diciendo que el amor, la pasión, el sexo, la amistad y cien cosas más, son más, mucho más que sucesiones de tiempo con un cariz u otro. Y lo son, pero… explicarlo y entenderlo es otro mundo, un mundo que hay que analizar, discutir para, al final no llegar a mejores conclusiones.

 Siempre he pensado, es una idea personal, que cuando no existe una definición de algo, es que no es fácil obtenerla. Y en ese caso, no se puede nadie fijar en el valor de unas palabras, sino ir a valorar los conceptos. Y esos conceptos, lo descubre uno a la larga, son personales, difícilmente transferibles y, aunque uno los entiende en su interior, son casi imposibles de hacérselos comprender a los demás. Pues al igual que el mismo objeto cada persona lo ve de una manera, y lo explica a la suya, y estamos hablando de un objeto, los conceptos, mucho más complicados, tienen millones de maneras de ser entendidos y, además casi imposible de ser explicados y que nos sean entendidos por el que escucha nuestra exposición.

(Continuará con  la 4ª y última parte.)