Este ensayo se dividirá en 4 partes sucesivas. Espero que guste. Es un ensayo mental. Espero que a alguien le interese o le distraiga y para mejor aceptación, saldrá dividida en 4 partes. La primera es la más larga, por aquello de abrir boca.

Gracias.   

Pasión contra-reloj.-          

                                                                        Ensayo: Por: José Ignacio Velasco Montes.

                                                                                       “La mujer que va sola, hacia el amor vuela”.      

1.- ¿Quién no ha oído hablar del tiempo?

Cada día lo nombramos cien veces, o lo pensamos al mirar el reloj, o lo sentimos en nuestro interior de forma apremiante. El crono es una parte del escenario en el que nos movemos en la vida, es la batuta del director de escena que nos hace aparecer en el momento adecuado, y cuya desobediencia temporal, nos impide llegar a citas, disfrutar de ellas u obligarnos a graves renuncias de lo que sería nuestro “modus vivendi”, para convertirlo en nuestro desagradable y poco satisfactorio, “modus operandi”.

 Pero nos hemos adaptado al tiempo y a su esclavitud,  a su dictadura, a sus exigencias que trastornan a cada momento lo que hacemos, o lo que deseamos hacer. Pero lo aceptamos como una realidad incuestionable ante la que nos sentimos indefensos. Siempre vivimos inmersos en su vasallaje, en sus prisas, en su despotismo que nos impide serenarnos y ser nosotros mismos. Es tan tangible en su constante presencia, como inconsútil en su deletérea presencia, o siempre inmedible en su existencia.

 Y es que el humano, en su cruda realidad cotidiana, ha hecho, como con tantas cosas, ante su incapacidad de ver el infinito, otra de sus genialidades. Al tiempo lo ha dividido en porciones mensurables, en porciones, adaptándolo a su cerebro finito, limitado y restringido. Pero el tiempo es en realidad un “continuum” que, aunque lo hagamos porciones, ellas en sí mismas no existen como tales de facto. Y es esa inexistencia que hemos establecido, y que nos marca el cronómetro, lo que en ocasiones nos induce a error en la percepción del tiempo, del mismo modo que la visión nos incita a la confusión en la medida del espacio.

Sabemos, se le ha dado tanta publicidad, que el tiempo es relativo, como tantas otras cosas. Es una paradoja, pero real según se dice, y en ello creo pues capto el concepto básico, que si de dos hermanos gemelos univitelinos, uno queda en la Tierra mientras el otro hace un viaje espacial con un buen recorrido, cuando la nave vuelva pasados, es un ejemplo, cincuenta años, el de la tierra habrá muerto o será un anciano, mientras que para el viajero, el tiempo apenas habrá pasado y se mantendrá poco más maduro que cuando partió.

 Albert Einstein (1879-1955) demostró, a pesar de que tuvo oposición, en la actualidad superada y silenciada, con su Teoría de la Relatividad, que dos aspectos que se creían “Dogmas de Fe” científicas,  estaban equivocadas en su concepción y admisión: 1.- No existía el reposo absoluto del Éter sideral. 2.- No era admisible el Tiempo Universal o Tiempo Absoluto, como el establecido por un reloj atómico.  Y ambos aspectos de la obra de Einstein están mas que demostrados. Y además, inició el estudio de la Teoría de la Mecánica Cuántica, que aún está en desarrollo por otros científicos. Y en este tiempo relativo, va implicado y unido, el espacio, dando lugar a ese binomio tan nombrado, que no entendido “espacio-temporal”. Y es que en cierto modo son y van emparejados. En el amor, el tiempo va unido al espacio. Los amantes necesitan tiempo parea amarse, y precisan estar juntos para que ese amor sea real. Y, sin embargo, ambos, tiempo y espacio, pueden vivirse a distancia, como tantos amores han sobrevivido, pero en todo caso, el binomio esta presente.

 Pero no es este tiempo de cronógrafo el que percibe el humano. El tiempo que percibimos, y que con frecuencia nos induce a error por nuestros impedimentos, es otro debido a nuestras limitaciones. Pero éstas no impiden que seamos capaces de percibir, de forma grosera y limitada, su paso. Y digo limitada, pues no tenemos capacidad de medirlo con exactitud mediante nuestra mente. Pues el humano, con sus reducidas percepciones de espacio y tiempo, delimitamos, con error, que puede ser rápido o lento. Y eso ocurre según el momento en el que estemos en nuestras vivencias. Sin embargo, el reloj que llevamos en la muñeca nos indica, como muestra de la irracionalidad y debilidad del humano en ese campo, que la mecánica es casi exacta, pero que su maravilloso cerebro no lo es, al menos, en ocasiones.

 El cerebro, la máquina biológica más perfecta creada en el universo conocido, es una pieza inexacta, --engañosa muchas veces--, en el juego de la vida. Y lo es por su dependencia a los valores humanos en su conducta y bioquímica interior. Lo que falla en el ser humano como ente, como unidad biológica, es el soporte básico que sustenta esa gigantesca máquina de pensar que es el cerebro. Y esas deficiencias, que cada día podemos ver en nosotros mismos y en  los demás, son actos que dependen de factores independientes, que se han formado al tiempo que ese ente biológico crece y se desarrolla. Son actos del hombre y por tanto controlables en gran parte por él. Parte de estos actos, aunque a veces se nos recrimine, no son  absolutamente  dominables, pues son en gran parte actos humanos, lo que por definición los hace involuntarios. Estamos hablando de una larga lista de factores que nos hacen agradables o desagradables ante nosotros mismos y los demás, que realmente controlan nuestras vidas, que nos hacen triunfar o fracasar, como son la personalidad, el temperamento y el carácter, pues vienen condicionadas por herencia familiar, la herencia colectiva, las enfermedades, el entorno geográfico y familiar, la educación y la religión, las experiencias personales acumuladas, las emociones y nuestra capacidad de control sobre ella, las posibles pulsiones[1], muestras claras del buen o mal funcionamiento bioquímico de esa máquina, imperfecta a veces, maravillosa otras, que es el cerebro.

 Hay, no nombrados, otros aspectos que van a influir en el ser humano en cuanto a sus posibilidades de relación dentro de su mundo cotidiano y, en gran parte, que van a determinar sus posibilidades de convivir en pareja, punto importante en ese discurrir de la vida que se presenta como una línea clara de etapas a realizar y superar: se nace, se crece, se reproduce y se muere. Pero ese esquema elemental de la vida incluye aspectos tales como las diferentes psicologías de hembra y varón, sus caracteres sexuales primarios y secundarios, que a veces los atraen y en ocasiones les obliga a rechazarse entre sí.

            Los caracteres sexuales humanos son los rasgos por los que se diferencian los hombres y las mujeres. Hay dos tipos de caracteres: Los caracteres sexuales primarios. Son los aparatos reproductores. Los caracteres sexuales secundarios son aquellos que diferencian los hombres y las mujeres en otra esfera: la voz grave, la barba, el vello corporal y las mamas. Las personas nacemos con nuestros caracteres sexuales primarios claramente marcados: niña o niño. Los caracteres sexuales secundarios se desarrollan más tarde.

Las características sexuales secundarias son aquellas que distinguen entre los dos sexos de una especie, pero no son directamente parte del sistema reproductor. Algunos argumentan que han evolucionado para darle ventaja a un individuo sobre los demás de un grupo para el apareamiento. Estos son muy distintos de las características sexuales primarias, ya citadas, que son los órganos sexuales propiamente dichos. Otros factores secundarios tienen que ver con el papel maternal de la hembra. Las características sexuales secundarias pueden darle ventaja a un individuo sobre sus rivales en dos maneras: pueden ser utilizadas para vencerlos en combate o para atraer más y mejor a los miembros del sexo opuesto.

Y hay además, en ese mundo impuesto, toda una serie de aspectos que forman parte, voluntaria o involuntaria, de la vida cotidiana, dominables o no, pero por desgracia presentes: egoísmos, aberraciones, capacidad de entrega, alteraciones hormonales, y un lago etcétera de diferencias entre los humanos que establecen unas líneas de conducta que atraen o separan, alterando las posibilidades de convivencia.

            Está pues claro, que el tiempo es un factor tan relativo en su manera de verlo el cerebro humano, que no podemos aceptarlo como determinante de nada. El tiempo del reloj, es útil para acudir a las citas, pero puede no coincidir con el crono mental que está marcando nuestro tiempo vital, pues no vemos el tiempo de igual modo, satisfechos y/o felices, que tristes y/o deprimidos.  En unos casos “parece” discurrir acelerado, y en otros, lento, pesado y angustioso. Pero en circunstancias normales, sobre la Tierra y en casa, sólo hay un tiempo que es el que marca el reloj que llevamos en la muñeca.