ORIBE Y EL FANTASMA DE MARCOS*
Original “MEMORIA PARA UN MÁRTIR” de HISTORIAS CON HISTORIAS, 1998. Revista del taller literario de Autores Argentinos- coordinadora Maria Amelia Diaz. Municipalidad de Morón, Dirección de Cultura (Corregido en 2008)
Alvit Oillart
1841. Plaza de Tucumán. Oribe, montado sobre su caballo, exhibe la cabeza de un hombre. Insertada sobre su lanza sangrienta, va salpicando el suelo con estrellas rojizas, marcando el camino del rojo punzó de la victoria. Grita, palabras que enardecen cada vez más el odio de los Unitarios y crean el espíritu de venganza.
Durante los días sucesivos, dará vuelta, alrededor de la misma, mostrando el rostro fantasmagórico, los ojos, aún abiertos y sin pupilas, que espantan a niños y mujeres.
Repite, palabras amenazadoras, “para que lo oigan, quienes conspiren contra el Gobernador Juan Manuel de Rosas”, enardeciendo, cada vez más, el odio de los Unitarios. Creando espíritu de venganza.
Desde ese momento, pasará muchas noches sin poder dormir. Pero, ya vencido por el agotamiento, sueña que una mujer le impide el paso a su caballo. Él, lo abalanza contra ella y la arroja al suelo.
En el envión la cabeza se suelta inesperadamente de la lanza y rueda por el suelo.
La mujer se reincorpora.
Al ver sus ojos cerrados, parece indefensa.
Baja de su caballo. Está convencido que ella se arrodillara ante sus pies y le implorará: - ¡Por Amor de dios, deje en paz a ese difunto!
De su conciencia equívoca y de esa boca desafiante, sale una voz de orden:
-¡Deje en paz, esta Alma!.
Oribe enfurece. Se retuerce entre las sábanas. Tira su lanza y alza su rebenque contra la mujer.
Un instante para terminar con esta pesadilla, pero la mirada de la mujer lo paraliza. Le impide bajar su brazo para golpearla.
Retrocede. Monta en su caballo y se marcha. Impregnado de sudor, de miedo. Se ve a sí mismo, yéndose. Riendo, con una carcajada nerviosa que se esparce por el aire, hasta perderse en el infinito del silencio.
La mujer se inclina y toma la cabeza, acariciando las pálidas mejillas. La envuelve en un paño oscuro y la acuna entre sus brazos.
Con las pupilas enrojecidas de llanto y de impotencia, se encamina hacia Salta. Descalza por la alfombra verde, por la selva, por el suelo ardiente, soporta las inclemencias del tiempo, el frío de la noche, la amenaza de los pumas.
Sigue con sus pies descalzos sobre el suelo ardiente.
Ninguno de los dos repara en las heridas de los espinillos.
Él, sabe lo que ella busca, porque ha leido en su pensamiento. Busca hallar la otra parte de Marcos y pronto lo encontrará. Sabe, que no le aterroriza el cuerpo deshecho por las rapiñas, la carne deforme y maloliente.
Pone la cabeza junto al resto y arma al hombre. Solo piensa en cavar un hoyo, para darle sepultura. No tiene herramientas, solo sus manos agrietadas, que abren un pequeño surco en la tierra árida. Sangran. Son inmune al dolor. Y se hunden, cada vez más, cada vez más.
Arrastra al muerto y lo deposita en el fondo del pozo. Lo cubre de tierra y la humedece con sus lágrimas.
Oribe despierta. Sentaddo sobre el borde de la cama, observa sus manos. Tienen sangre. Es la sangre de Marcos que se escurre entre sus dedos. Su grito es como un tormento.
El sol comienza a despuntar. Un rayo de luz lo hiere en la frente. Él, lo esquiva. Lo esquiva siempre. Su mirada se pierde en el fondo de los recuerdos. Ve a la mujer de su sueño: La Fortunata García. Recuerda haberla visto rezar, sobre la tumba de Marcos. Rezar por él, por el hijo que queda. Escucha susurrarle al oido: Que su padre no vuelve. Que está con Tatita en el cielo.
Oribe, se ve reflejado en el muerto. El muerto, ahora, es él. Sus fuerzas se debilitan. Esta cansado de luchar con un fantasma.
Vuelve a despertar una y mil veces hasta que la pesadilla, lo envuelve y lo lleva como un remolino.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
BIOGRAFIA DE MARCOS AVELLANEDA
Marco Manuel Avellaneda (Catamarca, 18 de junio de 1813 - Metán, 3 de octubre de 1841). Goberandor de la Provincia de Tucumán Padre del presidente argentino Nicolás Avellaneda.
Hijo de Nicolás Avellaneda y Tula (primer gobernador de Catamarca). Aprendió las primeras letras en la escuela franciscana del padre Ramón de la Quintana, quien enseñaba Latín y Retórica. En 1823, sus padres se trasladaron a Tucumán y Marco pasó a Buenos Aires con una beca oficial para estudios en el Colegio de Ciencias Morales. Allí hizo amistad con Alberdi, Vicente Fidel López, Marcos Paz, Carlos Tejedor y Juan María Gutiérrez. En 1834 obtuvo su título de doctor en Jurisprudencia. Ya por entonces se destacaba como orador, y sus compañeros lo llamaban Marco Tulio. Colaboró por esos años en el periódico El amigo del país. Quiso quedarse en Buenos Aires, pero sus padres lo llamaron a Tucumán.
El gobernador Alejandro Heredia lo distinguió con su amistad. Dice Emilio Carilla que "su trayectoria de hombre público es de ascensión rápida: síndico procurador, secretario de la Junta Protectora de la Escuela de Lancaster y legislador, en 1835. Tres años después, a los 25 de edad, es ya presidente de la Sala de Representantes de Tucumán". Autor de proyectos de interesantes, se le atribuye el de una Constitución, en 1833. Luego del asesinato de Alejandro Heredia, en 1838, la Legislatura que presidía Avellaneda se pronunció contra Rosas, el 7 de abril de 1840. Es punto de partida de la reacción regional -la Liga del Norte- contra el jefe de la Confederación. Avellaneda será, sucesivamente, ministro de los gobiernos de Bernabé Piedrabuena, de Pedro de Garmendia y del delegado Gregorio Aráoz de La Madrid.
Marco Avellaneda, su tumba en el cementerio de la Recoleta
Derrotada la Liga del Norte por Oribe, en la batalla de Famaillá, el 19 de setiembre de 1841. Avellaneda debió exiliarse. A caballo, se dirigió a San Javier, pasó por Raco y siguió hacia el norte, buscando alcanzar Jujuy. Pero en la estancia La Alemania fue traicionado y arrestado por Gregorio Sandoval, quien decidió pasarse al bando rosista. Junto con otros oficiales fue entregado a Oribe. Este dispuso se ejecución, que llevó a cabo el coronel Mariano Maza degollándolo el 3 de octubre en Metán. Su cabeza fue expuesta para escarmiento, clavado en una pica, en el centro de la Plaza Independencia (en la actualidad se conserva la pica). Según la tradición, [[Fortunata García de García]] la sacó de noche y le dio sepultura en el convento de San Francisco. Marco Avellaneda, apodado "el mártir de Metán", fue una de las víctimas de los federales. Una suerte similar, corrió el gobernador José Cubas. Catamarca fue la última de las provincias de la Coalición del Norte en caer bajo el régimen rosista; luego del combate de Amadores (donde el entonces gobernador interino Marcelino Augier es derrotado frente a Mariano Maza), todos los unitarios debieron exiliarse.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Avellaneda"
¡Necesitas ser un miembro de Creatividad Internacional para añadir comentarios!
Participar en Creatividad Internacional