Visita de negro.
Dr. José Ignacio Velasco Montes.

Marbella 2018.

1.-
Roberto se despertó, como cada mañana, temprano y angustiado. Otra vez el sueño le había poseído toda la noche. La bella mujer vestida por completo de negro, con ese extraño vestido largo hasta los tobillos, que más parece un hábito monjil que un terno de calle.
La bella le sigue haciendo gestos de amor obsceno desde lejos, pero cada noche se encuentra un poco más cerca y empieza a comprobar que en pocos días la tendrá encima y será un juguete en sus manos pues, lo sabe bien, no podrá resistirse a sus encantos que lo tienen dominado, pues cada jornada lo hace de forma más clara e insinuante y él se siente más receptivo y dispuesto a ser suyo y sin reservas.
Lo venía pensando al despertar. ¿Qué significado tiene sus gestos obsequiosos que claramente son libidinosos? ¿Para qué sus destapes tan locales como rápidos que apenas le permiten ver un mínimo de los pechos o un ínfimo segmento del Periné con el apenas insinuado aleteo de una ninfa de la vulva? Siempre son diferente obscenidades que cada noche, más cerca, puede percibir de forma más clara y a la par atractiva y excitante, y cerca de sus ansiosas manos que se agitan en aquellas direcciones y tratan de llegar hasta las provocativas dianas. Son movimientos que no cambian nada pero que le comunican una excitación de su libido que, a su edad sólo sirve, como ha comprobado, para subirle la tensión arterial a límites nada saludables y destrozar su sueño.
Al incrementarse cada noche lo que para sí llama "la película porno", decide ir a consultar a su médico de cabecera por si le puede orientar sobre la conducta a seguir. Éste, muy en su papel de internista, con muy buenas palabras y explicaciones controladas, lo remite al especialista con acertado criterio y diagnóstico.
–Hay una afección bastante típica de personas de su edad, que se llama: "Sueños eróticos del anciano", aunque se producen desde en los niños a en los ancianos, que es lo más frecuente, con poluciones nocturnas en ocasiones. Creo que debe consultar con su psiquiatra.
–Gracias Doctor. Al menos ya tengo una idea y menos preocupación.
–Aquí tiene el volante para que le remitan a él. Pida fecha. Le pongo que le vean pronto pues le veo muy afectado, y con la tensión arterial un tanto alta por el estrés, lo que me preocupa por su edad. Hasta que le vea, tome en vez de la media que le mandé , tome una pastilla completa. Ya me dirá cuando lo vea, lo que le ha comentado, siempre podré aprender y ayudar sabiendo un poco más de ese terreno. ¡Y Tranquilo! Él se lo resolverá.
– ¿Es curable? Me afecta mucho; me levanto, nervioso, agresivo, con sueño pues duermo mal y todo el dí
a estoy de mal humor.
–Es un gran especialista y le resolverá su problema.
Le dieron cita tres días más adelante gracias a su amiga, la jefa de enfermeras, que le habló muy bien del psiquiatra, el Dr. Vihuelas, poniéndolo por las nubes en todos los aspectos: humanos y profesionales. Hizo un extra para celebrarlo todo. Entró en una cafetería, se tomó un Daiquiri y aprovechó para comer y no tener que cocinar en su casa. Lo pasó de forma agradable y relajada y decidió que, dado que podía, lo iba a hacer todos los días, lo que sería beneficioso para su salud y dejar de cocinar, lavar platos y demás labores impropias de su sexo, acabó diciéndose entre risas, pues sabía que ese pensamiento no era muy exacto, pero sí muy agradable a su edad.

2.-
Llegó a la cita con cierta anticipación. Estaba nervioso, lleno de cierta ansiedad por saber si obtendría una cierta mejoría con lo que le propusiera el nuevo doctor que le han recomendado. Su adelanto, una vez más le fue provechoso, fallos de clientes anteriores le adelantaron la entrada más de media hora su visita.
–Buenos días Doctor. Es la primera vez que hablo con un psiquiatra.
–No se preocupe. Somos como los demás médicos, sólo que hablamos de otras cosas. En su caso, ¿sobre qué vamos a comentar?
–Sobre sueños eróticos, Doctor.
– ¡Qué bonitos son los sueños? Pero le veo preocupado con ellos; no lo haga, lo vamos a resolver en muy poco tiempo. Confírmeme que tiene 79 años, y después cuénteme todo lo que se refiera a sus sueños: frecuencia, horario, lo que vive con ellos, lo que le preocupa, lo que le altera, cómo se encuentra al despertar, o sea, sin prisas todo lo que recuerde.
Y Roberto empieza a contar de forma organizada y tranquila su iterativo sueño y cómo, a lo largo de los días, desde hace un par de meses, su excitación de la libido es cada vez más clara y le asusta, pues le tiene nervioso, enfadado, agresivo, somnoliento pues apenas duerme, y está deseoso y al mismo tiempo teme, que la bella mujer llegue a su lado y pueda yacer con ella, lo que supone que, al poseerla, se tranquilizará y ella le dejará por otro.
El psiquiatra le escucha, graba la conversación y toma notas, pero no le interrumpe en ningún caso.
–Verá, Doctor. La cercanía de esa mujer me tiene desquiciado. Es una ominosa proximidad. Yo ya no estoy para cumplir con esa mujer que me excita y me dispara todo el organismo. Debo suprimir ese sueño, y volver a dormir de un tirón toda la noche y estar feliz y descansado todo el día. Este estado me va a matar, pues lo que llevo no es vida, es un infierno de día y de noche, de forma permanente angustiado e irritable.
En un par de ocasiones ojea el informe del médico de cabecera, en el que le expone todos los datos que existen sobre su nuevo paciente. Y cuando ve que Roberto disminuye sus explicaciones, interrumpe su relato e inicia un interrogatorio en el que él lleva las riendas del relato.
La enfermera le toma la tensión a lo largo de la sesión a lo largo de periodos exactos. P
Pone un claro interés en que le explique el aspecto de la señora del sueño. Roberto pide papel y lápiz, y siendo un aceptable dibujante, deja una clara imagen de la dama, toda cubierta de un traje suelto y negro, que caía en líneas rectas desde los hombros hasta el suelo, conformando lo que le recuerda a una monja a la que no se le ven ni las sandalias, pero que en ocasiones abre el hábito para mostrar sus partes más atrevidas e impropias de enseñar para una monja.
Sobre el rostro, que Roberto interpreta como bellísimo, se acaba comprobando, que el paciente ve en ella el rostro de su artista de cine favorita de una gran parte de su vida: Pier Angeli, lo que es acogido por el Dr. Vihuela con alegría pues le aclaran aspectos un tanto turbios.
–Doctor el rostro sólo lo veo en escasas ocasiones, pues casi siempre está cubierto con ese pañuelo que le he dibujado, que deja la cara en la oscuridad.
–Sí, le comprendo, lo poco que muestra el rostro, usted lo complementa con sus recuerdos de su juventud e inicio de la madurez, con lo que completa la imagen de algo que siempre deseo su subconsciente: su amor por Pier Angeli; por cierto, sabe que murió hace años.
–Sí, Doctor. Lo sé. Se suicidó, se dice que un desengaño amoroso, el maltrato de su pareja, en fin, no se sabe bien. Para mí fue un desengaño que me tuvo por un tiempo afectado pues apenas si ella una niña mayor, como una hermana mía.
–Le entiendo. Todo eso le ha ayudado a crear esa idea obsesiva, que vamos a curar en unos días con un tratamiento que le voy a poner y que va a empezar a tomar esta noche y así dormirá profundamente y empezará a estar equilibrado y sereno.
–Entonces. ¿Qué es lo que tengo? ¿Me curaré?
–Si sigue la medicación de forma meticulosa, desde luego que lo hará. Debe poner toda su voluntad en ello durante un tiempo no predecible, pero no demasiado largo. Mi diagnóstico coincide con el de su médico de cabecera, que ha acertado al ciento por ciento. Tiene un cuadro psiquiátrico de "Sueños eróticos del anciano", una afección bastante común, aunque pocos pacientes la declaran pues para muchos es un placer contra el que no luchan y al que se adaptan muy bien.
--Bueno, yo no tengo esa suerte. A mí me está matando.
–No. No ,lo hará. En unos días con la medicación que le doy en estas recetas y las pautas en este informe, usted estará nuevo en poco más de una o dos semanas. Ponga voluntad y haga exactamente lo que le digo de debe realizar con absoluta exactitud. No ceda en nada de lo que se le pueda ocurrir o presentar. Lleva un relajante para ayudarle a dormir, un ansiolítico de la familia de las Diacepinas y un psicofármaco, de los Lorazepanes, que complementa todo lo demás. Empieza Usted con unas dosis medias que, día a día irá ampliando hasta alcanzar el nivel adecuado. Cuando lo alcance notará ya una gran mejoría. Pero tiene que cumplir con lo que le indico con total exactitud. Quiero volver a verlo en quince días y ya tiene la cita hecha en este volante que debe entregar en citas al salir, para que se le pueda recibir ese día.
–Gracias Doctor. Nos veremos en esa fecha. Me voy muy tranquilo. Ya el hablar con usted, me ha hecho mejorar.
–Gracias a usted por su confianza en mí. Hasta entonces. Buenas tardes.

3.-
Las buenas intenciones de Roberto duran casi una semana. El efecto de los medicamentos alejan a la "dama de negro" como él la llama, y sus sueños inconscientes de tener sexo con ella se postergan, por lo que empieza a hacer trampas con la medicación, ya que el hecho de saber lo que le ocurre, le ha quitado una gran parte del miedo que le creaba ansiedad inicialmente por lo que empieza coquetear en el duermevela que vive, que ha hecho que lo que era un sueño involuntario lo ha convertido en un ensueño que controla él, y que le permite manejar como si fuera un director de cine controlando su película.
Su mentalidad ha cambiado. Ya no le preocupa la llegada de la noche. Sino que la desea. Trata, en cada ocasión, de llegar más cerca de ella. Sus recuerdos y amor acerca de Pier Angeli de su juventud, han madurado, y lo que nunca pensó entonces, se han fortalecido en la actualidad y se muestra convencido que es su amor de la madurez.
Cada noche adelanta un poco más el irse a la cama. Ya no le teme a la imagen oscura que desde lejos se le insinúa y le hace ofertas sexuales mostrando aspectos de atrayentes de su anatomía a través de pliegues de la ropa que la envuelve dándole el aspecto de una columna de azabache, la piedra aceptada como mágica.
Lentamente se van acercando en una clara atracción que se confirma por parte de Roberto. La noche que unen sus manos, es un adelanto de lo que Roberto ve como su futuro.
Ya no le preocupa el pasado y acepta que debe vivir lo que ve con claridad que es su porvenir y suspende toda la medicación. Cree haber leído en la imagen borrosa de los ojos de ella, la proximidad de las relaciones que desea con ella, lo que va a pedirle esta noche y si acepta, consumará lo que hace años ni se atrevió a pensar. Decidido, en su manifiesta e inconsciente enajenación mental, prepara con flores y perfume su dormitorio, para recibir adecuadamente a su amor.
Todas sus ideas se van plasmando en realidades, El sueño se establece y tal como el día pasado, ella llega directamente a cogerle la mano, tal como lo dejaron el día pasado. Atrevido y decidido, Roberto se acerca más y la besa en los labios, lo que ella acepta y a lo que corresponde.
Cuando un rato después se separa, su impulso anterior le decide a ir más allá todavía y se insinúa.
–Señora. ¿Os apetece venir a mi lecho y que pasemos la noche juntos?
– ¿Seréis eficiente?
–Podéis estar segura de que todo mi amor os inundará de felicidad.
–Bien. Os lo acepto. Llevadme hacia el himeneo de nuestra unión.
Cogidos de la mano, Roberto la conduce al dormitorio y ambos se desnudan y hacen el amor. Roberto, que se ha quedado dormido, nota por momentos que algo rompe el placer de unos momentos antes y abre los ojos y puede ver, a su lado, la realidad de su fantasía.
Se incorpora un tanto y contempla a su dama de negro que, a su lado de la cama, le mira desde lo alto de su acusada estatura. Lo que veía como un pañuelo es una capucha que apenas deja ver el rostro. Detrás de ese aparente rostro en el que veía a Pier Angeli, solo hay el rostro de una calavera de cuencas grandes y vacías, que apenas se vislumbran en la oscuridad del fondo de la capucha. En su mano tiene un grueso palo vertical que hasta ese momento no había visto. Lo sigue con la vista y en el extremo, por encima de su cabeza, tiene una enorme y ancha guadaña que brilla, afilada, en lo oscuridad.
Roberto empieza a comprender que hay algo incontrolado, algo que se sale de su sueño y empieza a recapitular.
– ¿Cuál es tu nombre, cariño?
• –Soy Parca, conocida también por Átropos, y voy a cortar el hilo de tu vida con mis tijeras, terminando contigo y estoy eligiendo la forma de tu muerte.
– ¿O sea, que eres…?
–Soy la muerte.
Y Roberto la mira, ve por completo la realidad, no se arrepiente de haber suprimido la medicación por un acto de sexo y se desploma sobre la cama muerto.
La Parca, compasiva y agradecida por el trato y respeto que ha tenido con ella, le cierra los ojos y con lentitud se transparenta hasta desvanecerse.

F I N.