Bart D. Ehrman – El teólogo evangelista cuyas investigaciones lo llevó a encontrar la nada. 

Cuando adolescente era un evangelista ferviente y luego de graduarse de secundaria ingresó en el Instituto Bíblico Moody. Allí se dedicó con inusitada seriedad para su edad a los estudios bíblicos a partir del fundamentalismo religioso.

Obtuvo sus títulos de máster y doctorado en divinidad en el Seminario de Princeton, vinculado a la Iglesia Presbiteriana. Su tesis doctoral le valió la distinción de magna cum laude.

Actualmente es Profesor Distinguido James A. Gray en la Universidad de Carolina de Norte en Chapel Hill.

Luego de cerca de 30 años de investigaciones, con más de 20 libros publicados, dos de sus conclusiones más contundentes:

- La biblia fue adulterada y no escrita por los apóstoles. Al inicio del movimiento cristiano, décadas después de la muerte de Jesucristo, había varias facciones en desacuerdo, cada una con su propia interpretación del cristianismo naciente. La facción que prevaleció utilizó falsamente el nombre de los apóstoles para darle validez a su versión –el cristianismo que hoy conocemos. 

Además, lo obvio: en aquellos tiempos la inmensa mayoría era analfabeta –tanto del apóstol Pedro como del apóstol Juan no sabían leer ni escribir--. Luego ¿cómo pudieron haber escrito sus versiones en el Nuevo Testamento? Dado ese analfabetismo generalizado, prevalecía la tradición oral, nada dada a la exactitud.   

- Jesucristo fue un hombre extraordinario, cuyos valores éticos son dignos de emular, pero no fue ni Dios ni hijo de Dios. Fue un “profeta” judío apocalíptico al que se le adujo que había resucitado, pues de lo contrario habría fracasado, al ser humillado y crucificado (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).

Según el profesor Ehrman, Poncio Pilato era un gobernador despiadado, contrario a la versión bíblica de “yo me lavo las manos”. El filósofo judío Filón de Alejandría, coetáneo de Jesús, señaló que Poncio Pilato se caracterizaba por “su venalidad, su violencia, sus robos, sus asaltos, su conducta abusiva, sus frecuentes ejecuciones de prisioneros que no habían sido juzgados, y su ferocidad sin límite” (De legatione ad Gaium, 302).

Una vez más, según el profesor Ehrman, el castigo de la crucifixión conllevaba la humillación a tal punto que la carne de los cadáveres se la tiraban a los perros. Luego, el haberle concedido a Jesucristo un entierro digno contradecía esa tradición y la naturaleza despiadada de Poncio Pilato. ¿Por qué pues ese gobernador romano iba a ser excepción y concederle a Jesús esa concesión? ¿Acaso Jesús no fue tildado de “rey de los judíos” en violación a la autoridad imperial romana, y de ahí la corona de espinas y la mofa a que fue sometido?

Una vez más, sin la versión de la resucitación propagada por los que falsificaron el Nuevo Testamento, pues sus versiones de los hechos no fueron escritas por los apóstoles, sin esa resucitación, según el teólogo Ehrman, el cristianismo no tenía futuro.

Ahora el profesor Ehrman se considera agnóstico.