Dicen los regios que son muy regios, solidarios, entrones, trabajadores, entusiastas y optimistas, pero las contrariedades les hacen perder rápidamente el ánimo, renegar o exhibir sus peores características.
Sabemos de miles de afectados por el huracán Alex, que entró a Nuevo León como tormenta tropical y devastó amplias zonas del estado, destruyendo vialidades cruciales para el desplazamiento cotidiano de miles de personas a sus sitios de trabajo o estudio y dejando a muchas personas en el desamparo total.
Sin embargo, enfrentar las consecuencias del meteoro está resultando para muchos insoportable y lo manifiestan de diversas maneras. Por una parte, no falta quien acusa a las autoridades municipales y estatales, de aprovechar la situación para exhibirse mediáticamente, apareciendo a todas horas en los medios de comunicación mientras realizan su trabajo de coordinar y encaminar las problemáticas hacia su resolución. Concediendo la responsabilidad que existe en la mala planeación y la autorización de construcciones en zonas declaradamente vulnerables, en el deterioro de nuestro medio ambiente y las áreas que le hemos ido robando a la naturaleza esperando que comprenda y se vaya por otra parte (ja), se trata en todo caso de autoridades de administraciones anteriores y no las actuales. Se olvida también que durante la administración de Fernando Canales, su abulia e insensibilidad nos exasperaron siempre dado que frente a las contingencias y problemas su respuesta era la misma: ni que fuera bombero, etc.
Lo acontecido con Alex no fue menor, sobre todo porque no estamos preparados como sociedad, para afrontar este tipo de desastres. Fue evidente que la presa rompepicos sólo solucionó en parte el problema; hacen falta más presas similares. Lo que estaba construido en el río Santa Catarina se lo llevó la tristeza; no hay que construir más en ese espacio. La prevención evitó tragedias mayores, pero aún hubo pérdidas humanas; hay que reforzar la campaña mediática en las horas previas a los desastres, que sí se pueden anunciar con tiempo anticipado. No habrá que esperar a ver las dimensiones para decir: nunca imaginamos algo así. Esto no tiene precedentes. No queremos historia que reseñar, sino menos desastres de los que se pueden prevenir en alguna medida.
Hay que reconocer que el equipo de trabajo de Gobierno del Estado en áreas sustantivas, sí ha tenido una respuesta eficiente en las tareas de evaluación de daños, propuesta de soluciones, e implementación de ellas. El gobernador ha trabajado de manera constante desde que se anunció el arribo de Alex, se ha presentado en las zonas siniestradas, y se ha ensuciado los zapatos. Y han estado en comunicación con la sociedad para anunciar las medidas, las vías alternas de vialidad, los tiempos de respuesta a los problemas. Informar es necesario en situaciones así. Aunque nadie niegue que es mediático dada la grisura de su imagen previa al Alex.
Cierto, sigue habiendo zonas sin agua potable. Si bien se implementaron formas de establecer nuevas conexiones para abastecer agua, era obvio que al intentar dirigirla por las tuberías, se iban a encontrar daños en las mismas, imposibles de detectar previo a este ejercicio.
La sociedad se ha solidarizado, como siempre, para ayudar a los demás proveyendo cada quien en la medida de sus posibilidades, agua, enseres domésticos, víveres, ropa, etc. Pero seguimos siendo de seda, porque vemos por la televisión a quienes perdieron hasta el último zapato y caminan enlodados por sus lugares antes habitables, y nos exaspera la más mínima contrariedad en nuestros tiempos de desplazamiento, en la turbiedad del agua, o en la ausencia de ella. Hasta nos enfada que llueva. ¿?
También hay, por cierto, los vivos de siempre, medrando con la venta de agua, que seguramente razonan según su calaña: a mí qué, ahora es cuándo. Ni modo que no compren el agua.
Somos, como seguramente cualquier sociedad, sensibles a los cambios, pero creo que necesitamos ser más empáticos de verdad, y menos escandalosos para exhibir las botellas de agua o zapatos usados que donemos. La lluvia continúa, los techos están húmedos y reblandecidos, las goteras asechan, y la vida debe continuar. El cambio de mentalidad es una opción mejor.
Y que haya congruencia, o el descrédito de los actuales dirigentes de municipios y estado. Si se implementan soluciones de largo plazo (construcción de más presas rompepicos; reubicación de viviendas de zonas de riesgo; reconsideración de las concesiones en el cauce del Santa Catarina según la opinión de expertos; mejorar el transporte público y ampliar el metro), y de corto plazo (allegarse recursos federales para la reconstrucción, y arrancar ésta de inmediato), o se vuelven a las oficinas a dirigir en un escritorio con el pelo muy ordenado y ya sin ojeras jóvenes.
Y nosotros, ¿aprenderemos a ser decentes mientras conducimos, ahora que debemos apeñuscarnos en las rutas que se mantienen sanas, o seremos de los listos que toman el acotamiento prohibido, estorban a los demás y mientan madres porque llevan tres días tardándose más en sus desplazamientos? La paciencia y la prudencia, en este caso, si se han de convertir en un bien social, contra el cinismo y el apañe como métodos de: primero mis dientes… Más la adopción de medidas de largo plazo, como trasladarnos en grupo para disminuir la carga vehicular, usar el transporte público, no tirar basura en las calles.
Porque la naturaleza no dejará de cobrar sus facturas puntualmente, aunque nosotros nos sintamos bordados a mano.

(Publicado en milenio.com el 6 de julio de 2010, http://www.milenio.com/blog/letiherrera)