Una micronota leída en la red, dice que un señor llamado Steve Marsh, londinense, amaba tanto su BMW, que en el primer aniversario de su muerte su familia le erigió en su tumba la estatua de una réplica de su automóvil descapotable. La foto de la tumba con el carro encima, reluciente, impresiona; ya pueden viajar juntos por las rutas de la eternidad.
Al margen de que no soy londinense y no tengo ni tendré un BMW, me he quedado pensando cómo somos frágiles los…